Por:

Johana Gómez.

Referente provincial del Frente de Izquierda – Unidad.

Hay un peligro que recorre el mundo, un fantasma que puede afectar en un futuro no muy lejano la vida diaria de las grandes mayorías en todo el planeta: creer que en unos meses la pandemia pasará y todo volverá a la normalidad, a ser como antes.

Pero, lo cierto es que nada volverá a ser igual. Por un lado, porque aún está lejos de conocerse una salida sanitaria a un virus que hasta ahora ha causado más de 3,5 millones de personas contagiadas y más de 253.000 personas fallecidas a nivel global, ya que las ansias de ganancias de las clases dominantes capitalistas no solamente que desoyeron las advertencias científicas, sino que también se encargaron de desfinanciar en los últimos años todos los sistemas de salud en los diferentes países del mundo.

Por otro lado, porque la crisis del coronavirus está golpeando de forma inédita a la economía mundial. Estados Unidos, por ejemplo,tuvo una caída del 4,8 % de su Producto Bruto Interno (PBI) en el primer trimestre del año, tratándose de la mayor caída desde la Gran Recesión de 2008, y la desocupación tuvo un ascenso meteórico del 3,5 al 20 %.

La economía de China, por su parte, se contrajo por primera vez en cuatro décadas y registró una caída del 6,8 % en lo que va del 2020, con quiebras de empresas y un desempleo cercano al 20 %. Y, por último, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ya elevó su proyección de pérdidas de fuentes laborales por la pandemia en hasta 305 millones de empleos solo en el segundo trimestre de 2020.

Todos estos datos combinan en parte una realidad que ya es y afecta a millones de personas, con proyecciones interesadas que buscan instalar en la agenda mediática y política el miedo al desempleo, agitándolo y usándolo para avanzar con reformas laborales de derecho y de hecho, bajando salarios y precarizando las condiciones de trabajo.

Es lo que estamos viendo en Argentina con la Presidencia de Alberto Fernández. En los últimos días, por medio de un acuerdo entre el Gobierno nacional, la Confederación General del Trabajo (CGT) y la Unión Industrial Argentina (UIA), se firmó bajar los sueldos de millones de trabajadoras y trabajadores, incluso a pesar de que con fondos públicos ya se está subsidiando a las empresas.

De hecho, el pasado lunes, desde la Casa Rosada se informó que van a seguir rescatando al empresariado, ahora con $27.000 millones del presupuesto nacional para abonar una parte de los salarios de 1.310.000 trabajadoras y trabajadores del sector privado durante el mes de mayo, confirmando un nuevo aporte a los empresarios que vienen (hace rato) siendo prioridad para la casta política gobernante, aún en medio de la crisis.

Encima, como si todo ello fuera poco, el funcionariado “nacional y popular” confirmó la semana pasada que, a pesar de la situación de emergencia reinante, no le subirán los impuestos ni a los bancos, ni a las privatizadas, ni a los terratenientes, ni a ninguno de los grandes grupos económicos que siguen haciendo ganancias millonarias.

Mientras amplios sectores de la sociedad argentina se hunden en la pobreza, el Gobierno nacional buscará con dudoso éxito encauzar la economía y controlar la pandemia sin haberse preparado adecuadamente, ya que siguen faltando testeos masivos, elementos de protección sanitaria y de atención en los hospitales y centros de salud. Con una economía estancada desde hace años en el país y un mundo en crisis, el panorama es oscuro si no se afectan realmente los intereses de los grandes grupos económicos y las riquezas de quienes mayor fortuna concentran.

Las muertes por COVID-19, la unidad por arriba para garantizar un ataque desenfrenado contra la clase trabajadora, el aumento del desempleo, las reducciones salariales, la precariedad cada vez mayor del trabajo y el crecimiento de la pobreza e indigencia no son un fenómeno natural inevitable: son el resultado de las políticas de los gobiernos capitalistas en todo el mundo.

Como contracara a ello, tanto en Argentina como en el resto del planeta, estamos viendo las primeras movilizaciones de protesta de trabajadoras y trabajadores que se ponen de pie, que no quieren naturalizar lo que está pasando y que no van a permitir que las consecuencias económicas y sociales de la pandemia caigan sobre sus espaldas.

Mientras los “dueños” del mundo y de nuestro país quieren hacernos pagar los platos rotos del coronavirus, se hace más urgente que nunca organizarnos para salir a enfrentarlos y, en ese camino, para pelear por otra salida a la crisis actual, construyendo alternativas políticas socialistas de la clase trabajadora, las mujeres y la juventud por todas partes.

La pandemia que nos azota demuestra, hoy más que nunca, que el capitalismo nos está llevando al desastre. Por eso mismo es necesario reorganizar la sociedad sobre nuevas bases, donde nuestras vidas, nuestra salud y nuestro medio ambiente valgan más que las ganancias privadas y la riqueza de un puñado de capitalistas miserables.