La política puntana parece no poder despegarse de sus viejas mañas. En un acto reciente, Jorge “Gato” Fernández dejó al descubierto la esencia de su campaña: “Tenemos que ganar Villa Mercedes para reivindicar a Anabella”. La frase, lejos de ser un desliz, retrata con claridad que su apuesta electoral no se centra en proyectos para la ciudad ni en propuestas de gestión, sino en rescatar figuras vinculadas al pasado más cuestionado del rodriguezsaismo.

No es un secreto que Fernández busca hacerse fuerte en Villa Mercedes, el verdadero bastión que definirá la pulseada electoral. Pero lo hace bajo una consigna que despierta más dudas que adhesiones: ganar por Anabella Lucero y, de manera indirecta, por Cristina Fernández de Kirchner, con quien la exfuncionaria ha sabido mostrarse cercana.

Anabella Lucero, exdirectora de la Casa de la Música, arrastra investigaciones judiciales por presuntos manejos irregulares de fondos públicos. Su nombre, lejos de ser un activo político, representa para muchos ciudadanos el símbolo de los excesos y la corrupción de una gestión que dejó heridas abiertas en la provincia. Sin embargo, Fernández insiste en ubicarla como bandera de su campaña, incluso cuando la sociedad reclama transparencia y un cambio de rumbo.

La estrategia del “Gato” es clara: fidelizar el voto kirchnerista y retener a la militancia que aún responde al aparato de los Rodríguez Saá. Pero esa apuesta encierra un dilema. ¿Puede Villa Mercedes aceptar convertirse en la trinchera de reivindicación de dirigentes cuestionados, cuando sus propios vecinos demandan obras, seguridad y empleo?

La oposición denuncia que este movimiento no es más que un intento de “blanquear” a figuras bajo la lupa de la Justicia. Y no le falta razón: la Casa de la Música, que alguna vez fue presentada como símbolo cultural, hoy aparece en los expedientes judiciales como ejemplo de la desprolijidad con la que se manejaron fondos millonarios.

Fernández, en lugar de despegarse de ese pasado, parece abrazarlo. Su campaña no se construye sobre propuestas, sino sobre lealtades personales y políticas. Una lealtad que, en este caso, prioriza a Anabella Lucero y Cristina Fernández de Kirchner por encima de los intereses de los mercedinos.

El escenario está planteado: Villa Mercedes será el campo de batalla donde el candidato intentará demostrar fuerza. La pregunta que persiste es si la ciudadanía se dejará arrastrar por las viejas estructuras o si, por el contrario, marcará distancia con quienes insisten en atar el futuro de la ciudad a figuras envueltas en sospechas.

Porque, al final, lo que está en juego no es la reivindicación de Anabella ni la obediencia a Cristina. Lo que está en juego es el destino de Villa Mercedes.