En un mundo ideal en el que todos los derechos humanos son respetados, no
serían necesarias regulaciones jurídicas que los garanticen; pero la historia de la
humanidad, nos ubicó en la imperiosa obligación de legitimarlos, no sólo en el
derecho interno sino también en todo el planeta, pues resulta imperioso que la
familia humana que lo habita, tenga herramientas que permitan exigir su irrestricto
respeto por todos los estados parte; entre otros la República Argentina.-


Es en este contexto que el art. 1 de la DECLARACION UNIVERSAL DE DERECHOS
HUMANOS, que forma parte del derecho superior argentino (art. 75 inc. 22 de la
Constitución Nacional), destaca en su primer párrafo que: “ Todos los seres
humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos ”; con lo cual, se está
reconociendo que somos intrínsecamente libres, pues así nacemos, por lo que
toda restricción a la libertad impuesta sin una orden judicial y que condicione su
ejercicio a quien no cometió ningún delito o una grave contravención, no sólo viola
la norma citada, sino que contradice la esencia humana.-


Esta valoración, que excede la norma jurídica vigente, nos permite también
reflexionar acerca de “cómo”, en mi opinión, debiéramos abordar la pandemia que
golpea al mundo, ya que el aislamiento obligatorio, entra en fricción con la
naturaleza humana, caracterizada por su LIBERTAD; de allí que dicha medida
restrictiva indiscriminadamente dispuesta, termina fracasando y provocando
enormes daños personales, familiares y, en general, también gigantescos perjuicios
sanitarios, económicos, sociales y laborales a todo el tejido social, afectando
inclusive el comercio, nuestro desarrollo y la productividad de la economía
argentina; todo lo cual, también mata y nos destruye como seres humanos.-


Durante gran parte del 2020 estuvimos aislados, encerrados, alejados de nuestros
afectos y en general, privados de nuestra libertad; es decir, apartados de nuestra
esencia humana y el resultado no sólo fue humanamente devastador, sino que
ahora se nos dice que viene la segunda ola y se propone una receta similar, con lo
cual sabemos el desenlace en el marco de un lento proceso de vacunación, que
tampoco garantiza inmunidad frente al virus.-


Es por ello, que frente a la magnitud de la crisis debemos proteger la esencia
humana y no contrariarla; creo, debemos apelar a la responsabilidad social de los
seres humanos que, cumpliendo con los protocolos establecidos, podamos
desarrollarnos como seres humanos intrínsecamente libres.-
FRANCISCO CESAR GUIÑAZÚ