Eran jóvenes, eran sanos y murieron por coronavirus. Desde hace unos días los retratos de personas fallecidas de tan sólo 20, 30, 40 años, sus historias y los testimonios de sus familiares aparecen en los medios. Estos casos se vuelven noticia porque lo trágico, además, pareciera excepcional e inexplicable. Distintos especialistas consultados advierten que las muertes de jóvenes sin factores de riesgo suceden en esta segunda ola con mayor frecuencia debido al crecimiento de casos y los efectos de la vacunación en las personas mayores, factor que altera la ecuación en torno a hospitalizaciones y decesos. Sobre el impacto de las nuevas variantes hay sospechas pero faltan datos precisos.
“Trabajo en el hospital y en la clínica y siempre vi estos casos. Pasa que el año pasado eran raros”, dice el médico infectólogo Martín Hojman. “Recuerdo una chica de 20 años que falleció el año pasado. Eran menos, era poco frecuente; ahora se ve mucho más. Es importante remarcarlo porque sino la gente joven dice: ‘no pasa nada conmigo, si me contagio va a ser una gripecita’. Todas las enfermedades infecciosas hacen estas cosas. Pueden afectar de una manera u otra. Y nadie está exento”, completa. “Es difícil para las personas sanas saber de qué forma van a cursar la infección, si asintomática, leve, moderada, grave o muy grave. Los jóvenes sanos no tendrían que subestimarla”, coincide Leda Guzzi, también médica infectóloga.
En Argentina, en el último tiempo, se conocieron numerosas muertes de personas de entre 20 y 50 años sin comorbilidades. Joel Rutigliano, de 35 años, jugador del Berisso Rugby Club, murió el 26 de abril luego de 19 días de internación. Aldana y Marina, dos hermanas de la ciudad de Concordia, de 21 y 29 años respectivamente, fallecieron con cuatro días de diferencia a comienzos de mayo. Sol Casella, estudiante de Periodismo en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, falleció el viernes 14 de mayo. Tenía 23 años. Florencia Actis, de 33, estudiaba Derecho en la misma casa de estudios y murió el 19. No fueron casos aislados.
Datos y causas
“Es impresionante cómo ha cambiado la edad de la gente hospitalizada y muerta”, expresa el biólogo molecular y biotecnólogo Ernesto Resnik. Es una tendencia mundial. En Argentina, en la segunda ola se observa casi el doble de fallecidos de personas jóvenes en relación con la primera. Los gráficos del senador correntino Martín Barrionuevo muestran una reducción en la proporción de adultos mayores en los fallecidos a medida que avanza la vacunación. Entre el 1º de enero y el 3 de junio, la participación de les que tienen entre 0 y 49 años en el total de fallecidos subió un 15 por ciento. Un 20 por ciento ascendió, en el mismo período, la cantidad de muertos de entre 50 y 59 años. El 8 de enero el promedio de edad de los muertos era de 72,8; el 31 de mayo fue de 65,5. En terapia intensiva el promedio de edad era, a comienzos de enero de 65,2, en tanto que el 31 de mayo el número descendió a 57. En la primera ola ese promedio era de 70 años.
Eran jóvenes, eran sanos y murieron por coronavirus. Desde hace unos días los retratos de personas fallecidas de tan sólo 20, 30, 40 años, sus historias y los testimonios de sus familiares aparecen en los medios. Estos casos se vuelven noticia porque lo trágico, además, pareciera excepcional e inexplicable. Distintos especialistas advierten que las muertes de jóvenes sin factores de riesgo suceden en esta segunda ola con mayor frecuencia debido al crecimiento de casos y los efectos de la vacunación en las personas mayores, factor que altera la ecuación en torno a hospitalizaciones y decesos. Sobre el impacto de las nuevas variantes hay sospechas pero faltan datos precisos.
