Las especulaciones llegaron a su fin. La propuesta de reestructuración de la deuda finalmente se hizo pública y quedaron atrás los rumores de qué iba o no iba a ofrecer el Gobierno para los acreedores de bonos. Ahora resta esperar cuatro semanas hasta el 22 de mayo –límite para que la Argentina no caiga en default- en que la atención estará puesta en si los grandes fondos de inversión aceptan la propuesta.
La pregunta evidente del mercado es si la oferta conviene o no conviene. Distintos analistas comenzaron a difundir la supuesta visión de Wall Street planteando escépticos que Blackrock -uno de los principales acreedores del país- no tendría intención de aceptar este acuerdo y que la quita planteada para cerrar la negociación es excesiva.
¿La oferta es dura? ¿No genera incentivos para aceptarla? En el juego de la deuda no existe una única respuesta para definir si la quita es justa. Todo es relativo. Las variables que deben considerarse son muchas al igual que los inversores involucrados.
Los grandes fondos que compraron bonos a la paridad antes de 2018 esperando cobrar tasas cercanas al 8 por ciento durante los próximos años perderán 3 de cada 4 dólares que esperaban recibir en intereses. En el caso de los bonos con vencimiento a largo plazo no habrá una reducción significativa en el monto de capital invertido.
Esto implica que en entre lo que se deseaba cobrar por intereses -en base a las condiciones originales de los contratos- y lo que efectivamente se va a cobrar –en el caso de aceptarse la oferta- existe una reducción importante. Pero como todo es relativo no es posible afirmar que los fondos del exterior estén perdiendo.
La forma simple de pensarlo es qué hubiera pasado con las inversiones de estos fondos si en lugar de ponerlas en la Argentina las hubieran colocado en bonos de países de la región como Chile que rinden cerca del 2 por ciento. La ganancia acumulada al vencimiento de los bonos no sería muy distinta a las que ahora ofrece Guzmán.
Esto es justamente lo inteligente de la propuesta Argentina. La oferta que se hace a los bonistas tiene un mensaje profundo para el sistema financiero internacional. La esencia de este mensaje es que el país reconocerá sus deudas pero no está dispuesto a pagar por encima de lo que paga el resto del mundo para financiarse.
Los bonistas –aceptando la reestructuración- terminarán al final del camino (en el momento del vencimiento de los nuevos bonos) indiferentes entre haber colocado inversiones en la Argentina o en países como Chile, Brasil o Perú. No tendrán la ganancia extraordinaria que se esperaba pero tampoco habrán perdido dinero.
Las próximas cuatro semanas serán entretenidas para el lector que le interesen las finanzas y el comportamiento del mercado. Se terminará de cerrar la negociación. La oferta está hecha y los grandes fondos de inversores del extranjero deberán tomar una decisión.
La táctica del país antes de hacer la oferta aparece en los mejores manuales de teoría de la negociación. La estrategia fue hacer pensar que la propuesta iba a ser todavía más dura: concentrada en recortar capital e intereses. Pero al final fue casi todo en los cupones e incluso el período de gracia fue menor al de los rumores.
El anuncio termina pareciendo un alivio frente a la expectativa previa. Chris Voss –un ex negociador de rehenes del FBI transformado en una estrella de la consultoría de la negociación para empresarios y políticos- explica bien la táctica.
“Un buen negociador suele anclar (hundir) las expectativas para poder hacer más llevadera la oferta final. Las decisiones de la contraparte suelen ser irracionales y puede ayudar a cerrar un trato”. Por su puesto que la Argentina no es la única en la mesa. Los inversores algo entienden de negociación y no dudarán en usar sus estrategias.
En el que caso que prospere la reestructuración la Argentina se ahorrará una suma importante de dinero por la reducción de los intereses de la deuda y los fondos podrán decir que sus inversiones terminaron rindiendo parecido al promedio de la región.