La crisis mundial derivada de la pandemia del Covid-19 nos permite, al margen de contender contra ella, evaluar las distintas orientaciones políticas y sobre todo del campo de valores de los distintos países. Algunos expresan el humanismo y solidaridad que los anima, otros prefieren mirar para el lado privilegiar la economía o generar acciones propias de un pirata internacional.
Los ejemplos sobre esta dicotomía son múltiples. Cuba, por ejemplo, apoya mediante brigadas médicas, a una veintena de naciones. Entrega allí su labor internacionalista, lo mismo a sociedades opulentas que aquellas carenciadas, que han solicitado, desde todo el mundo, esta labor crucial: Qatar, Italia, Andorra. México, Honduras, Trinidad y Tobago, Venezuela, Nicaragua, Surinam, Jamaica, Dominica, Belice, San Vicente y las Granadinas, San Cristóbal y Nieves. Cabo Verde, Togo, Angola. Sudáfrica. Por su parte, Estados Unidos, en lugar de fortalecer la cooperación internacional se ha enfrascado, a través del presidente Donald Trump, en una agria disputa con la Organización Mundial de la Salud (OMS) a la que acusa de proteger a China, lo que ha significado que Washington (en pugna comercial con el gigante asiático) le haya quitado el financiamiento a este organismo y en territorio estadounidense, ha despedido a personal médico, que critica la forma de enfrentar la pandemia, que sólo en ese país llega a cifras monumentales: 1.550.000 contagios y 95 mil fallecidos.
Siempre es positivo recordar para ejemplificar. En este caso, un acontecimiento que no recibió la importancia debida, ocurrida hace un par de meses. Un hecho que expresa, en toda su dimensión, los valores distintivos de Cuba frente a aquellos países que fueron incapaces de ayudar al crucero británico BRAEMAR, que después de salir del puerto colombiano de Cartagena de Indias y en plena navegación, se solicitó a países de la zona (Estados Unidos, Bahamas, Barbados, República dominicana y la propia Colombia) que apoyaran una solución humanitaria para este Crucero. Todos rechazaron el llamado. Durante un mes el crucero navegó en busca de un puerto amigo. Ninguno de los países mencionados otorgó permiso de recalar, signando la presencia de tripulación y pasajeros contagiados. Hombres y mujeres de Holanda, Italia, irlanda, Noruega, Suecia, Japón, entre otros que constataron el nulo sentido de solidaridad con su estado.
Sólo Cuba respondió favorablemente y aceptó recibir, en el puerto de Mariel, al Crucero BRAEMAR. El propio presidente cubano Miguel Diaz Canel señaló “Cuba recibirá y brindará atención a viajeros con coronavirus del crucero británico MS Braemar. Somos coherentes con nuestra convicción de solidaridad con la humanidad”. Los gobiernos, de los connacionales que viajaban en el crucero, agradecieron públicamente el gesto cubano, que no sólo recibió a los pasajeros y tripulantes, sino que coordinó toda la operación de rescate y de distribución en los distintos vuelos que salieron de La Habana a los países de los involucrados. Los turistas señalaron, en todos los foros y medio, que su agradecimiento a Cuba no tenía precio, en el marco de un mundo que mostraba falta de solidaridad. Prometieron volver a la mayor de las Antillas en visita turística y de agradecimiento frente a una decisión que les salvó la vida.
Para los medios occidentales, entre ellos los medios de información chilenos, el ejemplo humanista, lleno de sentido internacionalista de Cuba, su gobierno y sociedad no mereció los espacios y noticias que un gesto de esta grandeza merece, como tampoco la labor de las Brigadas médicas, desplegadas por el mundo para llevar la calidad y humanidad de la medicina cubana en la lucha contra el Covid-19. Angola, por ejemplo, es ejemplo de esta recepción de ayuda cubana, desde el momento mismo de su independencia, defendiendo y consolidando su independencia frente a la agresión del otrora régimen de apartheid sudafricano. El gobernador de la capital, Luanda, Luther Rescova señaló “Es un gesto natural de los cubanos, expresa su carácter internacionalista, la manera en que ven la vida, como dijo Fidel (Castro) muchas veces: Cuba no da lo que le sobra, comparte lo que tiene», que distinto a ese “dar” estadounidense, que implica hipotecar nuestra independencia y soberanía.
La sobre ideologización respecto a Cuba, impulsado por las presiones, chantajes, amenazas y ataques estadounidenses suele cegar, enmudecer y callar a los gobiernos sobre los aspectos positivos de una nación, que desde el inicio de su revolución ha sido ejemplo de internacionalismo. Por ello, no es anormal (lo que no lo convierte en aceptable) encontrar posturas absolutamente pro-estadounidenses en gran parte de los medios de información de Latinoamérica, donde lo más cercano a una crítica con relación al Crucero BRAEMAR se expresó al hablar de “cierto arrepentimiento” de aquellos países, que no otorgaron permiso para recalar al buque de placer británico.
