Por:
Johana Gómez.
Referente provincial del PTS / Frente de Izquierda.
A los pocos días de que se fueran los líderes mundiales que participaron del G20 en Argentina, volvieron a escena los problemas económicos. El país, lejos del ciclo virtuoso de inversiones y crecimiento económico que había imaginado Macri cuando confirmó que la cumbre se realizaría en Buenos Aires, atraviesa una recesión violenta, una inflación incontenible, la pérdida sustancial del poder adquisitivo del salario, el aumento de la desocupación, de la pobreza y de la indigencia.
Además, el país está encadenado a una deuda asesina y con imposibilidad de nuevos créditos en el mercado financiero internacional. Sería vano abrumar con las cifras que confirman este deterioro general, y que salen todos los días en diarios, portales, en la TV y en la radio.
La crisis actual marca claramente que la cumbre del G20 fue el escenario perfecto para confirmarle al establishment nacional e internacional, a los dueños del país y, particularmente, a la clase trabajadora argentina que está en curso un nuevo saqueo contra el pueblo trabajador, el cuarto de las últimas décadas, en beneficio de las grandes fortunas, las multinacionales, los especuladores y el gran empresariado.
Primer, segundo, tercer y… cuarto saqueo.
El primer saqueo fue el que conquistó la dictadura para las clases dominantes, a sangre y fuego. Después, entre 1989 y 1991, la hiperinflación, la privatización de los servicios públicos y los despidos masivos fueron un duro golpe que abrió paso a la hiper-desocupación de los años ´90. Finalmente, la crisis de 2001-2002 sumergió a millones en la pobreza, implicó una devaluación de enormes proporciones que pulverizó el salario y confiscó a miles de pequeños ahorristas.
Esta vez, quieren hacer lo mismo. Todas las promesas del macrismo se demostraron falsas y, ahora, buscan que la crisis la pague el pueblo trabajador. No hubo ni “lluvia de inversiones”, ni baja de los índices de inflación, ni “pobreza cero”. Es más, sucedió exactamente lo contrario. El 2018 termina como el año de mayor aumento de precios desde 1991, mientras que la recesión empieza a pegar fuerte sobre el trabajo y se deterioran la salud, la educación, la vivienda.
A diferencia de las grandes mayorías populares, algunos ganaron mucho durante este tiempo. Es el caso – por ejemplo – del capital financiero, las empresas privatizadas o las patronales del campo. Más claro imposible: Macri y compañía gobiernan para los ricos.
Pero lo peor está por venir. Ante el fracaso de su plan económico, el macrismo se entregó al FMI, que a cambio de un préstamo de salvataje que solo sirve para seguir pagando la deuda, impuso condiciones brutales como el plan de “déficit cero” para 2019. Seguirán ajustando a quienes menos tienen para pagarle a los buitres y especuladores.
La trampa del peronismo / kirchnerismo.
La crisis, a pesar de las promesas de los diversos sectores peronistas, no tendrá solución después de las elecciones de 2019. El fenomenal crecimiento de la deuda pública implica, en los planes capitalistas, mayores ajustes y ataques, como reformas previsionales o laborales en el próximo período.
La situación internacional, lejos de ayudar, es convulsiva. Se espera una recesión económica en los próximos años, mientras que no cesan las tensiones geopolíticas y comerciales entre potencias como Estados Unidos y China, así como los ascensos de fenómenos políticos aberrantes y ultraderechistas como Jair Bolsonaro en Brasil, que impactan sobre toda Sudamérica. También surgen grandes ejemplos de lucha como el de los «chalecos amarillos» en Francia que enfrentan al derechista de Emmanuel Macron, frenando sus políticas de ajuste, desfinanciamiento y aumentos de precios.
Ante la crisis, el macrismo solo propone seguir bajo las órdenes del FMI. El peronismo, por su parte, no hace más que vender ilusiones. Primero, porque fueron ellos los que ayudaron a Macri a llegar hasta acá. Fueron los sectores del peronismo los que durante estos tres años le dieron a “Cambiemos” los votos en el Congreso Nacional, donde el oficialismo cambiemita es minoría. Así se votó el presupuesto 2019 del FMI, el saqueo a los jubilados o la entrega a los fondos buitre, entre tantas otras leyes. También son sus gobernadores los que aplican el ajuste en muchas provincias, desde Alicia Kirchner a Juan Manuel Urtubey, pasando por Alberto Rodríguez Saá.
