Por:
Johana Gómez.
Referente provincial del Frente de Izquierda – Unidad.
En los últimos días tuvieron lugar algunos episodios importantes que tienen que ver con la negociación de la deuda. Fueron significativos no tanto por los montos que estaban en juego, sino porque revelaron algunas de las posiciones de los protagonistas de la negociación.
En este sentido, es necesario referirse al traspié que sufrió Alxel Kicillof en la Provincia de Buenos Aires por un vencimiento de intereses de deuda que tuvo lugar el pasado 26 de enero. El Gobernador adelantó que no podía pagar esos montos y pidió prorrogar el desembolso hasta mayo; la mayoría de los fondos no aceptó; la provincia estuvo al borde del default, es decir, la cesación de pagos; luego Kicillof hizo nuevas ofertas de plazos y montos y, finalmente, por la negativa esencialmente de un fondo de inversión, “Fidelity”, terminó pagando lo mismo que debía abonar el primer día. No alcanzó al 75% de conformidad necesario para que la oferta tenga éxito. El mismo día que se conocía el fracaso de Kicillof, el Ministerio de Economía de la Nación también sufría un revés porque solo un 10 % de acreedores accedía al canje de unos bonos que había intentado cambiar por nueva deuda. Para algunos analistas, los acreedores se sintieron “envalentonados” por la capitulación del Gobernador de la Provincia de Buenos Aires.
Estos hechos dejaron en claro una cuestión: quienes proponen el no pago de la deuda (dentro de un plan integral para una salida que beneficie a las mayorías) no son “locos descolgados” que quieren “patear el tablero” dentro de un diálogo consensual y racional, sino que proponen responderle al salvajismo de los acreedores en el único idioma que entienden.
Pero, además, más allá del apoyo en términos de gestos que logró Alberto Fernández de parte de autoridades de Alemania, España, Francia e Italia e incluso del Papa, lo que pasó con la provincia más grande del país fue revelador de que al acuerdo “amistoso” que propone el Gobierno, los acreedores responden con una ofensiva rabiosa. Esto no quiere decir que, necesariamente, no puedan llegar a un arreglo con el FMI, sino que ese eventual acuerdo – que no está asegurado para nada – no será gratuito.
En ese contexto, Cristina Kirchner presentó su libro (“Sinceramente”) en Cuba el sábado pasado por la tarde. Allí realizó afirmaciones tan interesantes como contradictorias y que dejan algunos interrogantes. Entre otras cosas, dijo que “debería” investigarse la deuda porque siempre pasa lo mismo y también que “deberían” revisarse los contratos con las empresas de servicios públicos para ver si, en el marco de los enormes beneficios que tuvieron por los aumentos de 3.000 o 4.000 %, cumplieron con su parte. La realidad es que el Gobierno convalidó los aumentos y los contratos y propone pagar la deuda sin investigar. Ahora, estos planteos pueden entenderse de dos maneras: o la expresidenta – que es parte del Gobierno – vuelve y le propone a Alberto Fernández no pagar la deuda para investigarla, ya que no tendría sentido investigarla después de pagarla; o estos planteos son nada más que un discurso “por izquierda” (hecho desde La Habana) para encubrir y contener ese flanco, mientras en la práctica se hace una cosa completamente opuesta.
La realidad es que los hechos van demostrando que no hay “males menores” entre los acreedores, ni internas de “buenos y malos” en el Fondo Monetario Internacional, ni compresión “amistosa”, ni nada eso. Lo que hay es una defensa de intereses. Y cuando defienden sus intereses, en el fondo son todos buitres, ya que no tienen escrúpulos para promover y garantizar ajustes terribles (con represión mediante, lógicamente) contra el pueblo trabajador y los sectores populares, en aras de recibir su porción (y varias más) del gran pastel de la deuda externa.
Por ello, como bien dijo Nicolás Del Caño – Diputado Nacional del Frente de Izquierda – “el repudio de la deuda no es una cuestión ideológica, ya que el dinero que se destina su pago es dinero que no se invierte en salud, educación, trabajo y vivienda. La ‘redistribución’ que propone el Gobierno Nacional se basa entre los que están menos peor y se nutre del ‘sacrificio’ de quienes no llegan a fin de mes”.
En todo caso, si “hay que pagar la deuda” (tendría que ser luego de una gran auditoría pública, al menos), que el dinero lo pongan los sectores que mayor fortuna concentran y que – dicho sea de paso – fueron los que más se beneficiaron (en dólares, obvio) con las políticas gubernamentales de los últimos años.