La foto que acompaña esta nota prueba que policías de civil, con la protección de sus colegas uniformados, abrieron fuego contra las mujeres que manifestaban frente a la catedral de Mar del Plata.
Por Horacio Verbitsky para Página/12
La foto que acompaña esta nota prueba que policías de civil, con la protección de sus colegas uniformados, abrieron fuego contra las mujeres que manifestaban frente a la catedral de Mar del Plata; que los disparos con munición de caucho fueron dirigidos a la altura de la cabeza; y que el grupo de choque de fundamentalistas católicos encabezado por Carlos Gustavo Pampillón intervino con entusiasmo en el derribo de las rejas que separaban a ambos grupos. El componente electoral del episodio dista de haber sido esclarecido. Desde el gobierno municipal del FpV acusan la estrecha relación entre Pampillón y el candidato de PRO a suceder al intendente Gustavo Pulti, Carlos Arroyo, quien lo niega y atribuye a una operación de Pulti la difusión de fotos de Pampillón con candidatos de su lista. Arroyo se impuso en las PASO y la contienda es muy reñida para el domingo próximo. Pero los funcionarios municipales también señalan la relación de Pampillón con la policía bonaerense y recuerdan que hace dos años el activista al que señalan como neonazi fue el vocero del movimiento policial que se negó a patrullar en demanda de aumento salarial. Esta vez la respuesta oficial fue abrir un sumario administrativo en Asuntos Internos y filtrar que ambos policías de civil serían suspendidos de sus cargos en forma provisoria. Pero esto no llegó a ocurrir debido al malestar en la propia fuerza y la presión ejercida en las redes sociales por camaradas y familiares de los policías, que instaron a que volviera a alzarse la Caballería, que protagonizó el levantamiento de diciembre de 2013.
El obispado de Mar del Plata condenó en durísimos términos a las manifestantes que habían asistido al 30º Encuentro Nacional de Mujeres, por el “violento ataque” a la catedral y su “furia destructiva”, ante la que “expresa su indignación”. Se trató de “un verdadero acto de barbarie” que mide “la magnitud de un odio irracional hacia la fe cristiana y hacia la Iglesia Católica”. La referencia al perdón cristiano y la oración por las mujeres a las que les falta el amor de Dios no pasa de una hipocresía más, en tanto no incluye la menor referencia crítica a la represión policial ni a la actuación de los grupos católicos de ultraderecha que participaron en los enfrentamientos. Tampoco dice nada sobre la cesión de oficinas a la policía dentro del Obispado, donde un médico legista revisó a las mujeres golpeadas y detenidas. Una de ellas, Rosana Annessi, de HIJOS Resiste, cuenta que la revisión se limitó a tres preguntas: cuánto medís, cuántos años tenés, cómo te sentís y que la policía actuó allí sin presencia judicial o del ministerio público fiscal. “No sabemos ni quién ordenó la represión ni quién ordenó nuestra liberación”. Annessi es la mujer que fue filmada mientras la llevaban a la rastra.
Según su relato el operativo a cargo del jefe de la departamental Mar del Plata, Marcelo Di Pasqua, careció de toda planificación previa. Desde hace 30 años las mujeres se dirigen hacia la Catedral de la ciudad en la que se realiza el Encuentro Nacional, para señalar a la principal institución que niega los derechos que las mujeres afirman. Con esa larga experiencia se programan operativos con vallados a prudencial distancia de las iglesias, de modo que no lleguen a entrar en contacto manifestaciones antagónicas. Por el contrario, esta vez medio centenar de miembros del grupo de Pampillón ocuparon el atrio de la Catedral junto con varios policías, y dentro de la marcha de mujeres había tres varones infiltrados que comenzaron a arrojar latas, botellas, piedras y basura contra el edificio. El comunicado del Obispado enrostra a las mujeres “violencia física, blasfemias prolongadas, show de obscenidades, con insultos de todo calibre y graffiti dirigidos a Dios, a la Virgen María, al Papa Francisco” y dice que “las dos puertas corredizas de las rejas de entrada al templo fueron derribadas y los fieles que estaban en el atrio soportaron durante un tiempo prolongado interminables ataques físicos, con piedras, botellazos y otros objetos, mientras seguían rezando el rosario”.
Pampillón agradeció a la policía que “nos liberó la zona. Estuvimos una hora y media de resistencia. Gracias a Dios llegó la Infantería y tiró con las escopetas. Pero eso no es reprimir”. Varias integrantes del CELS que estuvieron en el lugar constataron que no hubo proporcionalidad en el uso de la fuerza ni progresividad en la respuesta. Frente a una marcha compuesta por mujeres de distintas edades, muchas de ellas con sus hijos, las balas de goma no se utilizaron para defender la vida o la integridad física de los policías, sino para dispersar y amedrentar a las manifestantes que ya estaban escapando. No dispararon al aire ni al piso, sino en línea recta, parapetados detrás de sus escudos. En el caso del fotógrafo Rolando Andrade, de no haber chocado el proyectil con la lente de su cámara, podría haberle acertado en un ojo (ver foto).