En el caso de mi país, Chile, el gobierno sólo emite declaraciones respecto a Cuba cuando se trata de criticar a su gobierno sin reconocer sus logros en materias educativa, sanitaria, deportiva, entre otras o la solidaridad activa en la lucha contra la pandemia. En el campo de las comparaciones, sólo el hecho de la forma de enfrentar al Covid 19 debería generar opiniones positivas, cuando el referente es Cuba, y sin embargo la obsecuencia respecto a Estados Unidos impide avanzar en forma soberana. Mientras en Cuba se abrían las puertas a los pasajeros y tripulantes de un crucero británico, en Chile, en la misma fecha, se cerraban la posibilidad de desembarcar en el puerto de Valparaíso, a 4 mil personas entre pasajeros y tripulantes del crucero Celebrity Eclipse. Durante varios días estuvieron dando vueltas en círculo, costa afuera, sin recibir el visto bueno de las autoridades del país sudamericano, lo que obligó al Buque a zarpar rumbo norte a pesar de no tener ninguna persona contagiada o con síntomas.
Los medios de información suelen tener respecto a Cuba, la misma conducta o buscan algún tipo de “interés, beneficio o situaciones ocultas y misteriosas” para tratar de entender la solidaridad cubana. Sólo la incondicionalidad y genuflexión de los gobiernos chilenos explica el sometimiento a mantener relaciones con Estados Unidos privilegiándola con relación a los países latinoamericanos, incluyendo a Cuba y Venezuela. El mirar hacia el sur y no seguir encandilados con ese “norte revuelto y brutal que nos desprecia” con que denominada el Héroe nacional cubano José Martí a Estados Unidos, podría hacernos avanzar en nuestra definitiva independencia política.
La pandemia del Covid 19 muestra esa necesidad de cambiar de rumbo de gobiernos como el de Chile, que ha debido contender incluso, con la posibilidad de ser víctima de esta adaptación de la saga cinematográfica de los “Piratas del Caribe” representado por el clon de Jack Sparrow, que en este caso se viste de primer mandatario. Un pirata que habita la Casa Blanca y que ha puesto en peligro la compra de ventiladores, mascarillas, kits de detección del Covid-19, obligando a las autoridades chilenas a realizar compras y viajes en secreto y no sufrir los embates delictivos estadounidenses, soportado incluso por socios predilectos de Washington, como fue el caso de Alemania y Francia.
Cuba, un país pequeño, una isla a escasos kilómetros de esta sombra que se cierne sobre ella y que la ataca desde el momento mismo del triunfo de la revolución el año 1959, puede erguirse ante el mundo como un país soberano, solidario, internacionalista, capaz de contender contra una enfermedad como el Covid-19 y tener resultados positivos (2.000 contagios y 80 muertos). Cuba, a pesar de sanciones, bloqueos, embargos, la negativa a suministrarle fármacos y equipos para luchar contra la pandemia, es capaz de dar dura y eficiente lucha contra el Covid 19 y ser capaz, incluso de permitir que buques como el BRAEMAR, con miles de pasajeros y tripulantes desembarquen en su territorio y puedan volver a sus hogares. A pesar de las presiones y chantajes estadounidenses, Cuba, a pesar de sus carencias, es capaz de enviar brigadas médicas en apoyo de aquellos países que sufren los efectos de la mayor catástrofe sanitaria del último siglo.
Estados Unidos, en cambio, centrado en su mirada economicista de las sociedades, insiste en volver a una supuesta “nueva normalidad”. Abrir los comercios, restaurantes, cines, las empresas, que la gente salga a consumir, para que el sistema de capitalismo extremo no sucumba, no se derrumbe en el estrépito de millones de cesantes, en el cierre de fábricas, comercios, la quiebra de aerolíneas. Para Trump, esa es la prioridad “la economía”, como para Jair Bolsonaro en Brasil y todos aquellos donde la muerte de sus ciudadanos son “daños colaterales”.
Trump ha puesto en segundo plano la lucha contra el Covid 19, demostrando que un estado debilitado, con un sistema de salud público disminuido en pos del dios privatizador se convierte en un boomerang capaz de generar un daño de enorme envergadura. ¿Qué importan 1.550.000 contagios y 95 mil muertos si lo que verdaderamente substancial está en las prioridades de Trump y su gobierno, para que el modelo no se derrumbe.? Entre la pequeña, pero digna, solidaria e internacionalista Cuba y el gigante desestabilizador, agresor y filibustero Estados Unidos el mundo puede dar fe que los enfoques y resultados frente a sucesos de la magnitud de la pandemia por el Covid 19 son absolutamente diferentes.