“Trabajo en el hospital y en la clínica y siempre vi estos casos. Pasa que el año pasado eran raros”, dice el médico infectólogo Martín Hojman. “Recuerdo una chica de 20 años que falleció el año pasado. Eran menos, era poco frecuente; ahora se ve mucho más. Es importante remarcarlo porque sino la gente joven dice: ‘no pasa nada conmigo, si me contagio va a ser una gripecita’. Todas las enfermedades infecciosas hacen estas cosas. Pueden afectar de una manera u otra. Y nadie está exento”, completa. “Es difícil para las personas sanas saber de qué forma van a cursar la infección, si asintomática, leve, moderada, grave o muy grave. Los jóvenes sanos no tendrían que subestimarla”, coincide Leda Guzzi, también médica infectóloga.
En Argentina, en el último tiempo, se conocieron numerosas muertes de personas de entre 20 y 50 años sin comorbilidades. Joel Rutigliano, de 35 años, jugador del Berisso Rugby Club, murió el 26 de abril luego de 19 días de internación. Aldana y Marina, dos hermanas de la ciudad de Concordia, de 21 y 29 años respectivamente, fallecieron con cuatro días de diferencia a comienzos de mayo. Sol Casella, estudiante de Periodismo en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, falleció el viernes 14 de mayo. Tenía 23 años. Florencia Actis, de 33, estudiaba Derecho en la misma casa de estudios y murió el 19. No fueron casos aislados.
Datos y causas
“Es impresionante cómo ha cambiado la edad de la gente hospitalizada y muerta”, expresa el biólogo molecular y biotecnólogo Ernesto Resnik. Es una tendencia mundial. En Argentina, en la segunda ola se observa casi el doble de fallecidos de personas jóvenes en relación con la primera. Los gráficos del senador correntino Martín Barrionuevo muestran una reducción en la proporción de adultos mayores en los fallecidos a medida que avanza la vacunación. Entre el 1º de enero y el 3 de junio, la participación de les que tienen entre 0 y 49 años en el total de fallecidos subió un 15 por ciento. Un 20 por ciento ascendió, en el mismo período, la cantidad de muertos de entre 50 y 59 años. El 8 de enero el promedio de edad de los muertos era de 72,8; el 31 de mayo fue de 65,5. En terapia intensiva el promedio de edad era, a comienzos de enero de 65,2, en tanto que el 31 de mayo el número descendió a 57. En la primera ola ese promedio era de 70 años.
Los especialistas consultados por este diario coinciden en que los fallecimientos de personas jóvenes y sanas se producen con mayor frecuencia en la segunda ola, aunque en proporción sobre el número de casos no hay diferencia con la primera. Esto se debe a una combinación de factores.
“La explicación que me parece más razonable es que parece que hay más casos en jóvenes porque, sobre todo en la Argentina, el crecimiento de casos en esta segunda ola es espeluznante. Como la población mayor empieza a estar más protegida se contagia menos y aparece menos en hospitales. Entonces, proporcionalmente, parece que fuera muchísimo más joven la población en hospitales, simplemente porque los viejos no están terminando en ellos gracias a la vacunación. En el mundo hay un consenso. Se piensa que se ven más jóvenes (en hospitales y fallecidos) porque se ven menos viejos«, explica Resnik.
El papel de las variantes
La influencia de las variantes es un aspecto más complejo. No hay referencia en ninguna revista científica de que la de Manaos sea más letal para les jóvenes, pero sí lo señalan reportes que llegan desde Brasil. En un momento se consideró esa hipótesis en torno a la variante de Reino Unido pero fue desechada. “Muchos médicos están diciendo que ven una agresividad mayor, que la gente llega en estado muy grave. Es importante escucharlo más allá de que eso llegue o no a un paper”, subraya el bioinformático Rodrigo Quiroga. “No está confirmado que las nuevas variantes puedan ser peores para los jóvenes. Sabemos que son más contagiantes, que puede que tengan más carga viral y ataquen más a los que antes eran menos atacados”, indica Resnik.
