La diferencia entre lo que ofrece Argentina y lo que piden los acreedores externos representa apenas tres dólares, comentan los voceros de los bonistas. Mienten en los números mientras esconden otras variables. Los tres dólares por cada bono equivalen a un total aproximado de 3000 millones. No es lo mismo.
Además, ocultan que están sobre la mesa de discusión condiciones legales del acuerdo. Los acreedores, con el Fondo de inversión BlackRock como adalid, son maestros en el arte de correr el arco. Imponer nuevas reglas.
El Gobierno nacional regatea la plata y pulsea por las reglas contractuales. En ese lapso mejoró su reputación internacional; un avance inimaginable hace ocho meses, importante aunque no suficiente. El abanico de aliados de Argentina trasciende al Papa Francisco. Sumó a presidentes de la Unión Europea. Se granjeó a pulso el aval del Fondo Monetario Internacional (FMI), el G-6 y la Asociación Internacional de Mercados de Capitales, gravitante en el mundo financiero. Aval jamás absoluto, condicionado.
El tándem indivisible formado por el presidente Alberto Fernández y el ministro de Economía Martín Guzmán, aparte de defender el patrimonio nacional, tiene que ceñirse a reglas consensuadas con esos grandes jugadores. El FMI espera su turno para negociar. Argentina debe cuidar sus recursos para tramitar prórrogas y, quien sabe, acaso algún crédito para tramitar la malaria.
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Plazos móviles, planteo firme: Hoy vence el enésimo plazo de las intrincadas tratativas. Como tantas “dead line” previas, puede prorrogarse con manierismos técnicos. Es altamente probable que así sea y pase hasta fin de mes. Nada es seguro hasta el momento mismo del anuncio.
Guzmán se plantó a su modo, firme sin resignar el tono amable, en el reportaje publicado en PáginaI12 . “No podemos ofrecer más a los acreedores y, si no hay acuerdo, avanzaremos con el FMI en un nuevo programa y con el sector privado volveremos a hablar en seis u ocho meses, pero con una propuesta de reestructuración más profunda”. Repitió casi textual a AF, como contaremos líneas abajo. El orden de los factores, en este caso, cambiaría el producto.
Guzmán habla todos los días con emisarios de BlackRock. Una labor insalubre que completa informando a Fernández de volea. El ministro conversa con el FMI y con capitostes del sistema financiero mundial.
Funcionarios de primer nivel chimentan que en los zooms de este week end BlackRock se mostró dispuesto a bajar un dólar el valor presente de los bonos. La diferencia quedaría onda dos dólares, según los fabuladores de la City. O dos mil millones de palos verdes dicho en criollo. No hay corroboración oficial del dato. Sshh.
Ni la palabra de BlackRock es, precisamente, una garantía.
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La letra grande: Las cláusulas de acción colectiva constituyen otra de las claves. Los negociadores argentinos deben precaverse de peligros futuros en tribunales extranjeros. Reglas laxas en esos pactos pueden significar que una minoría de fondos haga detonar el pacto en cualquier momento, aún en los primeros años de gracia. Otro riesgo simétrico acecha: que una minoría consistente vete un cierre razonable. Retroceder un milímetro en las condiciones puede frustrar un pasable cierre financiero.
Los grandes Fondos de Inversión pugnan por rectificar la letra de los contratos y Argentina carece de margen para retroceder. Tal vez, opina este cronista, todavía menos margen que para retocar unos centavos su oferta. Y nula voluntad de aflojar.
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Ecuador, el contraejemplo: “Aprendan de Ecuador” argumentaban los perdonavidas de derecha, días atrás. El presidente Lenin Moreno (quien traicionó hasta a su nombre de pila) suscribió un acuerdo express con acreedores externos. Con un país quebrado, récord de muertos por coronavirus, cadáveres en las calles, cuesta tomarlo como ejemplo. Los gurúes de la City lo ensalzaban. Guzmán, en sus chats al presidente, explicaba que Ecuador había cerrado con plazos de vencimiento muy breves y a una tasa de interés más elevada que la ya reconocida por las contrapartes a nuestro país.
Durante este fin de semana se empiojó la negociación de Ecuador. Un par de Fondos de inversión rehusaron el pliego de condiciones de BlackRock que Moreno firmó al pie.
La negociación pende de un hilo, el riesgo país de Ecuador supera la alta marca argentina. Tal vez hoy se defina según informa la prensa especializada. Cualquier desenlace reafirmará que estas tratativas son complejas, inciertas, plagadas de vicisitudes.
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Resumen ejecutivo: Desde que Fernández ganó las elecciones sostuvo:
• Que le interesa salir del default que le legó el ex presidente Mauricio Macri. Aspira a llegar a un acuerdo con los acreedores externos pero no al costo de sacrificar el futuro de los argentinos. Malo el default peor, llevar a la quiebra al Estado.
• La fórmula es crecer para pagar. Néstor Kirchner puro. El orden de esos factores altera el producto.
· En el itinerario, Fernández- Guzmán restauraron el mercado interno de capitales en pesos. Lograron el respeto de figuras políticas de primer nivel, instalaron en “el mundo” que son la parte que negocia de buena fe.
• A Dios rogando y regateando mejoraron la oferta dineraria. Las cláusulas se movieron menos porque son una trampa y están sometida al escrutinio de actores poderosos.
• Cuando “la República” presentó su última y máxima oferta (enmienda) Economía publicó un comunicado, puesto en vitrina mundial. El párrafo final lo redactó AF de puño y letra, por así decir. Expresaba “Argentina tiene la plena intención de llegar a un acuerdo sostenible que no someta a su pueblo a más sufrimientos y angustias. Sobre la base de esas premisas, el gobierno argentino manifestó que la propuesta del 6 de julio es la oferta definitiva de la República a sus acreedores y representa el máximo y último esfuerzo que el país puede sostener. Con esa convicción, nuestro país alienta a la comunidad de acreedores a aceptarla, sabiendo que de no ser así toda negociación futura será más compleja porque más difícil será la situación que enfrente Argentina”.
Lo mismo que les comentó Guzmán a los colegas de este diario. Concuerdan en que hay en juego mucho más que tres dólares. O dos, quién sabe. Saben a quiénes representan en esta historia que continuará.