La jefa del comando sur de Estados Unidos, generala Laura Richardson, aterrizará este martes en Buenos Aires. La visita es habitual. Llegó al país en 2022 y se vio con Cristina Fernández de Kirchner; en 2023, con el ministro de Defensa, Jorge Taiana. Esta vez, el anfitrión principal será el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, a quien el presidente Javier Milei le encargó las nuevas relaciones carnales del gobierno con los Estados Unidos. Igual, está previsto un breve encuentro con el mandatario. En los diálogos con CFK y Taiana el tono de las propuestas fue light: sabía que no le iban a aceptar casi nada. Por entonces Richardson no utilizó el idioma más bien duro y exigente que ya evidenció el embajador Marc Stanley durante el último fin de semana. Y los temas a tratar son esencialmente cinco. La base de observación espacial chino-argentina que existe en Neuquén; el puerto que se está construyendo en Río Grande, Tierra del Fuego; sobre todo la vía troncal del Paraná en la que se firmó un cuestionado acuerdo de dragado con el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos; la compra a Dinamarca de aviones F-16 de origen norteamericano y las «bases humanitarias» de Estados Unidos en Chaco y Neuquén.
Un poco de enojo
Cuando Richardson anunció que venía a Buenos Aires, le pidieron que no llegue en una fecha emblemática como el 2 de abril, día de Malvinas. La respuesta fue que no podía llegar otro día, con la cual dejó un halo de enojo en parte de los militares que deberán recibirla.
La cosa no pasará a mayores porque la prioridad del gobierno es el alineamiento con Estados Unidos y el Pentágono, al punto que Richardson no sólo se verá con Posse en la Casa Rosada, sino que se da por hecho que habrá una foto y un encuentro con Milei.
En 2023, Richardson hizo una especie de inventario de los intereses norteamericanos en América del Sur, como si fuera su área de influencia exclusiva. Mencionó “las grandes reservas de petróleo, los recursos de Venezuela en petróleo, oro y cobre; el triángulo del litio de Chile, Bolivia y Argentina, los bosques de Amazonia que son los pulmones del mundo y el 31 por ciento del agua dulce del mundo”.
La base de Neuquén
En los diálogos con Cristina y con Taiana, la generala ya había hecho saber, en tono más bien suave, las objeciones norteamericanas a la base de observación espacial manejada por China, en asociación con la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), en Neuquén. En 2022 y 2023, cuando hizo sus dos primeras visitas, se le explicó que esa base de observación científica es igual a la que tiene la Unión Europea en Malargüe, Mendoza. El argumento no convence mucho a Washington al punto que el embajador Stanley se lanzó sobre la cuestión en una entrevista publicada este lunes en La Nación: “me sorprende que la Argentina permita que las fuerzas armadas chinas operen en Neuquén”. Efectivamente, la base científica está operada por militares chinos, pero no es una base militar, y parte del manejo está en manos de la CONAE.
En realidad, Estados Unidos no aportó hasta ahora ni una sola evidencia de irregularidades, pero –como ya anticipó Página/12-– la consigna es «nada de nada con China».
En un comunicado, la embajada de Pekin respondió este lunes a los dichos de Stanley. “Hemos tomado nota de los comentarios poco adecuados de la Embajada de Estados Unidos. La Estación de Espacio Lejano en Neuquén es una instalación de cooperación tecnológica espacial. En lugar de los llamados militares mencionados, los científicos de Argentina y de China tienen acceso al uso de esta estación para investigación científica. En 2019, la cancillería argentina y CONAE coordinaron una visita de delegación de representantes diplomáticos, incluyendo de Estados Unidos, a la estación. El documental hecho por la parte argentina en 2019 sobre la estación de espacio lejano chino-argentina ha tenido muy buena acogida. Todo esto demuestra plenamente el carácter civil y el modelo de operación abierto y transparente de dicha estación”.
El puerto de Río Grande
Durante el gobierno de Alberto Fernández se puso en marcha el proyecto de ampliación del puerto de Río Grande, Tierra del Fuego. Por un lado, la iniciativa beneficiaría a la producción industrial que, por ahora, tiene que recibir insumos por Ushuaia. Pero también tiene interés la Marina porque sería un mejor acceso a la Antártida.