La médica internista Mariana Lestelle, miembro de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI), cuenta lo que observa en las clínicas en las que trabaja: «El comportamiento viral es absolutamente diferente del que veíamos el año pasado, mucho más agresivo. A veces la observación clínica permite llegar a conclusiones antes de que estén escritos los papers, como sucedió con el tema del olfato y el gusto. En el caso de los jóvenes no hablaría de una mayor mortalidad, pero sí de morbilidad. Hay más pacientes jóvenes internados, en salas comunes o en terapia, muchos sin comorbilidades. Algunos pasan 40, 50 días en terapia intensiva. Como las personas más grandes están vacunadas no podemos establecer una comparación de si las nuevas variantes son más agresivas en los jóvenes». Lestelle se desempeña además en el Hospital Provincial de Oncología.
El «Análisis de situación del Covid 19 en terapias intensivas de Argentina», de la SATI, con fecha del 28 de mayo, indicó que se registraron pacientes «jóvenes y graves». Los resultados de una encuesta nacional de la que participaron 177 unidades de terapia tanto públicas como privadas arrojaron que el promedio de edad de los pacientes con coronavirus era de 53 años. A principios de mayo, SATI había detectado que el 12,4 por ciento de los internados por Covid tenía menos de 40 años y que en UTI un 70 por ciento requería de ventilación mecánica.
El investigador del Conicet y profesor de Inmunología de la Facultad de Medicina de la UBA, Jorge Geffner, afirma que la variante de Manaos está afectando a gente más joven. «Con o sin comorbilidades hace cursos críticos. Se ve con mayor frecuencia por los efectos de la vacunación pero también porque hay variantes nuevas. Se vio en Brasil”, analiza. Por su parte, Guzzi también sostiene que las nuevas variantes (Manaos, la británica, probablemente también la andina) son más agresivas; “generan cuadros más severos, tienen mayor letalidad”.
“Si uno mira la letalidad en las diferentes franjas etarias –es decir la cantidad de fallecidos con respecto a los casos– no parece haberse modificado demasiado”, precisa Quiroga. Y agrega: “Los pacientes jóvenes tienden a minimizar la gravedad de la situación. Cuando acuden a un hospital o sanatorio están ya en estado grave. Es importante comunicar que apenas alguien tenga falta de aliento y fiebre persistente hay que consultar, no dejarse estar».
Lo que ocurre aquí se replica en todos los países que avanzaron con el proceso de vacunación. “No es algo fuera de lugar. Se vio en Chile, Uruguay, Reino Unido, porque los países han priorizado la vacunación de los grupos de riesgo”, explica Quiroga. “Sobre todo se ve en segundas y terceras olas”, añade Guzzi. Los jóvenes sanos, además, están expuestos como cualquiera que padezca coronavirus a las distintas secuelas que se inscriben en la Long Covid o Covid Larga, independientemente del modo en que hayan transitado la enfermedad.
Hubo en abril una advertencia de parte de la Organización Panamericana de la Salud. «Son varios los países de la región que están reportando un aumento de casos en la población más joven», lo que «conlleva un incremento de hospitalizaciones tanto en UTI como no UTI«, concluye el informe. «A nivel global se observa un cambio de perfil de la edad de los casos hospitalizados con una mayor tasa en la población más joven», resume. Algunos datos que aparecen en el documento: entre diciembre de 2020 y marzo de 2021 las tasas de mortalidad en menores de 39 años se duplicaron en Brasil y se cuadruplicaron para las personas de entre 40 y 50 años. Las tasas de hospitalización se duplicaron en menores de 60. En Chile, en el mismo período, el mayor incremento en la tasa de mortalidad se registra en menores de 39 y el grupo de 50-59. En Paraguay se triplicaron las tasas de mortalidad en menores de 39 y se quintuplicaron en el grupo de 40-49. Las mismas tendencias se replican en esos tres países y también en Perú.
La explicación médica
Para explicar lo que a priori parece inexplicable, Geffner plantea una escena: se enferman de covid dos personas de 50 años sin comorbilidades. Una transita la infección sin darse cuenta. La otra la pasa muy mal, la intuban, muere. “¿Cuál es la diferencia entre esas dos personas? ¿Por qué una fallece y la otra no se da cuenta? Pasa con muchas infecciones, no es privativo de la covid. Tiene que ver con la capacidad de montar una respuesta inmune. Alguien puede estar más dotado para el ‘bicho a’; alguien para el ‘bicho b’, y esto tiene que ver con la genética. Dos personas pueden ser sanas y tener la misma edad pero defenderse mejor o peor, y no en general, sino contra distintos bichos”, detalla.
