Gardner, en su libro “Inteligencias múltiples: la teoría en la práctica”, introdujo la idea de que los indicadores de inteligencia, como el coeficiente intelectual, no explican plenamente la capacidad cognitiva, porque no tienen en cuenta ni la “inteligencia interpersonal” (la capacidad para comprender las intenciones, motivaciones y deseos de otras personas) ni la “inteligencia intrapersonal” (la capacidad para comprenderse uno mismo, apreciar los sentimientos, temores y motivaciones propios), aspectos éstos de gran influencia en las situaciones de riesgo en la conducción.
El primer uso del término inteligencia emocional generalmente es atribuido a Wayne Payne, citado en su tesis doctoral “Un estudio de las emociones: el desarrollo de la inteligencia emocional” (1985). La relevancia de las emociones en el mundo laboral y la investigación sobre el tema siguió ganando impulso, pero no fue hasta la publicación en 1995 del célebre libro de Daniel Goleman, “Inteligencia emocional”, cuando se popularizó. El éxito de ventas del libro de Goleman aumentó la difusión popular del término inteligencia emocional hasta límites insospechados, haciéndose muy popular en forma de artículos en periódicos y revistas, tiras cómicas, programas educativos, cursos de formación para empresas, juguetes, o resúmenes divulgativos de los propios libros de Goleman.
Una emoción puede llegar a conseguir una respuesta consciente de un conductor. Una persona que conduce un vehículo potente de alta gama por autopista de manera consciente y premeditada, siente un impulso (una emoción) cuando un vehículo utilitario le adelanta mostrando mayores prestaciones en aquel instante y como consecuencia surge una respuesta consciente de acelerar para dejar constancia de su mayor potencia y recursos (en aquel momento se entra en la consciencia de la competitividad aunque esa consciencia prevalece sobre otras inconsciencias tales como el nivel de adherencia del vehículo en curva, el coeficiente de rozamiento del pavimento, el límite máximo de velocidad establecido o la respuesta del conductor del utilitario a la reacción del conductor prepotente).
Las emociones requieren ser excitadas para ser conscientes, pero la gran incógnita es si la capacidad de transformación de las emociones en inteligencia es ilimitada o si por el contrario tiene también unos umbrales de almacenamiento subconsciente que al ir creciendo las emociones tienen más dificultades en ser voluntarias y premeditadas. Mi teoría es que una sobrecarga de emociones traduce algunas respuestas de los conductores en inteligentemente conscientes pero que a partir de un límite se muestran como reacciones inconscientes cuyas consecuencias no valora el conductor al tomar la decisión.
El campo es inmenso para profundizar pero en el complejo mundo de la seguridad vial, Goleman ha abierto un debate eterno que nos debe llevar a extender entre los conductores sus límites y sus reacciones.
Se ha establecido hace tiempo, en el campo de las neurociencias, que un aprendizaje eficiente no se logra bajo situación de estrés o miedo. El estrés puede ser tanto benigno como dañino para el cuerpo, ya que las respuestas al estrés pueden proveer una motivación y atención extra, necesarias para lidiar con una situación de emergencia; por el contrario, el estrés crónico o inapropiado puede tener un efecto significativo sobre el funcionamiento fisiológico y cognitivo. El sistema emocional principal del cerebro es considerado el sistema límbico, un grupo de estructuras que, están conectadas masivamente con la corteza frontal (dedicada, entre otras funciones, a la resolución de problemas). Cuando un alumno se encuentra estresado, las conexiones entre los centros emocionales y el lóbulo frontal, que es crítico para la toma de decisiones y planificación, pueden verse afectadas, impactando negativamente en el aprendizaje, afectando el juicio social, o incluso las respuestas a la recompensa y el riesgo. El bienestar físico y emocional está estrechamente vinculado con la capacidad de pensar y de aprender de manera eficaz.
Entornos estresantes son contraproducentes para el aprendizaje. Si bien las escuelas no pueden controlar todas las influencias que inciden en los jóvenes un ambiente de seguridad y bienestar en las mismas influirá positivamente en el aprendizaje. Dejar a los estudiantes hablar sobre sus sentimientos puede ayudar a hacer frente a situaciones de ira, miedo, y tensión que surgen de la vida cotidiana.
Resulta claro en base a estos breves ejemplos que el potencial de las neurociencias para hacer contribuciones significativas a la investigación en el área de educación es inmenso. Aun así, los neurocientíficos deben construir más puentes entre la investigación básica en neurociencias y la investigación en educación, desarrollando estrategias de enseñanza que incorporen los modelos de aprendizaje estudiados en este campo.
No necesariamente el nexo entre las neurociencias y la educación debe ser planteado como un camino de ida: hay preguntas sobre la política educacional que probablemente podría ser bueno realizarlas: por ejemplo: ¿Cuál es la mejor edad para iniciar la educación formal? Y sus corolarios: ¿Cuál es la mejor edad para la educación vial? ¿Cuáles son las cosas que los padres pueden hacer en sus casas antes de que los niños ingresen a la escuela? ¿Existe un orden natural para el desarrollo del razonamiento verbal y no-verbal? ¿Existe una edad crítica más allá de la cual no se puede alcanzar el alfabetismo y los conocimientos básicos de aritmética? Estas preguntas son críticas para construir políticas educacionales. El financiamiento de la educación (y obviamente, para los padres y profesores involucrados), es la efectividad del alto costo de las intervenciones de recuperación o terapéuticas.
También existen eternas preguntas que se hacen los profesores cotidianamente en el aula: ¿Por qué algunos aprenden más fácil que otros? ¿Hay algún componente genético para la inteligencia? ¿Por qué pareciera que varones y mujeres piensan diferente? Las neurociencias cognitivas pueden contribuir en la búsqueda de respuestas y los profesores no deben temer los descubrimientos de las neurociencias, ya que muchos de estos podrían respaldar la práctica de una enseñanza intuitiva de alto nivel. Esta postura se respalda por un creciente interés público (y especialmente el de los maestros) en los descubrimientos de las neurociencias cognitivas. Las neurociencias cognitivas están demostrando un interés creciente en tópicos generales como la memoria y el aprendizaje y su manifestación en la alfabetización y la adquisición de la aritmética y su aplicación a los niños con dificultades en el aprendizaje. Todos temas que han sido y son de interés principal para los educadores. Por lo tanto urge que la comunidad educativa se una a la comunidad neurocientífica en un dialogo.
En conclusión, la profesión de la educación se podría beneficiar al adoptar las neurociencias cognitivas en vez de ignorarlas. Es más, los pedagogos debieran contribuir activamente a la agenda de exploraciones de futuras investigaciones sobre el cerebro. Como lo han hecho desde el neuroarketing, que se han aprovechado todo esto para educarnos a consumir.
Es prometedora la nueva tecnología de neuroimágenes para examinar el procesamiento cerebral de matemática, lectura, y otras tareas específicas al aprendizaje. La investigación en ciencias biomédicas y conductuales debe insistir a los psicólogos a colaborar más cercanamente con los educadores para estructurar estudios del cerebro que permitan aplicar los conocimientos a la educación.
Fotos: Web
Recopilación de distintos textos de Manes, Facundo