Villa Mercedes amaneció con la escena digna de un policial criollo: patrulleros, allanamientos y nombres de políticos resonando en cada esquina. Esta vez, el epicentro del escándalo tiene nombre y apellido: Anabela Lucero, ex diputada y otrora todoterreno del poder en el Complejo Molino Fénix y la Casa de la Música.

La trama que investiga la Justicia parece sacada de un guion absurdo: días antes de que se termine el mandato de la gestión anterior, equipos de sonido, consolas, mobiliario y hasta el aire acondicionado –seguramente para refrescar alguna «fiesta privada»– habrían desaparecido como por arte de magia. ¿El medio de transporte? Ni más ni menos que vehículos oficiales, porque hasta el saqueo en San Luis tiene sello institucional.

Entre los nombres vinculados figuran Joaquín Beltrán, actual diputado, y Enzo Lucero, hermano de Anabela. Parece que la «familia unida» no solo se quedó con las reuniones de domingo, sino que también compartió el botín. Los allanamientos de esta mañana, impulsados por una denuncia respaldada por auditorías del secretario de Ética Pública, Ricardo Bazla, buscan rastrear el paradero de estos bienes, que según rumores ya podrían estar ambientando alguna quinta privada o, peor, vendiéndose por Facebook Marketplace.

Los inmuebles requisados suman siete, casi una búsqueda del tesoro moderna, en la que el premio no es oro, sino consolas de sonido y sistemas de iluminación. ¿Será que el Molino Fénix dejó de ser un espacio cultural para convertirse en la tienda de artículos usados más exclusiva de Villa Mercedes?

Mientras tanto, los ciudadanos seguimos preguntándonos: ¿cuánto más puede soportar San Luis de estos manejos? Porque una cosa es «hacer política» y otra, muy distinta, es vaciar el patrimonio público a la vista de todos. Quizás el verdadero arte aquí no era la música, sino la habilidad para desaparecer lo ajeno sin un acorde de culpa.

Por si esto fuera poco, la sede partidaria vinculada a Lucero habría recibido alimentos y materiales transportados por empleados públicos obligados a hacer de «delivery político». Y si alguien se preguntaba por los bienes culturales, el fiscal José Olguín ya confirmó que el inventario perdido incluye equipos de sonido, cámaras, mobiliario y hasta consolas, todo cuidadosamente documentado con imágenes de los traslados.

En declaraciones a la prensa Olguín detalló que la lista de faltantes ocupa más de una página y media (¡qué eficiencia administrativa!) y aseguró que hay «una innumerable cantidad de testigos» y pruebas contundentes. Sin embargo, dejó claro que la formulación de cargos aún no es inminente. Tal vez porque en San Luis la Justicia camina al ritmo del folclore, lento y solemne.

El juez Santiago Ortiz supervisa la causa, que promete más allanamientos y, quién sabe, nuevas sorpresas. Mientras tanto, los ciudadanos seguimos viendo cómo los recursos públicos se desvanecen en las manos de funcionarios creativos, que encontraron en los bienes del Estado una extensión de sus caprichos personales.

La novela de Anabela Lucero y su manejo del Molino Fénix y la Casa de la Música suma capítulos que rozan lo surrealista. A los bienes sustraídos con vehículos oficiales y los allanamientos que parecen una búsqueda del tesoro en Villa Mercedes, ahora se le agrega un testimonio que eleva el nivel de bochorno a alturas impensadas.

Según una trabajadora de la Casa de la Música, la exdiputada no solo hizo campaña desde el complejo cultural, sino que lo convirtió en un hotel cinco estrellas… para ella misma. Y no estamos hablando de simples alojamientos ocasionales. Durante el 2019, Lucero y sus hijas habrían ocupado las instalaciones mientras refaccionaban su vivienda en las 1.000 Viviendas. Eso sí, con un nivel de servicio que dejaría a cualquier resort envidioso: lavado de ropa interior, cocina personalizada y hasta limpieza en las habitaciones destinadas originalmente a artistas.