El oficialismo cree que así cierra la polémica por la visita a los genocidas presos. Arrieta armó su propio bloque que sigue apoyando a Milei y LLA pierde su condicion de segunda minoría. Menem busca a Zago.

Lourdes Arrieta decidió irse de La Libertad Avanza antes de que la echaran. La diputada mendocina venía de prender el ventilador sobre los entretelones de la visita a los genocidas en el penal de Ezeiza y sabía que tenía las horas contadas, por lo que prefirió ahorrarse una nueva discusión –la última había terminado a los gritos– y partió a armar una bancada aparte. El monobloque se llama «Fuerzas del Cielo – Espacio Liberal» (FE) y contará solo con la presencia de Arrieta. Su partida, por más anunciada que hubiera estado, sin embargo, no deja indemne al oficialismo, que ahora arrastra el peso de perder otra diputada más y, con ello, la segunda minoría de la Cámara de Diputados (que ahora compartirá con el PRO). Arrieta, además, no abandonó el bloque sin tirar antes una última bomba –vinculada al supuesto financiamiento de la visita al penal de Ezeiza– que tenía como objetivo enviarle un mensaje a Martín Menem: la novela no había terminado

Finalmente, LLA definió echar a una de las diputadas que viajaron al pabellón de genocidas de Ezeiza a sacarse una foto con varios genocidas, entre ellos Alfredo Astiz, aunque no por los motivos que le reclamaba la oposición. Lourdes Arrieta, después de haber denunciado penalmente a sus compañeros de bloque (dos veces), de responsabilizar a Martín Menem por la visita al penal, de filtrar los proyectos en los que se estaba trabajando para liberar a los genocidas y de difundir las conversaciones privadas sobre cómo se había organizado la visita, fue corrida del bloque libertario. Ella terminó anticipándose y rompió primero, pero la decisión ya había sido tomada de antemano por sus compañeros de bloque. Muchos de los cuales también habían integrado la comitiva a Ezeiza y hoy continúan formando parte del bloque como miembros plenos. 

«Decidí hacer mi propio bloque porque no puedo ser parte de un lugar donde no me respetan a mí ni la agenda del Presidente», anunció Arrieta a la salida del Congreso a las 20.30, apenas unos minutos antes de que comenzara el zoom del bloque libertario que definiría su expulsión. Los votos ya estaban –solo Rocío Bonacci, otra de las «arrepentidas» de la visita al penal, quería abstenerse–, por lo que Arrieta decidió adelantarse y convocar una conferencia para informar que integraría el nuevo bloque «FE», siglas que buscaban aludir a su fe cristiana evangélica (la misma fe que ella utilizó como excusa, en una conversación privada de LLA, para justificar que se podía ir a visitar a represores a la cárcel). 

«Como parte del oficialismo, seguiré defendiendo mis valores judeocristianos y liberales, acompañando al presidente de la Nación, Lic. Javier Gerardo Milei, desde mi labor como legisladora», explicó la diputada a través de una nota que le envió a Menem. Arrieta insistiría en que ella seguiría formando parte del oficialismo, sin embargo la decisión no deja de herir el armado de LLA en el Congreso. LLA quedará, a partir de ahora, con solo 37 diputados propios: la misma cantidad de diputados que el PRO. Esto es un problema para LLA, que originalmente había dilatado la expulsión de Arrieta para evitar quedar empardado con un aliado que, la semana pasada, había decidido mostrar los dientes y había colaborado para voltear el DNU de los 100 mil millones para la SIDE.

En el oficialismo fingen indiferencia –«Si el PRO nos quiere cagar nos va a cagar con 36, 37 o 38 diputados. Ya lo hizo», reflexionan algunos–, pero Menem está preocupado. La semana pasada se reunió, incluso, con Oscar Zago, el expresidente del bloque libertario que Menem había maniobrado para reemplazar, en abril, por Gabriel Bornoroni. Zago integra, desde entonces, el MID junto a Cecilia Ibáñez y Eduardo Falcone. Y Menem le propuso armar un interbloque para sumar peso en el recinto: una propuesta que Zago, hasta hace unos meses, venía impulsando y que Menem, en cambio, había hecho oídos sordos. Los roles, ahora, se habían intercambiado, y Zago le respondió que prefería esperar a ver si se podía armar un interbloque con el PRO. «Zago está disfrutando», murmuraban, irónicos, en LLA.

