San Luis vive una nueva etapa de fuerte polarización política de cara a las elecciones legislativas provinciales. Esta vez, los roles se invierten: Claudio Poggi, actual gobernador, busca consolidar su gestión y despegarse del pasado que representa Alberto Rodríguez Saá, con el objetivo de recuperar influencia y proyectarse nuevamente hacia el poder.

La elección no solo define bancas. Marca un rumbo. Por un lado, Poggi intenta gobernar con un modelo más transparente, institucional y moderno, rompiendo con los métodos y vicios del albertismo que dominó la provincia durante décadas. Por el otro, Alberto —alejado del Ejecutivo pero aún con peso dentro del PJ— arma su regreso como una suerte de «padre político» que no acepta el retiro.

Los discursos reflejan esta tensión. Poggi apuesta por un Estado más ágil, menos clientelar y abierto al diálogo, mientras Rodríguez Saá sigue apelando a un relato épico del pasado, evitando autocríticas y resistiéndose a dejar la escena.

En este escenario, San Luis se debate entre dos visiones: avanzar con una nueva forma de hacer política, o volver al viejo esquema de poder concentrado y manejos oscuros.

La polarización no da tregua. Sin figuras nacionales fuertes (como Javier Milei, quien se negó a apoyar candidatos provinciales tras decepciones con sectores kirchneristas), el duelo queda concentrado entre dos hombres que ya conocen el poder y ahora luchan por definir su legado.

En las urnas, se juega más que una elección: se decide si la provincia sigue apostando a un cambio real o si revive un ciclo político que ya mostró sus límites.