Por Daniel Poder

El de este viernes fue uno de los peores discursos del Gobernador Alberto Rodríguez Saá que yo recuerde haber escuchado a lo largo de años en una apertura de Asamblea Legislativa.

Un discurso desenfocado, sin autocrítica, vacío en lo político y de contenido, contradictorio, recargado de un anecdotario personal superfluo, repetitivo de anuncios ya hechos con anterioridad, y desencantado, si es que intentó insuflar algún tipo de expectativa en la sociedad para los tiempos que se avecinan.

Paso a argumentarlo.

Desenfocado y sin autocrítica.

Habló dos horas quince minutos y no dijo ni una palabra sobre los mayores flagelos que azotan a los puntanos en este último año.

Primero, hace 291 días que desapareció de entre nosotros una nena de 6 años que jugaba en una calle de la ciudad de San Luis y Rodríguez Saá no hizo ni una mención a ella. Guadalupe no está, y Rodríguez Saá no dijo una sola palabra sobre qué piensa hacer.

Segundo, el 47,8% de pobreza. Que los puntanos seamos la tercera provincia con más pobreza de Argentina es un escándalo. Una vergüenza.

Rodríguez Saá asumió la Gobernación en diciembre de 2015 con un Indice de Precios al Consumidor del 25,4% según la dirección Provincial de Estadísticas y Censos de San Luis. En la ciudad de Buenos Aires, el otro distrito que entonces medía -porque el kirchnerismo había intervenido el INDEC-, era del 23,9%

En el último semestre de 2016, luego de un año de paralización de la obra pública y la construcción de viviendas -por su desacuerdo con la política que había llevado adelante su predecesor Claudio Poggi-, la pobreza llegó al 27,3%.

Rodríguez Saá entra a la recta final de su último mandato con el 47,8% de pobres. Uno de cada dos puntanos es pobre.

Esa posibilidad no aparecía ni en los cálculos más pesimistas de ningún dirigente y hoy es una realidad dolorosísima. Rodríguez Saá no dijo como piensa resolverla, tal vez porque ni lo admita. Por lo contrario, dijo que el puntano está mejor comparativamente con otros, pese a lo que indican las estadísticas oficiales y la realidad en la calle.

Un discurso vacío en lo político y de contenido.

Su decisión de postular a su vicegobernador Eduardo Mones Ruiz hijo para integrar el Superior Tribunal de Justicia provincial rebalsó el vaso de la tolerancia. No debe ser nada fácil participar de un acto institucional de un gobernador que postula a su vice para que pase a integrar el Poder Judicial. Para peor, su búsqueda de antecedentes que justifiquen su jugada, ya fue desacreditada con los libros de historia en la mano.

Así fue que sólo lo escucharon los diputados oficialistas, Alejandro Cacace y los diputados radicales. No estuvieron ninguno de los gobernadores que lo precedieron, ni legisladores nacionales de la oposición.

Los movimientos de cámara de la transmisión oficial revelaron también la precariedad política del equipo de colaboradores que acompañará a Rodríguez Saá en este último año y medio de gestión: aún cuando tiene una cantidad récord de funcionarios, no puede completar su gabinete, y no tiene ni una figura política de peso.

Alrededor de Rodríguez Saá se tropiezan a diario más de mil funcionarios, de los cuales difícilmente la sociedad conozca al uno por ciento: ¿qué vecino conoce con nombre y apellido y función, a diez funcionarios?.

No hubo anuncios de alto voltaje.

El anuncio de la construcción de un acueducto del Este, de un parque deportivo al lado del Teatro Club Social -que se inaugurará el 25 de Agosto-, de un edificio administrativo en Merlo, no movieron la aguja, tal vez porque las prioridades parecen ser urgentemente otras.

Los números de los “beneficios” que el Estado instrumentó durante los dos años de afectación de la pandemia fueron pasados a toda velocidad, porque reflejaron la escasa vinculación entre las políticas del Gobierno para ayudar a los sectores comerciales, productivos, y generadores de trabajo que acusaron el golpe de la pandemia.

Rodríguez Saá volvió a anunciar que urbanizará junto al gobierno nacional al asentamiento República, “beneficiando a 1200 familias”. De la frase “en San Luis no hay villas” Rodríguez Saá pasó a admitir que hay unas “cien situaciones similares en toda la provincia”.

