“Actualmente los gobiernos de las ciudades modernas, emprenden acciones no tradicionales de desarrollo en el plano de la promoción del empleo, la lucha contra la pobreza, la defensa del medio ambiente, la promoción de la cultura, la modernización de la educación y la salud o la mejora de las condiciones de vida de jóvenes y ancianos.”
Las funciones clásicas del Municipio han sido las de construir obras de infraestructura; administrar y proveer servicios básicos y normar o regular el desarrollo local. En muchas localidades intermedias y pequeñas de América Latina, la municipalidad ha construido caminos, puentes, escuelas, puestos de salud, mataderos, redes de agua, alcantarillado y energía eléctrica. También administra servicios como la recolección de basura, los mercados y mataderos, el registro civil, la policía municipal y regula el desarrollo urbano-territorial, el tránsito y la ubicación espacial de las actividades económicas.
Sin embargo, más allá de la concepción tradicional, la municipalidad juega un papel cada vez más importante en el impulso del desarrollo, concebido este como una integridad.
Actualmente la gobiernos de las ciudades moderna, emprenden acciones no tradicionales de desarrollo en el plano de la promoción del empleo, la lucha contra la pobreza, la defensa del medio ambiente, la promoción de la cultura, la modernización de la educación y la salud o la mejora de las condiciones de vida de jóvenes y ancianos.
La acción pública local debe contribuir a crear un ambiente económico, social y político propicio para un desarrollo humano sustentable. La municipalidad moderna debe funcionar como una instancia facilitadora que estimula la acción mancomunada de los diversos agentes sociales locales. Participación ciudadana y estímulo del desarrollo local son, a fin de cuentas, las dos caras de la misma moneda.
Está claro que la municipalidad puede y debe jugar un rol activo en el fomento del desarrollo económico local. El estímulo al crecimiento de la economía local no sólo es una tarea municipal propia, sino también la mejor manera de contribuir a erradicar la pobreza que afecta a muchas comunidades urbanas y rurales.
Pero dicho desarrollo económico, no debe atentar con el medio ambiente.
La Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo en su importante informe «Nuestro Futuro Común» acuñó el término “Desarrollo Sustentable” para indicar que se debe «asegurar que se satisfaga las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las propias».
Esto es una alerta sobre las terribles consecuencias para el medio ambiente natural del actual estilo de desarrollo.
La contaminación y escasez del agua, la contaminación del aire, los desechos sólidos peligrosos (como puede se la basura tecnológica), la degradación de suelos, la Pérdida de biodiversidad y la deforestación, son algunos ejemplos de lo que se debe evitar un intendente, al intentar conseguir el desarrollo económico de una ciudad.
Otra tarea municipal importante es, la preservación de la cultura. En un mundo globalizado que arrincona las identidades locales se debe preservar sistemáticamente nuestro patrimonio cultural.
Por lo cual un intendente idóneo, tiene que impulsar una estrategia para el rescate y defensa de la cultura local, que proteja las expresiones más tradicionales y ricas de nuestro legado.
En síntesis, las municipalidades exitosas tienen buenos jefes de gobiernos, es decir, dinámicos gerentes públicos rodeados de colaboradores efectivos. Entendiendo como Gerente, es todo aquel que tiene personal a su cargo, con la finalidad de obtener resultados concretos para su empresa, municipalidad o institución. En cualquier caso, hoy el gerente privado o público tiende a ser visto más como un líder motivador, que concede espacios de autonomía y es seguido por su ejemplo, más que por su discurso.
La función del intendente o alcalde supone comunicarse y movilizar a la comunidad, no sólo a sus funcionarios, la particularidad de la gerencia pública local está en su carácter de «gerencia para la participación», donde cobra alta relevancia la consideración por los ciudadanos.
Esto es, sin duda, bien sabido por los políticos que a veces se exceden en la promesa de campaña y el halago al ciudadano como futuro votante. Sin embargo, es evidente que persuadir y movilizar a la comunidad, tras tareas concretas, implica interesarse vitalmente por sus problemas. Para ello es necesario entenderse con diversas instituciones que tienen, cada una, fines propios: las organizaciones sociales, las universidades, las ONGs, la empresa privada, otras entidades públicas.
Un error común a muchos funcionarios estatales es sobrevalorar su autopercepción y suponer que poseen autoridad suficiente para imponer sus puntos de vista. La participación, entonces, requiere de una gran habilidad para convencer, negociar y motivar de parte del gerente público local. Concertar a partes disímiles pasa a ser una destreza necesaria para cualquier jefe de gobierno o gerente público local. Sin duda, esta habilidad para hacer participar a la comunidad y a sus equipos técnicos debe ser una de sus características principales.