En esta nota una reflexión de Laura A Pereyra que vale la pena leerla para recapacitar como sociedad ante estos casos.
Fue encontrado en el arroyo Santa Catalina, a metros de donde hallaron algunas de sus pertenencias. El fiscal del caso dijo que cambiará la carátula por la de «homicidio».
Fue encontrada muerta este lunes a la tarde Camila Carletti, la joven de 22 años desaparecida hace 10 días en la localidad cordobesa de Adelia María.
Un equipo de buzos tácticos de Bomberos de la Policía de la Provincia halló el cadáver en el arroyo Santa Catalina, que cruza la zona rural del pueblo, a la altura del segundo puente.
El cuerpo se encontraba maniatado, sumergido y atascado en una piedra del arroyo Santa Catalina, a metros de donde fueron secuestradas la semana pasada varias de sus pertenencias.
Por la desaparición, había sido detenido el ex novio de la víctima, identificado como Juan Ramón Villar, de 28 años.
El joven fue aprehendido el pasado miércoles en la Terminal de Corrientes, donde se presume intentaba continuar viaje hacia otra provincia del norte.
Fuente policiales indicaron que viajaba en un colectivo de la empresa FlechaBus y se cree que se dirigía a la localidad de Santo Tomé.
La muchacha había sido visto por últimas vez el pasado 2 de septiembre, en la localidad de Adelia María.
La familia de la joven había denunciado que Camila salió de su casa por media hora y nunca más regresó.
El fiscal del caso, Walter Guzmán, dijo este lunes a la noche que, con el hallazgo del cuerpo, cambiará la carátula por la de homicidio, porque «estaríamos en presencia de una muerte violenta».
«En principio, es un homicidio. Habrá que determinar la forma y si es agravado», afirmó el funcionario judicial.
Villar estaba imputado por privación ilegítima de la libertad y estaba previsto que prestara declaración indagatoria este martes.
De todos modos, el acto procesal podría demorarse hasta que termine la autopsia y a la luz del giro que tiene ahora la causa.
¿Quién era Camila Carletti?
Camila Dolores Añiel Carletti nació hace 22 años en Chile. Antes de cumplir el año, por el fallecimiento de su padre, vino con su madre y su hasta entonces única hermana mayor hacia Argentina.
Son seis hermanas de 26, 22 (Camila), 18, 16, 14 y 12 años. Su mamá Graciela Carletti contó que Camila abandonó el colegio a los 15 años por una marcada adicción a las drogas.
Estuvo internada en un centro de rehabilitación en Cañada de Gómez y luego regresó al pueblo, donde formó pareja durante cinco años.
A fines de mayo, rompió esa relación y volvió a la casa con su madre, a quien ayudaba, vendiendo empanadas.
“Yo le buscaba trabajo -confesó su mamá-, pero en un pueblo te marcan. No encontraba trabajo, porque conocían de sus problemas con la droga, aunque ya había salido por completo de ese mundo”.
“Éramos muy apegadas. Estábamos siempre juntas y me ayudaba. Me decía a dónde iba y a qué hora volvía. Éramos muy amigas, muy unidas. El viernes le dije que volviera pronto y me dijo que en una hora regresaba», agregó. Ése fue su ultimo contacto.
Ese día habría sido el trágico encuentro con quien, a la postre, se habría convertido en su asesino.
Fuerte crítica al sistema y a la sociedad
Sobre el tema y bajo el título «La muerte `justificada´» Laura A Pereyra hace un análisis donde culpa al sistema y a la sociedad toda por lo que ocurrió con Camila, en un escrito que vale la pena leerlo, para lo cual lo transcribimos a continuación –hacé clic acá para leer la publicación original-:
La muerte `justificada´
Camila fue asesinada, su cuerpo se encontró en la profundidad de un arroyo cercano a Adelia María. La muerte de esta mujer nos lleva a la reflexión acerca de lo que se ha dicho y construido en relación a su vida y las justificaciones que se trazan en un hecho absolutamente injusto y reprochable. Como sociedad somos responsables de que cada día haya una menos.
Camila está muerta, mejor dicho está asesinada, pero eso no es noticia, todos ya lo sabían cuando desapareció, cuando los primeros comentarios hicieron la relación de que se drogaba, se prostituía, por ende iba a “terminar mal”.
Sin embargo Camila murió mucho antes de caer en las manos siniestras que se creyeron dueñas de su palpitar, murió cuando fue mirada mal, cuando fue estigmatizada por tener un problema de adicción, cuando fue tachada de “rarita” por usar piercings y tatuajes, cuando le negaron la oportunidad de ser, porque quienes son diferentes quedan en las afueras de una sociedad que dice ser inclusiva y respetuosa, con todos, en la medida que nos parezcamos y no rompamos con las “buenas costumbres”.
Es más fácil hablar de que “la chica” no tenía “acciones correctas” que del asesino que le quitó el aliento, que la mató con saña, que le comió los sueños en el monstruoso poder de robar la existencia por ser mujer.
Camila ha sido obligada a morir, una más en un mundo que grita una menos y que sin embargo suma víctimas porque la vida se ha vuelto poca cosa, sobre todo en la construcción de una sociedad que pone un ojo más o menos acusador en el victimario de acuerdo al “prontuario” de la vida que ha tenido la víctima.
Decir que Camila era prostituta o drogadicta está de más, no tiene razón de ser, no tendría que interesar en absoluto a nadie, pero eso es lo que pesa en la historia de vida de esta mujercita que acabó en las manos asesinas de un ser al que de algún modo se lo justifica y avala cuando muchos hablan de la “vida fácil” de la víctima que “iba a acabar así”.
Camila está muerta, está degollada, está atada, está en la profundidad de la oscuridad y sus ojos nos miran pidiendo auxilio, pidiendo una oportunidad, nos gritan por ayuda, desde su imagen en una foto ella nos sigue hablando, nos pone el espejo para que nos miremos y para que realmente la observemos como una mujer que simplemente quería vivir…
Lic. Laura A Pereyra