Colas en los cajeros automáticos -que continúan bajo la restricción del «corralito»-, negocios vacíos, movimiento de turistas en las calles y gente mayor desorientada, es la postal que volvió a dejar el lunes la ciudad de Atenas, donde después de decir «No» a los acreedores en el referéndum, los griegos -algunos ilusionados y otros preocupados- esperan pasos decisivos de su gobierno.
La primera noticia que recibieron ayer los ciudadanos de Grecia, quienes el domingo se expresaron claramente contra las políticas de ajuste que exigen sus socios europeos a cambio de ayuda financiera vital para el país, fue la renuncia del ministro de finanzas griego, Yanus Varufakis, quien dio un paso al costado para facilitar un acuerdo con los acreedores.
Varufakis dijo que si ganaba el «Sí» dimitiría, pero hoy sorprendió a todos al abandonar su cargo explicando que su decisión se debía a que «algunos participantes del Eurogrupo» preferían que él «no estuviese en las próximas reuniones» y que el primer ministro, Alexis Tsipras, consideraba que sería «útil» contribuir de esta forma a un entendimiento.
A menos de 50 metros de la céntrica plaza Syntagma, decenas de periodistas y una veintena de curiosos se concentraban delante de las puertas del Ministerio de Finanzas griego a la espera de que saliera el ya ex ministro, quien en su blog personal se despidió como un héroe al afirmar que llevará «con orgullo el odio de los acreedores».
«Si la renuncia de Varufakis contribuye al acuerdo ha hecho lo correcto, porque lo urgente es que la salgamos de la situación actual», dijo Dimitris, un funcionario que tomaba un café frente al edificio ministerial.
«Apoyo totalmente al gobierno de Syriza y confió en que Varufakis está haciendo lo que es mejor para Grecia», afirmó por su parte Emanuel.
Este griego de 50 años y propietario de la zapatería «Jan Luis» de la céntrica calle Esmou, subrayó que «el pueblo griego votó a favor de un acuerdo con la Unión Europea pero justo para Grecia, que ya no puede soportar la actual situación. La desocupación está en el 26 % y muchos griegos viven en la pobreza».
«Voté `No´ en el referéndum y no tengo miedo de lo que pueda pasar, estoy tranquilo, esperando las próximas decisiones. Y si no se llega a un acuerdo con la zona euro no importa, me da igual volver al dracma (la antigua moneda griega)», apuntó este comerciante, que prefiere «tener que sufrir pérdidas ahora si es el precio para vivir mejor en el futuro».
«Mucha gente de aquí sigue a la espera, no quiere gastar el dinero porque todavía no sabemos qué va a pasar», añadió.
La mayoría de los negocios de la principal arteria comercial del centro de Atenas siguen vacíos y, uno tras otro, los empleados, agobiados y sin hacer nada, se niegan a responder preguntas de la prensa: «no, gracias», dicen, cuando se les pregunta sobre cómo están viviendo estas horas de incertidumbre.
Frente a los cajeros automáticos el goteo de personas es constante, pero no hay colas interminables sino un puñado de personas que dicen tener «miedo a lo que pueda pasar».
«No es que necesite este dinero, los 60 euros diarios, pero tengo temor a que si no los saco en algún momento confisquen nuestras cuentas y no pueda pagar mis gastos», aseguró Georgia Kanaki, una joven que trabaja en el sector turístico.
«Es verdad que si todos sacamos el dinero es peor, pero también es legítimo porque nadie responderá por mí si, por ejemplo, mañana no puedo pagar mi alquiler», explicó la joven.
Georgia votó «Sí» en el referéndum del domingo, pero espera que el gobierno de Alexis Tsipras logre que Grecia obtenga un acuerdo mejor con los acreedores para seguir en el euro. «De todos modos lo veo muy difícil, Grecia es un país pequeño y la Unión Europea (UE) es muy poderosa», subrayó.
La situación general es de calma tensa. Mientras Georgia se expresaba con tranquilidad, una mujer jubilada gritaba que «es injusto» que no pueda cobrar más de 120 euros por semana por no tener tarjeta de crédito.
Las restricciones bancarias afectan de forma diferente a los griegos, dependiendo de su historia personal.
Yourgus, otro jubilado, explicó en voz baja y entre lágrimas, que en el banco no le querían dar «el dinero que necesitaba para pagar el funeral de su hija, que falleció la semana pasada».
«Tengo un problema de corazón, no puedo comprar medicamentos y en casa mi mujer espera que lleve el dinero, que apenas nos alcanza para comer», agregó.
Giorgos Manoltzas se encuentra muy lejos de esa situación, pero comentó que necesita el dinero para «ayudar a su padre, que es jubilado y no sabe si podrá cobrar toda su pensión».
«Además, tenía planeado un viaje que no sé si podré hacer si no logro sacar mi dinero del banco, pero eso es lo de menos», agregó.
«Tengo un buen trabajo, pero voté `No´ en el referéndum porque vengo de un barrio humilde y a mi alrededor veo gente que está pasando penurias, no tiene dinero para pagar el agua y la electricidad y no puedo cerrar los ojos ante tanta humillación», remarcó.
«Espero que el gobierno griego ahora logre un mejor acuerdo para nuestro país. Europa tiene que dar un paso atrás. Nosotros también tendremos que hacer reformas, porque son necesarias, hay cosas que aquí no funcionan bien, pero necesitamos un acuerdo sobre nuestra deuda que la haga sostenible y que nos permita desarrollarnos», argumentó.
«Si los griegos dijimos de forma tan mayoritaria que no teníamos miedo a salir del euro después de las amenazas que recibimos, Europa debería pensar un poco en qué está fallando», espetó este joven profesional de 30 años mientras el Ejecutivo de Tsipras se prepara para jugar con nuevas cartas frente a los acreedores.