El dilema o situación difícil que compromete históricamente a la oposición en San Luis, consiste en cómo lograr una unidad tal, que nos permita superar democráticamente la patología institucional que padecemos desde hace 35 años.
Aun cuando los partidos políticos se han convertido en la Argentina en meras expresiones personalistas de líderes muchas veces legitimados y otras tantas, prendidos de glorias pasajeras, es menester trabajar en este 2018, sobre el objetivo común de quienes no compartimos los objetivos de los que hicieron de San Luis una factoría económica, dominada por un grupo económico que solo persigue finalidades económicas, en nombre de la política para obtener mayores riquezas materiales y un paso glorioso a la histórica vernácula.
La responsabilidad de la oposición está cerca de convertirse en culpa, si es que la impericia, la negligencia y sobre todo la imprudencia de algunos de sus dirigentes continúa por la senda de la complicidad para con el régimen feudal. Ojalá la culpa no se convierta en dolo.
La Unión Cívica Radical tiene exponentes que reiteradamente han demostrado complacencia con el oficialismo a quien dicen, solo dicen, oponerse. La nostalgia de pasados temporalmente gloriosos, llevaron a cuatro o cinco dirigentes a sentirse más de lo que son. Y pueden repetir sus conductas si no asumen la existencia de liderazgos naturales, cuyas postulaciones electorales van más allá de mecanismos de selección internos, sencillamente porque ya tienen legitimación suficiente.
El PRO de San Luis, paradójicamente, padece la misma patología que el Frente para la Victoria cuando nuestro país era gobernado por el Kirchnerismo: es oficialismo nacional pero no tiene inserción territorial en la provincia de San Luis. Sus pocos notorios dirigentes parecen más expectantes de sus realizaciones personales que del cumplimiento de los objetivos de la mayoría de los sanluiseños, que quiere alejarse del feudo. Ejemplos de complacencia, y también de complicidad con el régimen, también anidan en su seno.
Para beneficio de toda la provincia, el partido San Luis Somos Todos, debería definir públicamente su perfil. Tiene caracterizados líderes con legitimación bastante para ocupar funciones de relevancia a partir de la creación del “Frente Amplio Sanluiseño” que propiciamos, en donde la confianza en el otro tendrá que ser uno de los puntos de partida de su construcción. Va de suyo, que reconstruir la confianza, en este caso política, no es fácil pero si posible, en la medida que la sinuosidad del camino sea superada por la recta línea del sendero hacia el poder provincial. Al que, por cierto, no se llegará linealmente, sino mediante el esfuerzo comprensivo de los actores que lo diseñen y construyan.
Otros partidos, a veces con “Compromiso”, que no era federal precisamente; algunos proyectándose hacia la clase media; otros, entre tantos, con remembranzas sobre Juan B. Justo o Alfredo Palacios, tampoco deberían caer en las clásicas trampas feudales que pronto volverán con ofrecimientos financieros; generación de falsas contradicciones y espejitos de colores que más de una vez hicieron caer a algún desprevenido solo con el fin de dividir a la oposición.
El histórico ejemplo del fallecido Intendente puntano Carlos Ponce, debe formar parte del Norte a seguir en la construcción opositora. Salió del oficialismo igual que Claudio Poggi. Gobernó la Capital con similar conducta que Poggi lo hizo en la Provincia. Construyó el polo opositor más fuerte que se recuerde. Lo mismo hizo Poggi en el ámbito provincial, cuyo reconocimiento está intacto con el respaldo mayoritario que obtuvo en las PASO, la última elección libre que hubo en San Luis. La del 22 de octubre no la ganó el régimen provincial, la compró.
Si la prelación de los privilegios al momento de construir el “Frente Amplio Sanluiseño” que proponemos, tiene a San Luis como prioridad, las condiciones estarán dadas para que los hacedores del feudo se tomen el merecido descanso de sus vidas. Ya trabajaron por San Luis y mucho más por sus patrimonios.