Ladran Sancho, señal que pisaste un perro!!! Parafraseando y adaptándolo a la educación en la seguridad vial, deberíamos estar contentos, porque desde hace un tiempo, nuestras autoridades están inquietos sobre el tema vial.
Primero la Municipalidad con el informe, precario y sin fundamento multidisciplinar, del Automóvil Club Argentino. Y ahora el actual gobierno de la Provincia con distintas actividades sobre la seguridad vial, convenios con fundaciones de víctimas de accidentes de tránsito, un fallido intento con la sistematización informática del sistema panóptico adoptado, como en las grandes urbes de países desarrollados, inversiones millonarias y faraónicas para cobrar una multa y la última un congreso en forma light, justo cuando la ONU lanzó la semana de la seguridad vial, con un tema dietético intelectualmente hablando, en mis propias palabras, sería algo así como… guarda nene que la velocidad mata… de terror diríamos en el rioba…
En fin, pienso y no paro de pensar, es evidente que vivimos en una pantalla global auspiciados por los medios de comunicación y redes sociales en donde todos queremos ser visibles, para exponer nuestras vidas, que es nada menos que exponer nuestras miserias…
Por cierto, mecanismo perverso, dado que ahora son los medios de comunicación los formadores de nuestros hijos… Pero como decía mi viejo, esto es harina de otro costal…
Volvamos al tema, no puedo parar de relacionarlo, y para ello creo que la realidad no es algo que se pueda conceptualizar creo que la realidad, es nada más y nada menos que la vida misma.
La realidad y el mito de tener acciones con olor a “bosta”. Sepa Disculpar estimado lector si he ofendido su intelecto con la palabra que arriba aparece entre comillas.
De antemano le aclaro que la utilización de dicho término soez, en estas líneas como verá más adelante, posee una connotación ideológica, política y cultural, y no escatológica.
Lo que me lleva a relacionar las acciones de mesclar la realidad con algo místico al concepto fetiche del mercantilismo.
Dicha teoría de la alienación del trabajo de Marx es, en esencia, una conceptualización sobre las formas de la pérdida de la independencia sobre el trabajo total, es decir, de cómo y por medio de qué entramos los individuos en relación y quedamos constituidos por estas mismas relaciones de total dependencia.
La teoría de la alienación del trabajo tiene entre sus fundamentos la teoría del fetichismo de la mercancía. La relación entre la teoría del valor y del fetichismo ha sido objeto de numerosas disputas y omisiones interesadas dentro de las diferentes corrientes y autores de la tradición marxista.
Un rasgo que define la comunidad actual, sumergida mercantilmente dentro de los medios de comunicación y diferentes redes sociales, es que la interacción y la influencia mutua de los productores privados e independientes de mercancías se efectúan a través de las cosas, a través del contacto de los productos del trabajo entre sí. El carácter atomista-privado de las empresas y la ausencia de una regulación social directa y consciente genera necesariamente que las conexiones entre sus partes se realicen a través del mercado mediante el movimiento de las mercancías, las cosas, los precios y que no son sino expresiones objetivadas (procesos que se convierten en cosas) de los productos del trabajo. El fetichismo de la mercancía nos recuerda el enorme poder que tiene el capitalismo para hacernos olvidar que detrás del mundo fantástico de las mercancías, del dinero y las rentas no hay nada más nuestro propio y prosaico trabajo. Que nuestro trabajo queda borrado para la sociedad sin dejar rastro. Que nuestra actividad no nos pertenece. Que nuestro trabajo no es expresión de nuestras capacidades sino de nuestra alienación. Que el capital convierte nuestro tiempo de vida en tiempo de trabajo en su hambre canina de plusvalía. Que la potencia social de la que se pavonea el capital se mueve sólo por el nervio de nuestro trabajo y que los hilos invisibles del mercado asalariado son más fuertes que las cadenas de los esclavos.
En conclusión citando a Marx, necesitamos la revelación que los actores de la seguridad vial asumiendo el papel del proletariado para recuperar lo que nos han quitado (la seguridad), para ser dueños de nuestro trabajo, de nuestras acciones y no rendir culto a un fetiche de la mercancía (la política partidaria). Podemos crecer como sociedad en cuanto a nuestra seguridad vial, proponiendo cambios propios sin necesidad de recurrir a simples políticas proselitistas…