Aunque todo el mundo espera por las vacunas, no se deben perder de vista las otras propuestas de fármacos que la comunidad científica internacional está explorando. Investigadores de la Universidad de Pittsburgh de Estados Unidos consiguieron aislar una molécula muy pequeña que neutraliza al Sars CoV-2. Se trata de un fragmento de anticuerpo 10 veces más chico que uno de tamaño completo y fue empleado para la fabricación de un fármaco denominado “Ab8”. Fue probado en ratones y, según indicaron los especialistas, “ha demostrado ser muy eficaz”. Podría ser suministrado para uso terapéutico en pacientes ya contagiados, así como también para prevenir la infección del patógeno. El estudio, publicado en la prestigiosa revista Cell, fue evaluado por expertos y expertas de las Universidades de Carolina del Norte y Texas de EEUU, y por las Universidades Británica de Columbia y la de Saskatchewan en Canadá.
La estructura de los anticuerpos enteros está compuesta por cuatro cadenas, dos son livianas y dos pesadas. Las cadenas pesadas, a su vez, constan de cuatro partes llamadas “dominios”. “De los cuatro dominios hay uno que está en la punta del anticuerpo, que es el que, en el caso del coronavirus, se pega a la proteína S (Spike) y es empleado por los investigadores en este estudio. Lo que hacen es generar miles y miles de fragmentos de anticuerpo distintos y evalúan cuál tiene más afinidad con Spike”, explica Jorge Geffner, doctor en Bioquímica e Investigador Superior del Conicet. Luego continúa con el detalle de los beneficios que podría traer aparejado el modelo propuesto: “En vez de lo que hacen todos, que generan todo el anticuerpo monoclonal, el grupo científico trabaja con un fragmento diez veces menor y esto constituye una excelente ventaja porque es mucho más fácil de difundir hacia adentro de los tejidos. A los anticuerpos enteros les cuesta mucho más acceder a regiones del organismo; por ello, si lo que se busca es neutralizar al patógeno, estamos en presencia de una estrategia muy útil”, plantea.
“Es un anticuerpo hecho por ingeniería genética. Lo que los investigadores toman es el pedacito (cadena pesada variable) que se une a la proteína S del virus y a una porción muy específica de ella que se denomina RBD, que interactúa con el receptor celular AC2. Lo que se puede ver en el trabajo es que logran mejorar los valores de la respuesta antiviral, incluso, por encima del nivel de defensas que alcanzan los pacientes que se curan de coronavirus”, destaca Nicolás Torres, becario postdoctoral del Conicet y miembro del equipo del Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME) que dirige Gabriel Rabinovich. En concreto, el anticuerpo realizado por ingeniería genética culmina funcionando mejor que los generados de manera natural por los organismos de pacientes recuperados. “Como son tan pequeños cuentan con la posibilidad de meterse en los recovecos del cuerpo y reconocer a la proteína S de los coronavirus, a pesar de los mecanismos que han desplegado los virus a lo largo del tiempo para conseguir evadir a la respuesta inmune y ocultar los dominios de reconocimiento”, sostiene el joven inmunólogo.
Sucede que de la misma manera que los virus mejoran sus estrategias para utilizar el funcionamiento de la maquinaria celular en su favor, la ciencia debe apelar al uso de la creatividad y diseñar esquemas basados en ideas superadoras. Al ser más pequeño, el fragmento del anticuerpo que crearon en la Universidad Pittsburgh cuenta con la posibilidad de alcanzar tejidos y neutralizar al virus con mayor éxito, así como también, puede ser suministrado por distintas vías. De hecho, se cree que la inhalación sería la modalidad más acorde.
Para Geffner, a grandes rasgos, lo que procuran hacer con Ab8 es muy similar a lo que se intenta con los diversos proyectos de vacunas candidatas y con la terapia de plasma: transferir anticuerpos. “Es muy parecido a otros anticuerpos neutralizantes, pero específicamente se vincula con un sector pequeño de la cadena pesada. Lo han probado con mucha eficacia en un modelo de infección de ratones y hámsteres, y se ha visto que los anticuerpos llegan muy bien cuando son administrados por vía sistémica”, comenta Geffner. Como siempre, se deberá tener en cuenta que existe un largo trecho entre las pruebas de laboratorio y los ensayos clínicos a gran escala. “En el presente, hay más de cien terapias que emplean anticuerpos monoclonales para cáncer. Sin embargo, para covid todavía no hay nada que haya sido validado. Tampoco hay trabajos que hayan demostrado que la vía inhalatoria sea efectiva, aunque particularmente le tengo mucha confianza porque la infección de coronavirus se presenta en la vía área, en contacto directo con el exterior”.
El hecho de que pueda servir como tratamiento para las personas ya infectadas, así como para los individuos que aún no se han contagiado, es una ventaja muy importante. Podría, en caso de comprobarse su éxito en ensayos clínicos posteriores, contribuir a que los pacientes se recuperen más rápido y evitar que los grupos de riesgo (profesionales de la salud, adultos mayores) contraigan la enfermedad. “A diferencia de las vacunas, en las que uno necesita de varias semanas hasta que el cuerpo desarrolle su propia respuesta inmunológica, aquí los individuos reciben el anticuerpo ya preformado. En efecto, no habría que esperar que las defensas de la persona hagan algo, sino que ya viene listo desde el laboratorio”, dice Torres.
Entre los autores principales del artículo se halla Dimiter Dimitrov, reconocido en el mundo por ser uno de los científicos que primero descubrió los anticuerpos neutralizantes para el coronavirus SARS (Síndrome Agudo Respiratorio Severo) que en 2003 se originó en Asia y también se propagó hacia diversos continentes, ocasionando la muerte de 774 personas. En el futuro, deberán avanzar con las pruebas clínicas y demostrar, sobre todo, su permanencia en los individuos. Es decir, si generan defensas, será cuestión de averiguar por cuánto tiempo. Un aspecto adicional nada desdeñable son los costos: “Los tratamientos disponibles para cáncer que utilizan anticuerpos monoclonales cuestan 50 mil dólares. Por ello, habría que ver, de tener éxito, cómo podrían democratizarse las condiciones de acceso. Suelen ser muy costosos, las compañías lucran un montón con este tipo de desarrollos y esto podría agravarse en un escenario de pandemia”, advierte Geffner.
En el presente, existe toda una línea de desarrollos internacionales que investigan en nanobodies (anticuerpos pequeños) que se obtienen de las llamas. Sin ir tan lejos, desde el Laboratorio de Virus Gastroentéricos del Instituto de Virología del INTA, Viviana Parreño explora las potencialidades de las defensas humanas a partir de las bondades biológicas que ofrecen los camélidos sudamericanos. “Los anticuerpos de camélidos son muy parecidos a estos. Durante mucho tiempo se han propuesto como opciones pero ninguna ha avanzado en los ensayos clínicos. Es una cuenta pendiente de la inmunología, porque para los virus pueden llegar a ser muy útiles”, concluye Torres.