San Luis (LaNoticia) 09-09-15. Hace unos días, la foto de un niño sirio muerto en las playas del Mediterráneo provocó una conmoción en el mundo. El pequeño no es un número más de una estadística sobre inmigrantes, tenía un nombre: Aylan; tenía una familia (su madre y su hermanito también murieron). Una imagen que sacudió, golpeó la conciencia de la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas de este planeta que mantienen la capacidad de turbarse ante la tragedia, de asombrarse ante un niño inerte devuelto por el agua como los residuos.
Un ícono que representa a todos los seres humanos refugiados, un símbolo de la inhumanidad, de un mundo sumergido en guerras injustas, con pueblos pauperizados y formas irracionales del sistema económico internacional. Aylan representa a todos los niños y niñas de los países que sufren las consecuencias de invasiones de los poderosos que se ufanan de bombardear con naves no tripuladas. Encarna a todos los esclavizados en diferentes lugares del planeta, incluidos Rolando y Rodrigo, los dos niños bolivianos muertos en el incendio del taller clandestino, en Capital Federal, hace unos meses; simboliza al adolescente muerto al caer por una baranda, desde el sexto piso, por desidia y falta de control del gobierno de la ciudad de Buenos Aires.
Los procesos actuales de la mayoría de los países latinoamericanos nos llaman a no cerrar ojos ante las situaciones cercanas o lejanas que producen desigualdad, muertes, carencia de lo indispensable, indiferencia. No hay excusas ni «peros», cualquiera sea el origen étnico, religioso, regional… para considerar que las vidas poseen menor o mayor valor. Especialmente cuando las personas desplazadas, provienen de territorios invadidos por las potencias mundiales, o están sumergidos en enfrentamientos que en realidad, son provocaciones generadas por sectores internacionales que ambicionan las riquezas naturales de su tierra.
La Argentina ha sido y es un ejemplo en el mundo por la admisión de refugiados o de perseguidos; es indispensable sostener esta experiencia que también compromete en la solidaridad, la fraternidad y la generosidad para con los propios conciudadanos en situación de vulnerabilidad.
Porque el Derecho a la Vida es para todos y todas. Y la Dignidad también.