El título de la obra que escribieron Pablo Gerchunoff y Lucas Llach sobre las políticas económicas argentinas desde 1880 hasta nuestros días, es un recurso conceptual que expresa adecuadamente el ciclo político y económico que se inauguró en la provincia de San Luis desde el retorno de la democracia hasta hoy.

Con más ilusiones que desencantos, quizás, a contramano de la historia nacional, pero con un presente desesperanzador que es tan o más gravoso que el que presenta nuestro Estado Nacional. La provincia, desde los últimos gobiernos de Alberto Rodríguez Saa, lidera los indicadores nacionales sobre pobreza infantil, caída del empleo privado, acceso a la información y otros índices de desarrollo.

Este ciclo, en el cual el desencanto se ha vuelto la cuestión sustancial del ciclo provincial, responde al proceso de kirchnerización del oficialismo local. Lo que significa que el presente depresivo, en lo económico y en lo social, que expresa la provincia, obedece cada vez más, a la emulación de la cultura y de la praxis política y económica del gobierno kirchnerista nacional. Cuando digo cultura, me refiero a los sesgos ideológicos, y cuando digo praxis, me remito a la formulación y ejecución de las políticas públicas.

En concreto, en lo cultural, Alberto se parece cada vez más a Alberto. El abogado puntano y el abogado porteño que titularizan los poderes ejecutivos de la provincia y de la nación se encuentran atrapados en una narrativa obsoleta que los priva de la posibilidad de advertir cómo funcionan las naciones modernas, cómo se desarrollan los estados, cómo piensan y que esperan los electores de las democracias contemporáneas.

En el medio malogran el futuro de la mayoría de los argentinos y puntanos y se repliegan en entornos patologizantes en los que prima la voluntad de ejercer el poder por el poder mismo y usufructuar los privilegios de los que se apropian los jefes de Estado y los funcionarios públicos. Privilegios que la pandemia reveló de una forma éticamente perversa por medio de los vacunatorios “políticos”, entre otras cosas…

En la praxis, la kirchnerización del gobierno puntano revela las mismas inconsecuencias que expresa la gestión nacional tanto en materia económica como sanitaria. Los mismos recelos hacia el campo, la presión impositiva sobre la producción y el comercio, el desincentivo para la inversión (por si acaso, la Casa de San Luis de calle Azcuénaga, en CABA, se encuentra cerrada) y, en lo sanitario, la politización de la vacunación, el amateurismo en la gestión de la infraestructura y los recursos sanitarios, los constantes errores de diagnóstico y medidas epidemiológicas y el recurso abusivo a restringir las libertades constitucionales que arruinaron psicológica y económicamente a miles de argentinos y puntanos.

 “¡Cuantos raptos pasajeros, en todo caso, cuántos viajes de ciento ochenta grados! ¡Cuántos defectos del régimen (…) ligados a la personalidad del Líder!: la certeza de saberlo todo, de ser capaz de hacer todo mejor que los demás (…) el desprecio de la elite con capacidades técnicas; y, sobre todo, una irreductible incapacidad de aceptar la oposición”, dice Jean Pierre Clerc en “Las cuatro estaciones de Fidel Castro”. Toda la cita del biógrafo es predicable a propósito de los Albertos que gobiernan la nación y la provincia puntana. Ambos se encuentran y viven en la última estación del libro citado, que no es sino el invierno, la estación política del desencanto, en la que 7 niños de cada 10 se encuentran desolados por la pobreza, como informa el propio INDEC.

Mientras tanto muchos argentinos y puntanos mantenemos viva la llama de la ilusión, pero esta vez con propósito sustancial y no excepcional. No hay más posibilidad para la circularidad del desencanto, porque cada vuelta no solo se lleva la vida y sueños de nuestros ciudadanos sino los principios y el cuerpo de la nación, de la república y de la democracia que construyeron nuestros padres fundadores.

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