China acelera el paso y busca liderar la competencia por la vacuna. El lunes anunciaba la primera patente sobre la candidata desarrollada por el Instituto Científico Militar y la empresa CanSino Biologics; y al día siguiente, Liu Jingzhen, presidente de la estatal Sinopharm, comunicó que la vacuna que están desarrollando “podría estar en diciembre”. Se trata de otra línea de investigación paralela en la que también se concentran los especialistas del gigante asiático. La noticia llega en un momento inmejorable para Argentina que, por estos días, ultima detalles para cerrar el acuerdo que le permitirá a la empresa estatal china realizar los ensayos de Fase III en territorio doméstico. De esta manera, seguiría un procedimiento similar a las pruebas con voluntarios que Pfizer (EEUU) y BioNTech (Alemania) ya realizan en el Hospital Militar de CABA.
La variante de Sinopharm, según Liu Jingzhen, costará menos de mil yuanes (145 dólares aproximadamente) y sería aplicada en un esquema de dos dosis separadas por un lapso de cuatro semanas entre sí. Se establecerá, además, un régimen de prioridad en residentes de grandes ciudades que, por su densidad demográfica, cuentan con mayores riesgos de contraer la enfermedad. Un aspecto clave es que la planta industrial que la farmacéutica tiene en Pekín (a la que se suma una locación satélite en Wuhan) es la fábrica de vacunas para combatir el coronavirus más grande del mundo. En efecto, estaría en condiciones de producir nada menos que 200 millones de dosis anuales.
Durante las Fases I y II, los expertos comprobaron que la variante creada era segura (es decir, no ocasionaba daños colaterales ni reacciones adversas) y generaba una respuesta inmune. 320 voluntarios (entre 18 y 59 años) recibieron sus dosis y, de acuerdo a los resultados, produjeron anticuerpos suficientes para neutralizar al virus. Lo único que enfrentaron los postulantes fue, en algunos casos, líneas de fiebre y dolor en la zona del pinchazo, dos síntomas nada extraordinarios durante la aplicación de inyecciones. El estudio, en esta instancia, fue publicado por la revista de la American Medical Association. Un detalle que no puede pasar desapercibido, porque sobre la divulgación de los resultados y el control de los colegas se cimenta la credibilidad de la comunidad científica internacional.
“El estudio en sus primeras fases es muy interesante. Hacen crecer al Sars CoV-2 en grandes cantidades y en reactores específicos. Luego generan una doble inactivación química con el propósito de destruir las partículas virales y esa fórmula purificada la inyectan. Si todo sale bien, se espera que una vez que se suministra a las personas sea protectiva ante futuras infecciones”, dice Juan Manuel Carballeda, investigador del Conicet en el Laboratorio de Virus Emergentes del Instituto de Microbiología Básica y Aplicada de la Universidad Nacional de Quilmes. Y, luego, continúa con su descripción: “Los chinos tienen muy bien caracterizado al nuevo coronavirus que circula en Wuhan desde fines de 2019 y fue rápidamente secuenciado por los expertos locales apenas se desató la pandemia. El ejemplo más grande que tenemos de vacuna inactivada es la de la gripe. Para su fabricación se sigue más o menos el mismo procedimiento: se hacen crecer grandes cantidades del virus y se lo inactiva para que no nos enferme cuando nos aplicamos las dosis”.
Desde esta perspectiva, el especialista sigue con su relato: “Más de 90 postulantes participaron de la Fase I y 214 en la II, con el propósito de comparar el nivel de anticuerpos detectados entre aquellos que recibieron su dosis y los que no. Advirtieron que los anticuerpos que se generaban eran neutralizantes, con lo cual, pueden frenar la propagación viral en células de cultivo. Durante la Fase III comprobarán si realmente las personas que tienen esta vacuna se contagian menos”, destaca. La vacuna de Sinopharm, como apunta Carballeda, se encuentra en su última fase, por lo que buscan probar si será efectiva en grandes poblaciones. Hace apenas unos días comenzó este procedimiento en Baréin, con pruebas que incluirán a 6 mil voluntarios y se prolongarán durante un año. El mes pasado Sinopharm realizó ensayos similares en Emiratos Árabes Unidos (Abu Dabi). En octubre, según los voceros de la compañía, podrían publicarse datos importantes de los ensayos clínicos en fase III. Esta semana, según se cree, podría desembarcar en Argentina.
El interrogante que se abre es, ¿por qué escogen estos países? ¿Qué une a Baréin, Emiratos Árabes y Argentina? A priori no mucho. Sin embargo, China dejó de tener desde hace meses la circulación necesaria del patógeno como para poder realizar cualquier tipo de examen clínico. Baréin, con una población de un millón y medio de habitantes, contabilizó 45 mil casos y más de 160 muertes; mientras que Emiratos Árabes registró más de 60 mil contagios y 400 muertes. Las cifras de Argentina ya constituyen una historia conocida.
El gigante asiático posee tres fórmulas candidatas que se hallan en fase III, con lo cual, están avanzadas y con ensayos en humanos a gran escala. Además de la de Sinopharm, está la de la farmacéutica CanSino Biologics, (ya fue probada en la milicia local y patentada el lunes) que se basa en un adenovirus y emplea una estrategia similar a la que utiliza la Universidad de Oxford; y la de Sinovac, una corporación biofarmacéutica que pisa fuerte y emplea la técnica de virus inactivado para su variante. El panorama será más claro cuando las biotecnológicas finalicen sus etapas experimentales en miles de postulantes alrededor del planeta. En este marco, será muy difícil que China no lidere aquella tecnología que primero llegue a las poblaciones.
Fase III en Argentina
En una entrevista reciente, el ministro de Salud, Ginés González García, aseguró que estaban en conversaciones con China, que “está al borde de hacer la fase clínica acá”. “Si se probara aquí la fase III sería una noticia recontra importante porque todavía no tenemos ninguna vacuna. Argentina está participando activamente de la fabricación de la candidata de Oxford y con voluntarios en la de Pfizer. Esperemos que alguna de las tres opciones finalmente funcione y, de ser así, esperamos contar con prioridad al momento de su distribución”, plantea Carballeda. Enseguida insiste: “Es genial que se pruebe acá porque la dispersión de un virus no solo tiene que ver con las características del patógeno, sino también con nuestras formas de relacionarnos y con la dinámica poblacional. La cultura influye mucho en la dispersión. Si la probamos en Argentina sabremos que funciona para los argentinos, con nuestra forma de ser y con todo lo que ello implica”.