Según los expertos, hoy por hoy, desde Tierra del Fuego se llega bien a la Base Marambio, en la que no son fáciles los aterrizajes porque está en una meseta. En cambio, el puerto de Río Grande permitiría un acceso fluido a otra base, la de Petrel, a nivel del mar. También se menciona que desde allí, desde el puerto de Río Grande, se podría hacer un mejor patrullaje sobre la milla 201, de pesca ilegal, y habría otro control sobre Malvinas.
Los norteamericanos desconfían de esta movida y han deslizado que podría haber intervención y financiamiento chino. En una de sus visitas, Richardson estuvo personalmente en Tierra del Fuego. Las autoridades fueguinas y las nacionales niegan cualquier vinculación de China con el proyecto. «no hay nada chino en esta provincia», aseguran.
Vía troncal del Paraná
Es, tal vez, la cuestión más espinosa. Durante el gobierno del Frente de Todos se firmó un cuestionado acuerdo que le otorga el dragado de la vía troncal del Paraná al Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos. El convenio fue firmado por la Administración General de Puertos, tras una negociación casi secreta con la Embajada de Estados Unidos. El acuerdo no pasó ni por Cancillería ni por Defensa ni por jefatura de Gabinete, según le dijeron fuentes del anterior gobierno a Página/12.
Quienes cuestionan ese tratado dicen que le da un control a los militares sobre la principal salida de alimentos que tiene, no sólo la Argentina, sino también Paraguay y hasta Brasil. Es una vía clave de las proteínas mundiales, con fuertes sospechas de enormes cargamentos de soja y otros cereales que evaden, por ejemplo, las retenciones. A esto se agregan presunciones sobre contrabando y tráfico de drogas. Los norteamericanos argumentan que China tiene dos puertos (Lima y Timbúes), objetan esa presencia y celebran el control que consiguen vía los «ingenieros».
El embajador Stanley, justamente, defendió la presencia del Cuerpo de Ingenieros. “Nos invitó el gobierno de Alberto Fernández, no el de Milei. Y es el cuerpo de ingenieros del ejército, pero no son soldados, sino ingenieros civiles contratados por el Ejército. Me enorgullece que nuestro país dé este asesoramiento gratuito para contribuir a la Hidrovía”.
Los argumentos parecen poco consistentes y explícitamente significan presencia militar norteamericana en el Paraná. El gobernador Axel Kicillof ya presentó una protesta por ese convenio y sostuvo que «es inconstitucional».
Bases humanitarias
Richardson también plantea, como lo hizo en sus visitas anteriores, la importancia de lo que llama “las bases humanitarias”. En este momento hay dos. Una en Chaco y otra en Neuquén, cerca de Vaca Muerta. Se menciona que son proyectos del Comando Sur, algo que se desmiente, se confirma y se vuelve a desmentir.
A primera vista significa la provisión de un edificio, camas, frazadas, computadoras, asistencia para posibles catástrofes, inundaciones, terremotos. En teoría, Estados Unidos provee el material y no deja militares ni efectivos en el lugar, sino que lo transfiere a Defensa Civil. De todas maneras, lo que se alega es que los norteamericanos retienen una especie de derecho a inspección y, por supuesto, aparecen las desconfianzas habituales. Es probable que la generala proponga la instalación de nuevas bases.
La insólita operación de los aviones
Seguramente era prioritario para Richardson evitar que la Argentina le compre aviones de combate a China. Por lo tanto, hubo una fuerte presión para que se optara por los viejos F-16 norteamericanos de los que se quería desprender Dinamarca, descartando los Thunder del gigante asiático que, además, venían con armamento no supervisado por Gran Bretaña, como es el caso de los F-16.
Por ahora, se firmó una carta de intención que implica unos 300 millones de dólares, una cifra descomunal, incompatible con la motosierra de la que habla el gobierno de Milei. De ese monto, Estados Unidos sólo aporta 40 millones de dólares, pero son para el armamento, que se paga aparte. Además, se trata de misiles de bajísimo alcance.
Lo cierto es que, hasta ahora, no se sabe de dónde va a salir el dinero y si la compra, descabellada, realmente se va a hacer.
Aprovechando la oportunidad
Desde el punto de vista global, Richardson viene a aprovechar la oportunidad. Ni Brasil ni Chile ni Colombia ni México, mucho menos Venezuela, están dispuestos a un alineamiento unilateral con Washington. La chance les surgió con Milei, que se alistó en una tardía -y delirante- guerra contra el comunismo. Es seguro que, con esa óptica, el gobierno de la La Libertad Avanza le firmará nuevas concesiones a Richardson y todo lo chino o ruso y hasta brasileño será mala palabra.