El eufemismo “situaciones similares” se traduce como “cien villas miserias” en donde los puntanos viven sin agua potable, luz, cloacas, techos, con paredes de cartón y nylon, hacinados, la mayoría sin trabajo y sumergidos en la indigencia.

“Son unas 100 situaciones similares en toda la provincia” dijo.

Es cierto que reconocer el problema es el primer paso imprescindible para tratar de resolverlo; ahora más allá del anuncio, ni Rodríguez Saá ni el ministro de Desarrollo Social de la Nación, Juan Zabaleta pisaron esta semana el barrio. El acto se hizo en Terrazas del Portezuelo, y hasta allí llevaron a un grupo de vecinos elegidos. No fueron al barrio República.

Rodríguez Saá anunció la construcción de dos mil viviendas, una cifra a la que calificó como “récord”, importante claro está para las familias que resulten adjudicadas, pero que sabemos que es insignificante en relación a la enorme demanda que hay –más de 50 mil puntanos en lista de espera según reconoció la ex jefa de Gabinete, Natalia Zabala Chacur ante los legisladores.

En cambio, se leyó otra intención en las palabras de Rodríguez Saá, que terminaron revelando su convicción de que no será recordado por construir viviendas. Dijo que el Estado cederá terrenos para que los ciudadanos construyan sus propias casas.

En donde seguramente será recordado -mencionado- es en el Diccionario Enciclopédico de San Luis. Una iniciativa en la que se detuvo para explicar con lujo de detalle y que todo indica será muy entretenida de leer y mirar.

Rodríguez Saá no hizo una sola mención a la inseguridad que sufren los vecinos de cualquier rincón de la provincia: ciudad o zona rural, no habló del fracaso de la paritaria docente, no habló del recurso humano de la salud ni de cómo funciona el nuevo sistema sanitario que rige desde la apertura del “Ramón Carrillo”, apenas si se encargó de elogiar el edificio.

Seis años después del primer anuncio volvió a decir que el Supervielle dejará de ser el agente financiero del Estado y que será reemplazado por el Nación. Lo mismo, por segundo año consecutivo, anunció la construcción de un Centro de Consumo Problemático en La Toma, para sacarle los chicos a los dealers y devolvérselos a sus familias.

Basta con revisar en los archivos para comprobar que en algún aspecto Rodríguez Saá es coherente, y el problema es que esa coherencia no se traduce en políticas que transformen la realidad de los puntanos favorablemente. En marzo de 2016, para una nota publicada por la Agencia de Noticias dijo: «Quiero que San Luis sea un Estado Social con economía competitiva». Seis años después sigue usando las mismas palabras, pero el tejido social se desintegra cada día más, y de tanto mirar el abismo, el abismo ya nos mira a nosotros.

Un discurso contradictorio.

Mientras Rodríguez Saá decía que los trabajadores del Plan de Inclusión tendrán que recuperar la cultura del trabajo, que era imprescindible volver al espíritu fundacional del plan y a la dignidad del trabajo, afuera de la Legislatura se amontaban trabajadores de inclusión de toda la provincia, a quienes si no asistían al acto les computaban el día como no trabajado.

Se fletaron para el acto colectivos de todos los rincones de la provincia y los esperaron con los carteles ya preparados.

¿De qué cultura de trabajo habla entonces?.

Contradictorio porque permitió las pancartas que desplegó el radicalismo reclamando por la aparición de Guadalupe, pero ordenó sacar y tirar los que colocaron los diputados poggistas, que repudiaban la postulación de Mones Ruiz. Con unos sí, con otros no.

Un discurso desencantado.

Luego de dos derrotas electorales consecutivas hace muy pocos meses, no parece fácil la recuperación desde una mística discursiva.

Al oficialismo, y en especial a Alberto Rodríguez Saá, que se sabe carente de todo carisma no así de inteligencia, parece que no le quedan más armas que el enorme aparato político de Terrazas para “enamorar” a los ciudadanos.

Este Rodríguez Saá que escuché el viernes, no parece encarnar ningún relato que invite a los puntanos a ser parte de la construcción de un nuevo mañana, que entusiasme, que contagie. Se notó hasta en las caras de los propios funcionarios y legisladores que lo escucharon, y que cruzaban miradas entre sí.

Lo escuché más cerca del pasado que del mañana.

Si hasta para despedirse usó las mismas palabras del slogan de campaña de Donald Trump cuando perdió con Joe Biden: “Make America great again”. “Volvamos a hacer grande San Luis”, dijo, como en una mirada nostálgica de lo que esta provincia fue alguna vez.