Un gobierno nacional en crisis cuya imagen sigue desplomándose. La economía internacional con malas noticias. Y el marketing a favor del ajuste, la “mano dura” y el “combate” a la corrupción que le trae más dolores de cabeza que soluciones.
En los últimos meses, el gobierno nacional de Mauricio Macri pasó de la euforia y alegría electoral a una crisis que quiere pero no puede resolver. Mientras la reforma (estafa) previsional aprobada en diciembre del año pasado le costó mucho más de lo que pensaba todo su séquito político, al punto tal que tuvieron que ponerle “pausa” al proyecto de reforma laboral, la economía nacional no mejora, menos aún, después de las “malas nuevas” que vienen del exterior con las alarmantes caídas de las bolsas de valores y la tan esperada lluvia de inversiones que cada vez se parece más a un sueño que a una posibilidad, y el descontento social sigue creciendo producto de las políticas cambiemitas de ajuste que, con salarios por debajo de la inflación, devaluación, despidos y tarifazos, dejan solamente las polillas en el bolsillo de los trabajadores cada fin de mes.
Todo esto, sin mencionar los casos de Santiago Maldonado, Rafael Nahuel, el ARA San Juan y los escándalos de sus ministros, ha llevado a que la imagen positiva de la gestión “Cambiemos” caiga cada semana. Por eso, uno de los principales problemas que enfrenta el macrismo es levantar la caída de su imagen para las elecciones presidenciales del 2019. Así es que, ni tan lerdos ni perezosos, los propagandistas adictos al gobierno ya tomaron nota de ello, profundizando el marketing a favor del ajuste, la “mano dura” y el “combate” a la corrupción. Pero, es una realidad que toda esa propaganda le está trayendo más dolores de cabeza que soluciones.
En el caso del ajuste, el discurso de la “transparencia” y “eficiencia” estatal con el fin de achicar el gasto público fue tan sólo (y nada más) un pequeño paño frío para bajar la fiebre provocada por los escándalos de trabajo informal del Ministro Triaca que se cruzó con los miles de despidos en las reparticiones del Estado Nacional cuyos conflictos y luchas vienen generando más solidaridad social y popular para los trabajadores despedidos que para el mismo gobierno. Con el tema de la paritaria nacional docente (la más importante del país) pasa lo mismo, ya que nada puede justificar el techo del 15 % de aumento que se le quiere imponer a los docentes desde el Ejecutivo Nacional cuando de por medio han habido devaluación y múltiples tarifazos.
Por el lado del supuesto combate a la corrupción, a la administración macrista tampoco le va muy bien. La campaña contra la corrupción de la burocracia sindical, buscando desprestigiar a las castas que se enriquecen en los gremios como vía para atacar las luchas de los trabajadores, ha quedado bastante desgastada. Más aún si vemos la tranquilidad e impunidad de la que gozan los burócratas sindicales más dóciles a la política de “Cambiemos”, el papelón de Triaca (el Ministro de Trabajo de la Nación que contrata empleados en negro y los usa para intervenir sindicatos) y el último escándalo del Ministro de Finanzas de la Nación Luis Caputo que ocultó su participación en empresas offshore que se beneficiaron con la compra de bonos de la deuda argentina a 100 años. Estos hechos, sin enumerar tantos otros, hablan por sí solos de la falsedad de la propaganda amarilla cuando de combatir la corrupción se trata.
Si las respuestas de los trabajadores en lucha contra el ajuste y los escándalos y papelones de sus ministros vienen siendo dolores de cabeza para Macri, la nueva campaña o propaganda a favor de la “mano dura” contra la inseguridad no es menos. La escalada represiva, el envalentonamiento y abuso de las fuerzas del Estado vienen generando mucho descontento y desprestigio en la población como así también muchas críticas al gobierno nacional incluso por sectores afines al oficialismo. Al pretender buscar mayor disciplinamiento social con políticas de criminalización a toda persona, sector u organización que se le cruce, el gobierno está abriendo una caja de pandora que más temprano que tarde puede abrir nuevas crisis y dolores de cabeza mucho más fuertes en un momento en el que los globos amarillos se han desinflado cualitativamente y cuando cada vez falta menos para la batalla por la reelección en el 2019.
Lejos de ser la máquina arrolladora que avanzaría a todo trapo con el “reformismo permanente” después de su triunfo electoral, la realidad es que desde fin de año el oficialismo nacional viene haciendo política de contragolpe con una agenda pública totalmente descontrolada y con respuestas improvisadas a los problemas que se le aparecen. Así le viene dando la espalda a las luchas de los trabajadores en todo el país, a la vez que viene tanteando de forma pragmática qué pasos puede seguir dando a favor del gran capital y los empresarios.
Contra ellos que quieren seguir enriqueciéndose a costa del sudor del pueblo trabajador, está la izquierda de Nicolás Del Caño y Myriam Bregman y el sindicalismo combativo que vienen exigiendo a las centrales sindicales que unifiquen las luchas de los trabajadores en todo el país y convoquen a un paro nacional activo para ganarle a las políticas de ajuste y represión del macrismo y compañía.