El presidente de Bolivia le regaló a Francisco un crucifijo formado con el martillo y la hoz, símbolo comunista. El Papa se mostró sorprendido y respondió “no lo sabía”, mientras Evo le contaba la historia del sacerdote jesuita Luis `Lucho´ Espinal creador del crucifijo original.

El crucifico es la réplica de una obra realizada por el fallecido sacerdote jesuita Luis Espinal, a quien el miércoles el Papa le rindió un homenaje en La Paz. Espinal fue un reconocido investigador social y uno de los jesuitas con mayor arraigo en Bolivia. El sacerdote fue asesinado por el régimen militar boliviano en 1980 y su cuerpo fue arrojado a una autopista en La Paz.
Luego de conocerse el presente de Evo al Papa, los comentarios en las redes sociales no tardaron en llegar. Varios internautas cuestionaron la «incoherencia» que supone un crucifijo basado en los del comunismo. Pero seguramente desconocían la historia detrás de la pieza.
“Lo único a lo que apostaba Espinal era al diálogo necesario entre marxistas y cristianos, el necesario diálogo entre obreros mineros y cristianos. El martillo representa la fuerza de obreros y campesinos” contó Xabier Albó, el sacerdote jesuita que actualmente posee el crucifico original que hizo Espinal.
12 tiros «por decir verdades» en Bolivia
Luís Espinal apoyaba la democracia y las causas sociales. Era casi medianoche cuando lo secuestraron en La Paz. Luis Espinal Camps volvía del cine a pie y le faltaba una cuadra para llegar a su casa, pero lo montaron en un jeep.
Al sacerdote jesuita le esperaban horas de tortura entre culatazos, golpes y quemaduras con plancha antes de ser rematado con más de 12 tiros en un matadero de reses, como consta en reportes policiales y periodísticos de la época.
Quiso la accidentada historia de América Latina que Espinal y el obispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero fueran asesinados con un margen de dos días: el primero el 22 y el segundo el 24 de marzo de 1980.
«La muerte los hermanó», dijo Xabier Albó, sacerdote jesuita español y amigo de Espinal.
«Cuando retornábamos del cementerio, nos enteramos que a más de 4.000 kilómetros de distancia (en El Salvador) habían asesinado a Óscar Arnulfo Romero. Las causas son las mismas».
El miércoles de la semana pasada, otro jesuita, el Papa Francisco, homenajeó en Bolivia a este religioso que llegó desde Barcelona a principios de los ´70 para dedicarse al cine, al periodismo y, en el proceso, denunciar los abusos de gobiernos militares que se turnaban el poder en aquellos años.
Y mientras Romero ha sido recientemente beatificado, los seguidores de Espinal aprovecharon la parada del Papa frente a los cerros donde fue hallado su cuerpo para activar el proceso que permita que el jesuita sea reconocido como mártir de la iglesia.
Paralelos con Romero
«El salvadoreño murió por defender los derechos de los pobres en su país en medio de una masacre y a Luis Espinal lo mataron por decir verdades y tomar partido por los indefensos», aseguró Albó.
El Papa hará una oración en el lugar donde encontraron el cuerpo de Espinal a las afueras de La Paz, allí fue construido este monumento en su honor.
Xavier Albó apunta que la muerte su colega se debió a la opción «preferencial por los pobres» que Espinal tomó en aquellos años, al igual que lo hizo Óscar Arnulfo Romero.
Hoy, colegios, avenidas, organizaciones juveniles y brigadas de trabajo comunitario bolivianos llevan el nombre del jesuita, un activista de los derechos de los ciudadanos.
El día de su primera posesión presidencial, en 2006, Evo Morales mencionó a Espinal cuando pidió un minuto de silencio por varios luchadores sociales bolivianos.
En 2007 el mandatario decretó la fecha de su secuestro como el día del cine boliviano.
Cada año, en la madrugada del 22 de marzo, niños y jóvenes de colegios católicos realizan romerías hasta el lugar en el que Espinal fue encontrado sin vida.
Albó apunta otro elemento común entre ambos: Romero pasaba cada semana su homilía por radio mientras que su amigo usaba la prensa y el cine como medio favorito para «aplicar su vivencia evangélica a favor de la gente».
Crimen impune
En 1979 Espinal fundó el semanario «Aquí», un periódico autogestionado que 1980 alertó sobre la inminencia de un nuevo golpe de Estado en Bolivia, algo que se hizo realidad cuatro meses después del asesinato del jesuita.
El cineasta y periodista Alfonso Gumucio, quien fue su alumno y cofundador de «Aquí», recuerda que conoció a Espinal en unos cursos de cine que brindaba el sacerdote poco después de su llegada a Bolivia en 1970.
La Asamblea Legislativa Plurinacional aprobó, antes de la llegada del Papa a Bolivia, la creación de la condecoración al mérito «Luis Espinal Camps». Fue entregada, por primera vez, al Papa Francisco el miércoles.
Después se rencontró con el cura, cuando éste participó en la multitudinaria huelga de hambre de 1978 que acorraló al gobierno de facto de Hugo Banzer (1971-1978) y desembocó en una convocatoria a elecciones con amnistía irrestricta para presos y exiliados.
«El semanario `Aquí´ demostró que Lucho (como se le conocía popularmente) estaba decidido a llegar hasta las últimas consecuencias en su compromiso con Bolivia. Él tenía muy claro que su vida terminaría en Bolivia y por ello decidió consagrarla a la lucha por la democracia», relató Mundo Gumucio.
«Me impresionó mucho la decisión de Luis de hacerse boliviano y quedarse aquí para siempre», dijo Gumucio, quien presentó hace poco una reedición de su libro «Luis Espinal y el cine».
En 1986, en el llamado «Juicio a la dictadura» (1986) que juzgó los abusos cometidos durante el gobierno de facto instaurado del general Luís García Meza (1980-1981) se condenó a paramilitares, policías y militares por violaciones de derechos humanos.
Sin embargo, no se juzgó el caso de Espinal, porque su muerte se produjo antes del golpe de Estado y por tanto no quedó entre las causas presentadas.
Hasta el momento, el crimen del padre jesuita quedó impune, algo que lamentan grupos de derechos humanos.