“Estamos extremadamente contentos y orgullosos. Es la culminación de un esfuerzo muy grande, empresarial por el lado de Hugo Sigman, y técnico por parte de aquellos que trabajamos desde el laboratorio. Somos 150 personas concentradas en este objetivo”, dice Mauricio Seigelchifer, director de Transferencia de Tecnología en mAbxience, el laboratorio que pertenece al Grupo Insud y que fabricará la vacuna contra el coronavirus desarrollada por la Universidad de Oxford. En este diálogo, el doctor en Ciencias Biológicas (UBA) y referente del proyecto narra los detalles sobre el acuerdo con AstraZeneca y describe la puesta a punto de las rutinas productivas: un viaje directo hacia el corazón de la planta en la que se cocinarán las vacunas.

–La planta de Garín se inauguró en febrero. Es sorprendente la velocidad que adquieren los acontecimientos científicos y tecnológicos con la pandemia…

–De hecho, no se inauguró para producir la vacuna sino para anticuerpos monoclonales. Sin embargo, como éstos se producen en células de mamífero en cultivo y los virus, que constituyen la materia prima de la vacuna que realiza Oxford también, las mismas instalaciones tienen la capacidad de reciclarse y operar para este nuevo desafío que nos plantea la pandemia. Salvo por alguna que hay en Brasil y en Cuba, no hay plantas en Latinoamérica que tengan nuestras características. Desde mi perspectiva, esto nos deja una lección.

–¿En qué sentido?

–Muchas veces la sociedad se pregunta por qué los Estados deberían invertir en ciencia y tecnología. Gracias a que nuestro país tiene científicos de calidad es que podemos aprovechar la oportunidad. A menudo no se tiene muy en claro la función inmediata de lo que se está investigando. Con la planta en Garín ocurrió eso, el objetivo era otro en febrero. Nadie imaginaba que el mundo luego de seis meses estaría en estas condiciones que hoy atraviesa.

–¿Cómo se llegó al acuerdo con Oxford y AstraZeneca?

En general, los laboratorios que más rápidamente se inclinan a producir vacunas son los que ya cuentan con un método de elaboración para otras enfermedades. Oxford ya venía con mucha experiencia y había desarrollado experiencias en el caso de Ébola, por ejemplo. De modo que desde sus laboratorios emplearon un adenovirus –que tradicionalmente causa resfríos en chimpacés– y le colocaron una información genética para conseguir producir la proteína de la superficie del coronavirus (conocida como Spike, “S”). A escala muy pequeña vieron que les funcionaba bien en ratones y que éstos desarrollaban anticuerpos; ahí es cuando ingresa AstraZeneca, que permite comenzar a pensar la fabricación de la fórmula pero en serie, es decir, miles de millones de dosis. Y tuvo una idea muy buena la farmacéutica.

–¿Qué idea?

–Se propusieron producir la vacuna en cada región pero con productores locales. Entonces fue a India y ubicó a un laboratorio capaz de producir células en cultivo, lo mismo hizo en China y en Brasil. En Latinoamérica entabló conversaciones con Sigman y comenzó a surgir esa posibilidad. Nosotros desde hace mucho trabajamos con esta técnica, de hecho, no solo contamos con las instalaciones sino también con los recursos humanos que entienden sobre el proceso productivo de una tecnología de esta magnitud. Más tarde se acercó la Fundación Slim para aportar el financiamiento, porque hay que tener en cuenta que las vacunas comienzan a producirse antes de que sean aprobadas.

–Esto es controvertido. La de Oxford tuvo éxito pero apenas se probó en 1077 voluntarios.

–Y sí, uno empieza a fabricar miles de millones de dosis de algo que no sabe si se podrá comercializar. Si nosotros esperásemos el resultado de los ensayos clínicos (fase III) y recién ahí iniciamos la producción, retardaríamos al menos cinco meses la distribución de la vacuna. En una situación de pandemia sería horrible.

–Desde mAbxience saldrán las 250 millones de dosis para toda América Latina. ¿Cuáles son los pasos de aquí en adelante?

–AstraZeneca tiene una metodología de producción que nosotros todavía no conocemos. No sabemos muy bien acerca de la cocina de su estrategia. En los próximos días, junto a la gente de transferencia tecnológica de la empresa británica comenzaremos a discutir algunos aspectos. Nosotros le mandaremos un informe detallado de nuestra planta y ellos nos enviarán el propio, como una maqueta ideal de lo que debería ser una infraestructura para producir la vacuna. De allí saldrá un análisis de los insumos y maquinarias estructurales que nos faltan para poner todo a punto; de cualquier manera nosotros calculamos que tenemos el 90% de lo que hay que tener como requisito. Luego tenemos que importar los bancos celulares y, por otro lado, traducir todo al castellano porque nuestros operarios deben comprender las instrucciones sin equívocos.

–¿A qué se refiere con lo de los bancos celulares?

–La fórmula se produce en un tipo especial de células (probablemente de chimpancés), en las cuales se cultiva el adenovirus que nosotros utilizaremos como materia prima para la vacuna. Los virus siempre crecen en células porque son parásitos absolutos. Nos enviarán, entonces, las células (en general congeladas) y también al virus. El primer paso del proceso será hacer crecer células en una buena cantidad y luego las trasladaremos a un bioreactor (2 mil litros), en el que ese crecimiento se torna mecánico. El siguiente paso es inyectarles el virus que comienza a crecer adentro de ellas.

–¿Las células se infectan adentro del reactor con el virus?

–Sí. Una vez que el virus infectó mucho a las células, como resultado, se obtiene mucho virus. Como solo nos interesa contar con el virus, lo purificamos, esto es, descartamos a las células y solo nos quedamos con el patógeno, que será la sustancia activa e insumo fundamental de la vacuna.

–La pregunta, entonces, es: ¿por qué el adenovirus modificado infecta a las células de cultivo adentro de un reactor y no a las del cuerpo humano cuando esa fórmula ya es una vacuna? Es decir, ¿por qué la vacuna es segura?

–Porque las de cultivo que están en el reactor no son humanas y sí las puede infectar, mientras tanto, al ser un adenovirus modificado al que se le incorpora la proteína S (Spike) del coronavirus, no llega a infectarnos y enfermarnos, sino que por el contrario nos despierta las defensas, nos genera anticuerpos. No se puede replicar en nuestro cuerpo.

–Con el virus purificado, ¿qué hacen?

–Lo congelaremos en una especie de bidones y lo mandamos a México. Allí lo descongelarán, lo fraccionarán, empaquetarán y distribuirán a la región.

–¿Cuándo comienzan con la producción?

–Estimamos que entre dos y tres meses, a mediados de noviembre. En principio produciremos más lento, una tira inicial de 20 millones de dosis por mes, mientras que en una segunda etapa –cuando estemos más familiarizados– podremos fabricar cerca del doble. Llegaremos sin problemas a las 250 millones que anunció Alberto Fernández en la conferencia. Entre seis y nueve meses alcanzaremos esa meta.