La indecencia y la imprudencia del régimen de los Rodríguez Saá, están acelerando la transición hacia una provincia normal, desde el punto de vista institucional.
Medidas adoptadas dentro de la discrecionalidad que otorga el ejercicio del Poder Ejecutivo, como la construcción de mega obras: La Pedrera en Villa Mercedes y la que se viene en el viejo Hipódromo de San Luis, forman parte de la indecencia que caracteriza la patología de los dueños del poder.
Indecencia en cuanto falta de apego a las normas elementales del sentido común, de la lógica, del buen vivir, que lejos de satisfacer necesidades públicas sólo dejan conformes a los gestores de esos millonarios negocios. Son mega obras porque son mega negocios, que para varios observadores, no terminan de encuadrar en el presupuesto provincial.
Inversiones difíciles de justificar desde el punto de vista de la necesidad social y fáciles de imaginar desde la egoísta perspectiva electoral, que eventualmente les permita mantener el poder para darle continuidad generacional al grupo económico más fuerte que se haya creado desde el dominio de una provincia.
Imprudencia, en el sentido de falta de observancia de la mínima diligencia que exige el ejercicio de la función pública. Imprudencia que abarca en términos generales, también al Poder Legislativo y al Poder Judicial.
La imprudencia Judicial retomó su derrotero de despropósitos cuando a una histórica militante, la repusieron en la función de Ministra del Superior Tribunal de Justicia, luego de su fracasado intento de gobernar la capital de la provincia. No es casual, por cierto, que mientras ha ocupado el cargo actual y ha habido elecciones, ese año “casualmente” haya sido designada presidenta del alto tribunal.
A la imprudencia Judicial le antecedió la imprudencia Legislativa, que una vez más aportó inseguridad jurídica en San Luis, modificando las reglas de juego electorales de acuerdo a la conveniencia de los señores feudales.
Desde que ellos dominan, se han utilizado los más variados sistemas electorales: Ley Sáenz Peña, que permite el acceso a los cargos a sólo dos partidos; Ley de Lemas, que permite que cada partido celebre sus internas simultáneamente a la elección general, sumando los votos de todas las listas a la que haya logrado el mayor número de sufragios; las elecciones internas partidarias clásicas; las uninominales; la PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias) y ahora la PAS (Primarias Abiertas y Simultáneas) que en lugar de paz, han aportado intranquilidad institucional.
Llegaron a ser candidatos a Presidente de la Nación, tres veces consecutivas, haciendo coincidir las elecciones nacionales con las provinciales, porque cada día les cuesta más sostener su credibilidad frente a una sociedad que, mayoritariamente, ya sabe quiénes son y sobre todo, qué clase de personas son.
Como los sistemas electorales ya no son suficientes por más amañados que los impongan, ahora acudieron al poder del dinero público en beneficio propio: mega obras para intentar seducir a quienes ya no convencen desde el campo de las ideas. Cómo de anti K, pasaron a ser ultra K; cómo de abanderados neoliberales pasaron a pretensos líderes nacionales y populares y aun con eso tampoco es suficiente, requirieron otra vez de la complicidad de un minúsculo grupo de dirigentes aparentemente opositores.
Mega obras; mega negocios; diversos sistemas electorales; campañas nacionales pegadas a las provinciales; enriquecimiento indiscriminado; reprochables e impúdicas decisiones judiciales, conforman el combo de indecencia e imprudencia actual.
Cuidado, porque el paso siguiente al ejercicio continuo de la indecencia y de la imprudencia, puede llevar al camino de la violencia institucional, de la que suele conocerse cuándo comienza pero jamás cuándo y cómo termina.