En las últimas semanas, los incendios afectaron al 20 por ciento del Delta del Paraná y 46 mil hectáreas de las sierras de Córdoba. Son registros que están entre los máximos históricos y preocupan a las comunidades, especialistas y autoridades porque además de las pérdidas materiales, tienden a profundizar el desequilibrio ecosistémico e implican una emisión masiva de gases de efecto invernadero.
Los incendios tienen múltiples causas: factores climáticos, intereses agropecuarios, inmobiliarios y mineros y prácticas de antaño de parte de pequeños agricultores que terminan en accidentes por el mal manejo del fuego. También hay deficientes prácticas estatales, falta de regulación, de prevención y de capacitación.
La magnitud de los incendios despertó la atención sobre la Ley de Humedales, que tendría impacto directo en el caso del Delta. Hay proyectos de todas las fuerzas parlamentarias que buscan, con matices, crear un ordenamiento territorial de éstas áreas, lo cual implica el control sobre la actividad agropecuaria, minera e inmobiliaria, motivo de lobby en contra de sectores económicos.
Página/12 consultó sobre los incendios en el Delta, a Roberto Bo, licenciado en Ciencias Biológicas (UBA) y director del Grupo de Investigación en Ecología de Humedales (GIEH) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, y en relación a la situación en Córdoba, a Horacio Britos, ingeniero agrónomo de la Universidad de Córdoba y técnico de la Secretaría de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena (Coordinación Córdoba).
El Delta
“Los análisis satelitales muestran que el 20 por ciento de las 1.750.000 hectáreas del Delta están quemadas. En la anterior quema de 2008 se quemó el 11 por ciento”, indica Roberto Bo. “Los factores climáticos y meteorológicos son condicionantes, ya que los grandes incendios ocurren en años secos. Este año, hay además una bajante históricade los ríos de la cuenca del Paraná. Sin embargo, los orígenes del fuego son humanos. Un elemento fue el traslado de la ganadería a zonas de Delta, empujada por el avance de la frontera agrícola.
Los ganaderos hicieron cosas que no correspondían porque se quedaban sin pasto. Si bien este año no había demasiada ganadería en la zona, hubo decisión de quema y a muchos se les fue de control, porque hay mucha biomasa en pie, plantas pirógenas y casi no hay agua en el suelo. Se trasladan prácticas pampeanas a un contexto muy distinto, como es el humedal”, detalla el especialista.
“Hay intereses mineros vinculados a la extracción de arena, inmobiliarios, intención de hacer más agricultura en la zona y de aprovechar la hidrovía. Esto hace un caldo de cultivo para las quemas. Además, todo fue favorecido por el contexto de pandemia, que redujo controles estatales y hizo que menos gente circulara por la zona”, detalla Bo.
“La nueva realidad climática es que hay alternancia entre eventos extremos de inundación y de sequía. Esto nos obliga a ser más cuidadosos, teniendo en cuenta que una buena parte de la población argentina vive a la vera del sistema fluvial Paraná-Rio de la Plata. Los fuegos surgen como consecuencia de un inadecuado ordenamiento ambiental territorial. Se necesita de mayor presencia del personal adecuado del Estado y una ley de Humedales que regule el uso de las tierras”, concluye Roberto Bo.
Sierras de Córdoba
Según datos que el INTA elaboró junto a la Federación de Bomberos de Córdoba, en estos meses en las sierras de Córdoba se quemaron 46.827 hectáreas. «Tenemos ciclos de 8 a 10 años en donde aparecen incendios más grandes. En muchos casos, hay una acción humana inicial, pero encuentran condiciones favorables dadas por la situación atmosférica y la baja humedad del suelo, que está cubierto de pastizales o pajonales pirógenos, con biomasa en pie. En la zona en donde se originó el fuego no se da el avance de la frontera urbana, que es lo que más genera especulación por precios de las tierras», explica Horacio Britos.
«En Córdoba hubo una tradición de quemar para habilitar tierras para pastoreo en zonas de sierras, de hecho las sierras estaban cubiertas con bosque, que quedó muy reducido a causa del uso del fuego para hacer ganadería mayormente bovina. La fisionomía de la región se conformó con fuego mal manejado. Si bien era manejo tradicional la quema para estimular el rebrote, hoy en día esto no es generalizado. Pero hay casos aislados e intencionalidades y el ecosistema es proclive al incendio», agrega.
«No hay que criminalizar a la gente, que por ahí no tiene otra posibilidad tecnológica. Hay falta de capacitación y de conocimiento frente al cambio climático y es necesario tener un manejo agropecuario con otro abordaje, más sabio en cuanto a los ciclos de pastoreo y que apunte a la restauración de bosques, que son mitigadores. Necesitamos mejores dotaciones de bomberos, salud, acceso a internet, formación para los campesinos y oportunidades para los jóvenes. Y para ello se necesita un Estado con más recursos, es decir, que los ricos paguen más impuestos», concluye Britos.