El presidente Javier Milei no conoce a nadie que esté por debajo de la línea de Luis Caputo en el organigrama de Hacienda, pero debería. A Juan Pazo, de hecho, se lo cruzó hace unas semanas en ExpoAgro y fue él quien debió explicarle quién era. Curioso: el personaje en cuestión funciona, en los papeles, como el segundo de Caputo, pero en los hechos es el ministro de Economía en las sombras, el que maneja el poder y las relaciones de una cartera clave que se mueve con demasiada independencia del Ejecutivo. Algo que en el corto plazo podría generarle al Presidente algunos dolores de cabeza, de esos que son propiedad histórica de los dirigentes «casta», y que se relacionan con la acumulación de lugares de poder e influencia.
En las últimas horas, Pazo volvió a erigirse como un cuadro de relevancia con la razzia que armaron, junto a Caputo, para desarmar la secretaría de Bioeconomía y quedarse con otra área clave, que intentaba tener independencia de Hacienda y que era una piedra en el zapato por los pedidos repetidos de bajar las retenciones, algo a lo que Caputo se niega de manera terminante.
Pazo, que viene de ser socio de Francisco de Narváez en el grupo textil Alas, llegó a la cartera sin cargo, por su amistad con Caputo: en los años de Mauricio Macri, Caputo era funcionario y Pazo, Superintendente de Seguros. Luego, su ex compañero le creó un cargo que no existía, la secretaría de Coordinación en Hacienda, y ahora también Pazo es secretario de Industria y Desarrollo Productivo. Su pasado textil, cuentan los que lo conocen, es lo que le dio expertisse para trazar un vínculo muy fluido entre las empresas y la política, uno de los activos de un sector que por sus características trabaja cerca del Estado.
En la dinámica de trabajo diaria, mientras Caputo funciona como un ministro de Finanzas, centrado en lo fiscal y monetario, su segundo hace todo el resto: nexos con empresarios, negociaciones con el sector del agro y relacionamiento. «Soy el que define la política agropecuaria argentina», se lo escuchó decir el fin de semana. Esta situación generó que, luego del despido de los dos laderos del titular del área, el propio secretario Fernando Vilella amenazara con renunciar. En el sector le pidieron que se quede, y el tándem Caputo-Pazo le dio una gota de agua en el desierto: le aceptaron poner a Manuel Chiappe, de la ONG Barbecheando -que hace lobby legislativo de la agenda del agro- como jefe de asesores de la secretaría.
«Soy ganadero, tengo un fondo»
Pero el cambio importante fue la designación de Sergio Iraeta, abogado y productor agropecuario de la zona de Tandil, al frente de Producción Agropecuaria y Forestal. «Es de su extrema confianza», dicen en el entorno de Pazo. Hay conexiones entre ese apellido y el tándem Caputo-Pazo. En el 2020, el hoy ministro en las sombras creó un fondo de inversión agropecuaria llamado Invernea. De hecho, en reuniones privadas bromea al decir que «soy ganadero porque tengo este fondo».
En Invernea conviven familiares de todos: las operaciones ganaderas están a cargo de Estanislao Iraeta, familiar del funcionario nombrado; en ese fondo, Sergio Iraeta también es inversor. En administración y Finanzas aparece Nicolas Caputo, hijo del actual ministro. El gerente de Asuntos Legales es Ignacio Federici, hermano de Mariano, ex jefe de la UIF en la era Macri; mientras que el actual director del fondo es Mariano del Pino, de Rapsodia, una de las textiles que eran del grupo Alas.
Pazo, como publicó Página I12 el fin de semana, fue uno de los que integró las mesas de rosca empresaria que armaron junto a Caputo con ceos, cuando estaban fuera de poder y militaban a la líder PRO Patricia Bullrich. Uno de esos ceos, Carlos Corro, director Comercial de la cadena de supermercados Jumbo, es amigo de ambos y quien ayuda al gobierno de Milei a instalar la idea de que los precios en los supermercados están bajando.
Un dato de color: Caputo tiene una casa en el country patagónico Cumelén, donde veranean Macri y buena parte del poder económico, incluido Corro, el hombre del grupo Cencosud. Ese enclave veraniego -donde también pasan los eneros el juez de la Corte Carlos Rosenkrantz, Ignacio Blaquier y los dueños de los laboratorios Roemmers- es central para contar hoy el esquema de relaciones políticas y sociales de Caputo, Pazo, y el residual del macrismo que se vincula a empresarios y que hoy copa varias líneas internas en el ejecutivo libertario.