Después de más de ocho horas de deliberación, los doce jurados encontraron a dos de los acusados culpables del homicidio de las cuatro víctimas de la Masacre de Monte y a otros dos, culpables de tentativa de homicidio.
Tras su deliberación, el jurado popular leyó su veredicto pasadas las 21.45 y consideró por unanimidad culpables a Rubén García y a Leonardo Ecilapé del delito de «homicidio agravado por el abuso de la función o cargo policial, y por ser cometido mediante arma de fuego», mientras que los efectivos Manuel Monreal y Mariano Ibáñez fueron considerados culpables por mayoría del delito de «tentativa de homicidio agravado por el abuso de la función o cargo policial, y por ser cometido mediante arma de fuego».
La última audiencia del juicio por la Masacre de Monte estuvo signada por la espera y la expectativa, mientras dentro del Tribunal Oral Criminal (TOC) 4 de La Plata, un jurado popular de doce miembros deliberaba sobre la culpabilidad o la inocencia de los cuatro policias bonaerenses imputados; los familiares de las víctimas junto a los vecinos que los acompañaban, esperaron, tomando la calle, el momento en que se debía dar a conocer el veredicto.
Entre pancartas y carteles de los chicos “¡Presentes!”, se dejaban escuchar los tambores, cantos y redoblantes de murga en las puertas. Para “fortalecer el ánimo”, “para hacer el aguante”, “para darnos fuerza” explicaban los jóvenes murguistas montenses, amigos de los pibes mártires. A esas horas se marcaba la expectativa en el rostro de los familiares de las víctimas. En cada mirada seria y compungida de los vecinos de San Miguel del Monte que los acompañaban. En las manos de una abuela en posición de rezo, de un abuelo que lloraba. De un padre que cantaba, a viva voz: “A mi hijo… lo mató la policia”.
Se juzgó aquí a los cuatro policías bonaerenses acusados por las muertes de Camila López, Danilo Sansone, Gonzalo Domínguez y Anibal Suárez (el único mayor de edad, con 22 años). Y por lo ocurrido con Rocío Quagliarello quien resultó gravemente herida pero sobrevivió al choque del Fiat 147, en el que los jóvenes paseaban alrededor de la Laguna de Monte durante la medianoche del 19 de mayo de 2019. El coche se partió al medio al estrellarse contra el acoplado de un camión estacionado en la esquina de Pablo Nolasco y 9 de Julio, sobre la colectora de la Ruta 3.
“Está acreditado que este hecho no tiene que ver con un accidente vial, y lo fuimos probando, pero ellos fueron cambiando su versión de los hechos a medida que pasaban los testigos”, sentenciaba por la mañana, antes de ingresar al Tribunal, la abogada Dora Bernárdez, quien representa a las familias de Gonzalo y Aníbal.
Adentro, en el recinto, y una vez que estuvieron ubicados los abogados de las partes y sus familiares, la jueza Carolina Crispiani hizo entrar a los imputados: tres jóvenes oficiales Leonardo Ecilape, Mariano Ibáñez y Manuel Monreal y al ex comisario Rubén García. Los imputados ingresaron a las 10:30, con un halo de liviandad al caminar, como desafiando a sus destinos. Luego ingresó el jurado, doce integrantes más seis suplentes. Entonces, la jueza comenzó a leer la instrucción.
La instrucción
“Ustedes tienen que determinar la culpabilidad o no, con su veredicto, de acuerdo a las pruebas presentadas y más allá de toda duda razonable”. Esto decía la jueza alrededor de las 11 horas dando inicio a la última jornada de este juicio. Detrás de los acusados, había pocos familiares. Solo cinco mujeres, cuatro masticaban chicle nerviosamente. Algunos hombres movian sus cuellos con la clara intención de descontracturarse. Otros dos, dejaron escapar evidentes bostezos.
Detrás de los abogados de las familias, de los miembros de la Comisión Provincial por la Memoria, del CELS y de las secretarias de Derechos Humanos –de provincia y Nación—, las familias de las víctimas escuchaban con tristeza la instrucción.