Crónica de una expulsión anunciada

Si bien Arrieta se les adelantó, la expulsión de la diputada se venía gestando hace tiempo. Ya hace semanas que varios la cuestionaban por haber salido a «salvarse sola» después de que se desatara el escándalo de la visita al penal de Ezeiza. «Nací en 1993 y no tengo ni idea de quiénes eran», se defendió, entonces, la mendocina, que aseguraba que Beltrán Benedit la había llevado «engañada». Pero la gota que había rebalsado el vaso había sido la denuncia penal por coacción, amenazas, abuso de la autoridad y conspiración contra sus compañeros de bloque que habían organizado la visita. «Cruzó los límites, rompió los códigos», afirmaban desde la presidencia de la Cámara de Diputados en donde, hasta hace solo un par de semanas, hacían malabares para evitar la fuga de un nuevo voto libertario.

A la denuncia –que el fiscal desestimó por «pueril e infantil»– se le sumaba, además, que Arrieta venía responsabilizando a Menem por la excursión al penal. «Martín Menem deberán dar explicaciones. Nosotros no nos mandamos solos», había declarado en la comisión de Peticiones la semana pasada, cuando se comenzó a debatir en Diputados la excursión a Ezeiza. Arrieta ya había denunciado a Sharif Menem, sobrino y secretario privado del presidente de la Cámara, pero últimamente venía acusando –cada vez con mayor insistencia– al propio Menem de haber estado al tanto de la organización. 

Hasta la semana pasada, sin embargo, la línea Menem-Bornoroni era la de encapsular el tema y contener la tropa interna. «No nos podemos dar el lujo de seguir perdiendo diputados», reflexionaban. Pero la denuncia penal y, luego, la decisión de Arrieta de amagar con dar quórum en la sesión por el DNU de Inteligencia terminó generando una ola de bronca interna que se expresaría, finalmente, en una reunión de bloque en el Salón Blanco el miércoles pasado. 

Ese día, Arrieta terminaría siendo removida por la fuerza por la Seguridad del Congreso.  «No tenían los huevos para defenderme cuando me tenían que defender. Yo recibí amenazas de muerte y ustedes se cagaban de risa de mi. Me hicieron una cama», bramaba la diputada, cuyos gritos se habían escuchado en todo el Palacio. ¿El motivo? Minutos antes, Nicolás Mayoraz y Lorena Villaverde, dos de los diputados que venían pidiendo su expulsión, la habían increpado por la denuncia penal, y Arrieta había explotado. «Nadie se acercó para tranquilizarme. Ni siquiera Martín Menem, que en vez de levantarse y preguntarme cómo estaba, lo primero que dijo es que ‘era momento de no ser tibios y de no venderse como putitas’», relató, luego, la propia Arrieta que, pocas horas después de aquel cruce, iría a la comisaría a denunciar a Mayoraz, Villaverde y el propio Menem por violencia de género.

Arrieta no es, sin embargo, cualquier diputada. La mendocina, hija de un exmilitar acusado por torturas durante la guerra de Malvinas, había integrado el círculo íntimo de Menem y había estado al mando del armado de LLA en Mendoza. Pero solo en el último mes terminó quedándose sin nada. Y, a modo de venganza, la diputada decidió dejar un tendal de denuncias. La última, motorizada por su abogado Yamil Castro Bianchi, hace hincapié en un supuesto financiamiento de parte de los genocidas a los abogados «para avanzar en una agenda contraria a los intereses del presidente», según describe la propia Arrieta.

Pese a las denuncias y la ira acumulada durante semanas, sin embargo, el bloque optó por hacerse el distraído. El zoom que tendría que haber definido su expulsión fue, al final, breve y ascéptico. «Arrieta no forma parte del bloque», anunció Bornoroni. Y eso fue todo.