La jugada es vieja, pero sigue generando rechazo. El actual diputado nacional Carlos D’Alessandro se presenta como candidato en San Luis, pero no tiene ninguna intención de dejar su banca. Su postulación es puramente testimonial: el objetivo real es que su hijo consiga una banca como diputado provincial.
D’Alessandro ya lo decidió. No va a renunciar al Congreso Nacional, donde todavía le quedan dos años de mandato. Y mientras tanto, utiliza su imagen y su presencia en los medios para arrastrar votos y asegurarle el lugar a su heredero político. Una movida que huele más a nepotismo que a representación popular.
Además, la maniobra queda completamente expuesta luego de que Javier Milei y su espacio decidieran no apoyar a ningún candidato en elecciones provinciales, tras la mala experiencia con sectores kirchneristas disfrazados de libertarios en Santa Fe. En ese contexto, D’Alessandro se lanza sin el aval de La Libertad Avanza, pero manteniendo un discurso que intenta captar el voto libertario.
La pregunta que queda en el aire es clara: ¿puede un político nacional usar su lugar y su visibilidad para asegurarse un negocio familiar en la política local? En un momento donde la ciudadanía exige transparencia, meritocracia y renovación, estas jugadas dinásticas solo refuerzan el descreimiento en la política tradicional.
San Luis merece representantes con convicción, no figuritas que juegan al engaño para dejarle el sillón al hijo.