“Hay chicos jóvenes que se engripan siempre en invierno. Otros jamás, ni se dan cuenta, porque tienen mejores defensas. Hay un carácter singular de la respuesta inmune. Cada persona es singular en todos los aspectos”, amplía. “La gente no muere de coronavirus. Cuando el organismo no logra controlar adecuadamente la carga viral, limpiar el virus, empieza a desarrollar una respuesta inflamatoria, dirigida contra el virus pero que afecta los tejidos, especialmente el pulmón. Es una tormenta inflamatoria que daña el pulmón, por tanto, la capacidad de respirar. La gente muere en función de un fenómeno inflamatorio, porque la propia respuesta inmune no supo controlar en los primeros días el proceso infeccioso”, explica Geffner. Si bien les jóvenes tienen una «capacidad de montar una respuesta inmune mayor que la de un anciano», pueden llegar a manifestar aquella tormenta inflamatoria más fuertemente que las personas mayores.
“Hay algunos artículos acerca de un tipo de desregulación inmune, por la genética. Una desregulación que no tuvo hasta el momento ninguna expresividad en la vida de las personas pero que se expresa frente a la exposición al coronavirus, dando cuadros de gravedad en personas que han sido completa y plenamente sanas”, aporta Guzzi. “A los pacientes se los trata a todos por igual, no hay diferencias de acuerdo a comorbilidades o edad. En su gran mayoría se aplican medidas de sostén porque tratamiento para la covid efectivo todavía no hay. Los que hay son para determinado momento de la enfermedad. El tratamiento estándar son corticoides, y se evalúa si el candidato recibe otro de los tratamientos, que tienen utilidad limitada”, agrega Hojman. «Es fundamental no bajar los brazos en mantener los cuidados mínimos, que no son de gran costo y esfuerzo», recomienda Quiroga.
Concepto erróneo
“Hasta hace poco se decía ‘a los jóvenes no les pasa nada’. De hecho, había gente que hablaba de la inmunidad de rebaño, haciendo que todos los jóvenes salgan a la calle y solamente los viejos se queden en su casa”, recuerda Resnik. “El año pasado había un concepto erróneo de la enfermedad. Fue uno de los problemas que hizo que empezara esta segunda ola: los chicos salían, hacían reuniones, fiestas clandestinas. Lo hacían y lo hacen porque tienen la percepción de que esta enfermedad afecta a las personas grandes con factores de riesgo. Nadie está exento. Es interesante cómo se manejan los números: te dicen que las muertes (de jóvenes sin comorbilidades) son el 2 o 3 por ciento de los casos… pero si te toca a vos es el 100. Por más que uno no tenga comorbilidades y sea joven es importante que se cuide”, dice Hojman.
El sociólogo Daniel Feierstein viene analizando los comportamientos en la pandemia -a la que considera un «fenómeno eminentemente social»- y aporta su mirada sobre este tema. «Nuestro sistema de conocimiento funciona por analogía. Evaluamos siempre el presente a partir de la situación más cercana que encontramos para evaluar. Eso genera que la percepción de la segunda ola de covid se contraste con la primera. La percepción que se tiene es que esta es la misma situación del año pasado«, sugiere. Para que haya un cambio de perspectiva no sólo hace falta «un conocimiento que se va construyendo sobre la marcha» sino también «lograr que sea comprendido por las grandes mayorías de la población». «En la primera ola se instaló la idea de que esta era una enfermedad que afectaba sobre todo a gente mayor o con comorbilidades.Creo que hay que hacer un trabajo muy fuerte para revertir esa imagen y no sólo hacerle lugar a la nueva información sino también a la posibilidad de que pueda ser incorporada por la población y contemplada en sus comportamientos», concluye el autor de Pandemia, un balance social y político de la crisis del Covid-19.