La renuncia aceptada del ministro de Turismo y Cultura, Juan Manuel Rigau, y la limpieza total en su cartera son un claro mensaje político del gobernador Claudio Poggi. La temporada turística quedará en manos de Romina Carbonell, una figura de Avanzar que Poggi confía plenamente para dar un golpe de timón en un ministerio que, hasta ahora, era territorio radical. Pero, ¿qué detonó esta decisión?

El radicalismo, en la mira

La gota que colmó el vaso fue la abstención de los diputados radicales Ivana Ricca y Ricardo Jiménez en la votación de la reforma electoral impulsada por el Gobierno. Mientras 40 diputados incluido los opositores del PJ votaron a favor de la eliminación de la Ley de Lemas y la implementación de la Boleta Única Papel, los radicales eligieron la abstención.

Esa abstención fue un escándalo, especialmente porque los mismos legisladores habían firmado un informe unánime que sirvió de base para el proyecto presentado por el Ejecutivo. Entonces, ¿a qué juega el radicalismo?

La respuesta de Poggi

Las decisiones de este miércoles dejan un mensaje contundente: quien no esté dispuesto a remar en la dirección que marca este gobierno, no tiene cabida en su gabinete. La reforma electoral no es un tema menor; es la columna vertebral de un gobierno que apuesta por la transparencia y el fortalecimiento institucional. Poggi lo dejó claro desde el inicio de su gestión: no hay lugar para ambigüedades ni intereses mezquinos. La conducta de los diputados radicales puso en jaque el mensaje de unidad y compromiso con los ciudadanos, algo que no está dispuesto a tolerar.

El fin del radicalismo como socio confiable

Esta purga en Turismo y Cultura puede ser el principio del fin para el radicalismo dentro de la estructura del Gobierno. ¿Cómo confiar en un espacio político que no respalda ni sus propias propuestas? La decisión de Poggi de entregar esa cartera a Avanzar no es solo un movimiento estratégico, es una declaración de principios: el cambio no se negocia, y quien no esté a la altura del desafío queda afuera.