Y finalmente, la covid-19 tocó el domingo a un familiar del presidente chileno Sebastián Piñera. Su tío, el sacerdote Bernardino Piñera (104 años), ex arzobispo emérito de La Serena e investigado por el Vaticano por denuncias de abuso sexual en 2019. El tema fue evitado incluso por los medios chilenos, como el diario derechista La Tercera que borró un posteo en Twitter que aludía el tema, algo que generó de inmediato sospechas de censura, incluyendo memes sobre una supuesta llamada telefónica del presidente que hasta diputados como Renato Garín viralizaron.

Aunque medios como radio Biobío aseguraron —basándose en fuentes reservadas del gobierno y el certificado de defunción— que el sacerdote falleció por una neumonía vinculada al coronavirus, que lo afectó en mayo tras un brote en la Casa de Acogida Hermanitas de los Pobres en Santiago Centro donde residía, la vocera del gobierno Karla Rubilar se apresuró a aclarar que fue por su avanzada edad.

Todo indica además que el funeral pasó por alto los protocolos sanitarios tanto de distancia social como por medidas como abrir el féretro para ver el rostro del fallecido tío del presidente. En el audio de la ceremonia transmitido online— se escucha en medio de la música de Bach, una voz femenina diciendo: “Sebastián (Piñera) lo quiere abrir”, aunque los funcionarios explican que no se puede hacer, finalmente acceden. De forma previsible, el nuevo ministro de salud Enrique Paris y la subsecretaria de la cartera Paula Daza, salieron en defensa del presidente y su entorno, asegurando que “se cumplió el protocolo”.

Es que las contradicciones y falta de transparencia son, a esta altura, la marca registrada del gobierno chileno al punto de no saberse hoy la cantidad de muertos por covid-19. Recordemos que la semana pasada se reveló que el gobierno tiene dos conteo s: uno que se entrega al público y otro, a la OMS y que incluye casos de sospechosos o atribuibles a la pandemia. 

 De hecho, se tomó la particular decisión de entregar el “informe epidemiológico” sólo los sábados y seguir contabilizando las muertes de forma “tradicional” durante la semana. Así, en la primera lista Chile ya suma 7.144 muertes y en la segunda, al día de hoy van 4.502. Y aunque el informe de 77 páginas esté disponible online , la información resulta innecesariamente confusa y poco amigable para la ciudadanía. 

Esta confusión no sólo está presente en las conversaciones por Whatsapp o Zoom, los posteos en redes sociales o las llamadas telefónicas, sino que también recorriendo un Santiago que ya entró en invierno y parece nunca haber entrado en confinamiento. De hecho, las calles están repletas de repartidores en moto o bicicleta, carabineros desganados revisando el celular y a veces controlando a los numerosos autos (a pesar de que el gobierno aumentó las multas a quienes salgan sin autorización).

Pero lo más inquietante son las sirenas de ambulancias, hospitales y postas con carpas repletas de indigentes o de personas esperando atención o sectores como Plaza Yungay donde había personas sin mascarilla conversando entre ellos, a pasos de bancos y restaurantes reinventados como delivery. También se vio a un anciano subiéndose a una ambulancia mientras la calle era desinfectada en un operativo que tenía a todos los vecinos mirando con espanto la situación.

Todo esto mientras ya se reportan colapsos en las morgues, se dio a conocer una carta firmada por un grupo de cuarenta científicos, médicos, académicos e investigadores donde reconocen que el país “está de duelo” pero que aún es posible evitar unas siete mil muertes más según sus cálculos que, además, se relacionan con un problema estructural y económico de la sociedad chilena. “Las cifras conocidas del impacto del coronavirus en Chile nos indican que esta se convirtió́ en la peor crisis humanitaria del país de los últimos 80 años, superando la epidemia de influenza de 1957, en la que se estima, murieron 5.400 personas. ¿Habrá́ que sobrepasar la pandemia de Gripe Española de 1918-1920 donde murieron 37 mil personas en Chile para cambiar de estrategia?” .

El gobierno fiel a su estilo de bonos y cajas de alimentos que no duran más de una semana, no ha dicho nada hasta ahora.