Por otro lado, es el peronismo el que junto con sus dirigentes sindicales se negó a enfrentar con planes de lucha serios los ataques durante todo este tiempo. Toda la burocracia sindical especula con distintos sectores del peronismo para las elecciones de 2019. Con la excusa de que “hay que esperar a las próximas elecciones”, se encargaron de vender toda lucha emprendida por la clase trabajadora, el movimiento de mujeres y el estudiantado.
Más allá de sus discursos, en los que algunos buscan diferenciarse de otros, todos coinciden en negarse a convocar a un paro nacional activo y a un plan de lucha con continuidad, en la perspectiva de la huelga general para derrotar el ajuste. Lo vimos una vez más cuando dejaron pasar sin lucha la aprobación del presupuesto del FMI. Solo la burocracia sindical, en sus diversas variantes, es lo que impide una lucha unificada y hasta el final contra el ajuste.
Si nada se puede esperar del peronismo federal colaboracionista de Macri, tampoco nada puede venir del lado del kirchnerismo. Si bien ese espacio siempre buscó mostrarse diferente del peronismo más de derecha, hoy su principal figura (Cristina Kirchner) llama a la unidad de todos los opositores para ganarle las elecciones al Macrismo. Como dijo Agustín Rossi, incluso convocan a Miguel Ángel Pichetto, Juan Urtubey y Sergio Massa, entre otros. No es extraño, ya gobernaron con ellos en el pasado. En esta misma sintonía, los dirigentes sindicales kirchneristas solo llaman a medidas de lucha tibias y aisladas en el tiempo, negándose a planes de lucha serios. Es que no quieren derrotar el ajuste sino capitalizar el descontento de forma electoral de cara al 2019.
Sin embargo, esto no es todo. Como dijo Axel Kicillof, en caso de ser gobierno no romperían con el FMI ni dejarían de pagar la deuda. Es decir, que seguirían ajustando al pueblo trabajador y reprimiendo a los que busquen resistir, hasta conducirnos a una crisis catastrófica por la imposibilidad de seguir pagándole a los especuladores. Nada de esto es extraño tampoco. Durante doce años de kirchnerismo, pagaron más de 200 mil millones de dólares de deuda, y reprimieron a quienes lucharon contra los ataques de su gobierno, siempre aliados a lo peor de la burocracia sindical, como con Moyano durante años, o bien con los Caló y los Pignanelli en su último período de gobierno.
Más aún. En su discurso en la CLACSO de Noviembre, Cristina Kirchner llamó a incorporar en su espacio a “pañuelos verdes” y “celestes”, dándole la espalda a los cientos de miles de mujeres que en 2018 salieron a las calles a pelear por sus derechos. Tampoco esto llama la atención, no solo porque durante doce años de kirchnerismo no hubo derecho al aborto, sino también porque importantes sectores de la Iglesia Católica están actuando para el armado opositor contra el macrismo, tratando de evitar que haya lucha en las calles contra el ajuste. La Iglesia busca la “paz social”, que siempre beneficia a los capitalistas que siguen aplicando los planes de ajuste, manteniendo sus márgenes de rentabilidad. Por eso, Cristina pidió desde el Senado Nacional que “no se enojen con la Iglesia”.
De Francia a Argentina, la lucha es una sola.
En las calles de Francia, se empieza a mostrar cómo enfrentar los planes de saqueo de los distintos gobiernos. Que se avance en derrotarlos dependerá en gran medida de si el movimiento obrero, superando el conservadurismo de sus direcciones actuales, entra en escena con sus propios métodos.
Ante ello, la lección para la clase trabajadora argentina es que esperar a las elecciones de 2019 – como hicieron todos los sectores del peronismo, la burocracia sindical y la Iglesia – no hace más que fortalecer la consolidación de los ataques de “Cambiemos” y el FMI.
Los planes de Macri y del peronismo llevan – todos – a nuevas catástrofes para el pueblo trabajador. Conducen a un mayor aumento de la pobreza, de la desocupación, al deterioro de la salud, la vivienda y la educación. Al igual que en Francia con el movimiento de los “chalecos amarillos”, la lucha en Argentina es una sola, y se traduce en no permitirle a la casta política gobernante nuevos saqueos históricos sobre nuestros bolsillos y nuestra vida.
Si bien el gobierno nacional y sus voceros, seguramente, disfrutaron de su minuto de gloria durante el G20, las luces de tan soberbio, opulento y lujoso encuentro ya se apagaron, quedando la misma Argentina saqueada, ajustada y en crisis.