Gustavo Petro tomó juramento este domingo como presidente de Colombia, ante cientos de miles de personas que acompañan la ceremonia de investidura en Bogotá. Se trata de una jornada histórica, ya que el exsenador se convirtió en el primer mandatario colombiano de izquierda.
«Juro a dios y prometo al pueblo cumplir fielmente la Constitución y las leyes de Colombia», dijo Petro, de 62 años, ante el jefe del Congreso en la céntrica Plaza de Bolívar.
A Petro le colocó la banda presidencial la senadora María José Pizarro, hija de Carlos Pizarro, compañero del mandatario en la guerrilla del M-19 y asesinado por el terrorismo de Estado en 1990, cuando era candidato a la Presidencia.
Minutos después, el flamante mandatario tomó el juramento a su compañera de fórmula, Francia Márquez, que ocupará el cargo de vicepresidenta. En ese preciso momento se llevó a cabo la primera decisión presidencial de Petro, cargada de simbolismo: el flamante mandatario ordenó a la Casa Militar que le acercaran la espada del libertario Simón Bolívar, reliquia que había quedado depositada en la Casa de Nariño, sede del gobierno, por decisión expresa del antecesor de Petro, Iván Duque, quien rehusó autorizar su salida.
Cumbre entre Alberto Fernández y Gustavo Petro
Este domingo, en horas previas a la toma de posesión, Petro recibió al Presidente Alberto Fernández en la Casa Privada del Palacio de San Carlos, donde residió el libertador Simón Bolívar. Fernández le dio el respaldo permanente de la Argentina para el gran desafío que tiene el nuevo mandatario de lograr una paz total, con todos los actores del conflicto armado.
Fernández valoró la decisión de Petro de retomar el diálogo con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y transmitió la disposición de la Argentina para acompañar el proceso hacia un fin de la violencia, tras seis décadas de guerra. “Hemos seguido con atención las propuestas y lineamientos de alcanzar una paz total, tanto durante la campaña electoral como luego del triunfo. Estamos decididos a continuar y reforzar el compromiso y apoyo argentino con la paz en Colombia”, expresó el Presidente.
Fernández y Petro coincidieron en que América latina tiene que coordinarse para fortalecer organismos como la CELAC, así como acercar a Colombia al Mercosur, en tiempos de turbulencias económicas a nivel global. Ambos conversaron sobre los impactos de la guerra en Ucrania y la pandemia en la crisis de la región.
Durante décadas, Colombia estuvo gobernada por una derecha que mantuvo una política exterior fuertemente alineada con Estados Unidos. El país del Norte financió por años el Plan Colombia de lucha contra el narcotráfico y la insurgencia. Tras los acuerdos de paz de La Habana, Washington dio un respaldo a Bogotá bajo el nombre Paz Colombia.
Es en este nuevo contexto que se abre con la investidura de Petro que Fernández se mostró esperanzado. “Necesitamos una Colombia activa en el camino de integración latinoamericana”. Y seguramente el restablecimiento de relaciones entre Colombia y Venezuela forme parte del camino, tras años de distanciamiento de dos países que comparten 2200 kilómetros de frontera.
La previa de la asunción: ritual indígena y apoyo popular
Con cánticos en lenguas ancentrales de los «mayores» (líderes) y un gran mandala lleno de elementos de la naturaleza, el pasado sábado la vicepresidenta y el presidente electos por la alianza Pacto Histórico fueron investidos espiritualmente en la víspera a la toma de posesión formal.
«Les quiero agradecer su presencia en este acto ceremonial. Aquí va a comenzar un gobierno de la paz, de la justicia ambiental, de la justicia social. El poder real está aquí, en el movimiento popular», dijo Petro a los movimientos sociales.
Primeras reformas
Entre las primeras medidas que se someterán a debate en el Congreso destacan la prohibición del fracking, una ley de urgencia contra el hambre y una reforma tributaria. Un nuevo esquema impositivo «más progresivo y justo», repitió Petro durante la campaña. Así, la mayor recarga tributaria recaerá sobre las 4 mil fortunas más grandes de Colombia. Se busca recaudar cerca de 50 billones de pesos anuales (unos 11.500 millones de dólares).
Con la ambiciosa reforma tributaria el gobierno entrante pretende aumentar los recursos de la nación, que para 2023 tendrá un presupuesto de 391,4 billones de pesos (unos 91,190 millones de dólares de hoy) según el proyecto.
En un país de 50 millones de habitantes, castigado por la inflación (10,2% interanual), el desempleo (11,7%) y la pobreza (39%), el gobierno electo propone una batería de reformas para reducir la brecha entre ricos y pobres, en uno de los países más desiguales de la región.
Esas iniciativas generan expectativas entre los congregados en el Parque Tercer Milenio. Como Jorge Lara, afrodescendiente de 52 años, docente universitario. «La brecha económica y social es muy amplia. Esperamos que Petro la pueda reducir. El 40 por ciento de la población vive en la pobreza. Es sumamente alta».
Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) 19,6 millones de personas estaban en condiciones de pobreza en el país el año pasado.