El Papa Francisco ofició su última misa campal ante un millón de personas en el predio militar de Ñu Guazú, en las afueras de Asunción, y llamó a pasar «de la lógica del dominio, del aplastar y manipular, a la lógica del acoger, recibir y cuidar».
Francisco sostuvo que el objetivo de los fieles de Jesús «es pasar de la lógica del egoísmo, de la clausura, de la lucha, de la división, de la superioridad, a la lógica de la vida, de la gratuidad, del amor». Ante una audiencia en la que destacaban en primera fila los presidentes de Paraguay, Horacio Cartes, y de la Argentina, Cristina Kirchner, afirmó que hay que «pasar de la lógica del dominio, del aplastar, manipular, a la lógica del acoger, recibir, cuidar. Son dos las lógicas que están en juego, dos maneras de afrontar la vida y la misión», apuntó.
Antes de llegar al predio con más de un millón de personas, según estimaciones de las autoridades, el Papa visitó el barrio pobre de Bañado Norte de Asunción, vivo ejemplo de la desigualdad en Paraguay. Jovial con todos los niños que se lanzaban a tocarlo, y dispuesto a repartir besos a enfermos y ancianos, Francisco celebró «la pelea» por la tierra y por una vida más digna «que no les ha sacado la solidaridad; por el contrario, la ha estimulado, la ha hecho crecer», dijo a miles de vecinos.
En ese lugar, a orillas del río Paraguay, viven unas 23.000 familias, aproximadamente 100.000 personas, expulsadas del campo a la ciudad, según denunció María García, de la Coordinadora de Organizaciones de los Bañados. Esos cinturones de miseria están conformados mayoritariamente por familias de origen indígena y campesino, expulsados a la vez de las ciudades hacia la periferia desde hace por lo menos 80 años en un proceso que no ha tenido variantes.
Francisco destacó la importancia de la fe y la solidaridad para afrontar los momentos de dificultad. «La fe despierta nuestro compromiso, nuestra solidaridad. Una fe que no se hace solidaridad, es una fe muerta» sentenció el pontífice ante miles de habitantes del Bañado Norte, ubicado en la periferia de la capital.
Elogió el espíritu de sacrificio de la gente que tiene que luchar diariamente contra todo tipo de dificultades y carencias. «Una lucha que no les robó la sonrisa, la alegría, la esperanza. Que no les ha sacado la solidaridad. La ha estimulado y hecho crecer», agregó el Papa argentino.