Pruebas, delitos, veredicto y la obligación de juzgar sin prejuicio fueron parte de las indicaciones que dio la jueza quien detalló los hechos descriptos por las pruebas sobre lo ocurrido en la medianoche del 19 y la madrugada del 20 de mayo. En ese momento Rubén García y Manuel Monreal portaban sus armas asignadas. Y ambos dispararon. Los otros dos agentes conducían los patrulleros con los que se ejecutó la persecución.
En el Fiat 147 iban, en los asientos de adelante: Aníbal y Gonzalo. Los demás, atrás. Gonzalo tenía un disparo en la pelvis. Pero eso no causó su muerte repasó la jueza.
“Fue por el politraumatismo del choque”, detalló. Y aseveró: “todo esto es prueba. No es prueba lo que se dijo en los alegatos ni lo que yo digo”, daba clases de Derecho la jueza Crispiani. Analizar para encontrar un veredicto, dijo. Y luego dio el primero de los dos recesos de la instrucción.
Cuarto intermedio
En los momentos del cuarto intermedio, el movimiento de familiares y abogados dejaba ver por un lado la tensión, y por otro lado la esperanza, la confianza. Ramón Oscar Ruiz Díaz es el abuelo de Danilo, y tiene fe, dijo. Limpió las lágrimas de su rostro y dijo que está con Dios: “Creo en la justicia divina, Dios es el mejor abogado que tenemos”. Es evangelista y confía, insistió. “Acá estoy con mi hija Gladis, y su papá (Juan Carlos Sansone) está afuera, no quiso entrar hoy”.
Gladis es una de las primeras que quiere salir cuando se anuncia el receso: “Necesito salir –pidió–, como ayer, no podía estar, necesito salir”, dijo. En la audiencia “de ayer”, los policías “dijeron que no hubo disparos, pero la constatación –en busca de casquillos– se hizo en otro barrio”, había descripto por la mañana la abogada Bernárdez. Y “pedían disculpas” a las familias, recordó la abogada Margarita Jarque de la Comisión Provincial por la Memoria.
“Unas disculpas muy poco genuinas”, aportó otro abogado presente en el juicio. “Lo decían de manera muy superficial, eso puso mal a las familias”, sumó la directora de la Casa de los DD.HH. de Monte, María Carmen Lamothe. Detrás, se veía a una sola persona en la fila de asientos detrás de los abogados de las familias de las víctimas: era Blanca Suárez, la mamá de Aníbal, quien vino desde Misiones a presenciar el juicio.
Rocío, víctima y sobreviviente, fue la última en volver del primer cuarto intermedio que dictó la jueza. Luego entró Mónica Cerdan, la abuela de Camila. Y la jueza instruyó sobre los hechos a considerar: a las 13.30, el jurado comenzó a deliberar.
La espera
Afuera la calma de la ciudad se interrumpía con los cantos de los vecinos de Monte que habían llegado a manifestar, con los monteses que viven en La Plata, muchos jóvenes que estudian en la universidad, como Andrea, Marina y Antonela. Tambien estaba Gabriel, que vino de Monte, con su amigo Daniel. Guadalupe, la hija de Daniel, era amiga de los chicos. “Ibamos al skatepark”, contó. Dijo que espera que sea justicia y que no entiende que el colegio esta semana no se haya pronunciado con mayor énfasis.
Desde el micrófono, en las palabras de Pablo Díaz, sobreviviente de La noche de los lápices, el pasado del proceso genocida dela dictadura 1976-1983 se hace presente. Y en la figura del Secretario de Derechos Humanos de la Nación, Horacio Pietragalla Corti, quien caminaba entre los manifestantes, se vislumbra un presente donde lo institucional funciona a favor de la sociedad y no en su contra. “Esta policía actúa contra nosotros”, se escuchó decir a una amiga de Camila.
“Exigimos perpetua, y queremos que se condene no solo a estos polis, sino a todos los que encubrieron el hecho”, sostuvo desde el micrófono Trinidad Loyola, militante de derechos humano de San Miguel del Monte cuando terminaron de dar una simbólica vuelta al Tribunal. A pocos metros, Candela, junto a Rocío y a otra amiga, hablaban despacio y miraban alrededor. Caminaban la cuadra, y mantenían la ilusion en la espera. Mientras la noche fue cerrando en la ciudad.