La economía argentina está en riesgo de default. Lo dicen analistas de calificadoras de riesgo, de fondos de inversión y de bancos internacionales. Es una situación increíble en la que se encuentra la economía macrista, que heredó una desendeudada. Es increíble por la velocidad del suceso, no así por la tendencia que estaba señalada por el vertiginoso endeudamiento, la liberalización extrema del mercado cambiario, la apertura sin restricciones para el ingreso y egreso de capitales especulativos y la desarticulación de la administración del comercio exterior. Quedar a las puertas del default era así un escenario probable pero no que fuera tan rápido, apenas a 32 meses de gobierno. Esto desmorona, una vez más, las zonceras de economistas del establishment que prometen el paraíso con la desregulación financiera y la receta neoliberal. La Alianza Cambiemos se sometió con placer a las demandas judiciales desproporcionadas de los fondos buitre y privilegió al capital financiero internacional, además de rogar y conseguir ser ascendido a la categoría mercado emergente y de entregar la gestión económica al Fondo Monetario Internacional. El saldo es impactante: la posibilidad de otra cesación de pagos de la deuda argentina, instancia dramática por sus consecuencias socioeconómicas inmediatas, pero que, a la vez, se ha convertido en la principal vía para comenzar la compleja reconstrucción económica después de la noche macrista.
Compasión
La situación es tan crítica que el presidente Mauricio Macri viajará a Nueva York, a mediados del mes próximo, con motivo de la Asamblea General de las Naciones Unidas, compromiso que le disgusta -se entiende porque tiene que dar un discurso- y por eso estaba asignada a esa tarea la vicepresidente Gabriela Michetti, como el año pasado. El cambio de planes se debe a que en Wall Street quieren escuchar en forma directa a Macri, no a delegados, como a los enviados la semana pasada. La misión integrada por el vicepresidente del Banco Central, Gustavo Cañonero, el secretario de Finanzas, Santiago Bausali, y el vicejefe de Gabinete, Mario Quintana, fue un fracaso. No lograron convencer a banqueros y administradores de fondos de inversión de que existe un plan financiero consistente para evitar el default.
Macri va a pedir compasión a Wall Street. Los financistas que se reunieron con esos tres funcionarios les expresaron desconfianza acerca de la capacidad de avanzar en el ajuste fiscal en un año electoral. También les trasmitieron dudas de la posibilidad de la reelección de Macri. Pero lo más relevante es que les trasladaron las inquietudes que tienen acerca del plan financiero oficial para cumplir con el pago de intereses y capital de la deuda hasta fin del año próximo.
Este es un cuadro de situación que impresiona: Wall Street evalúa el default argentino como probable y el presidente Macri tiene que ir a Nueva York a prometer que Argentina no declarará un default. Se reunirá con ejecutivos de bancos y fondos de inversión, entre ellos los de Templeton y BlackRock. Estas dos firmas forman parte del grupo de fondos más especulativos del mercado y son los que brindaron el salvavidas para la primera corrida que enfrentó la conducción de los mesadineristas Luis Caputo y Gustavo Cañonero en el Banco Central.
Hace tres domingos, aquí se reveló que Templeton y BlackRock son los fondos que acumulan más papeles de deuda argentina, los mismos que fueron los principales compradores de los bonos Bote y PeDo (bono dual, Pesos/Dólar), en mayo pasado. Entre los fondos con tenencia declarada de títulos, en pesos y en dólares, que suma 28 mil millones de dólares, Templeton concentra 6200 millones y BlackRock, 3700 millones. En el tope de ese ranking se ubica Allianz SE (Pimco), con 6400 millones de dólares. Cañonero fue el socio argentino de Templeton a través de su firma SBS.
Promiscuidad
La promiscuidad de la economía macrista con esos fondos de inversión es obscena, siendo BlackRock integrante de los denominados fondos buitre, según la calificación que hace el propio mercado financiero. Macri teniendo que reunirse con esos fondos para disuadirlos de que no bajen el pulgar a la deuda argentina es otra muestra del naufragio de otro experimento neoliberal y un aporte más que hace el hijo de Franco a la degradación de la figura de la primera magistratura.
Durante dos años, bancos y fondos internacionales se saturaron de bonos de deuda argentina y ante el fiasco de la economía macrista empezaron a liquidarlos hace cuatro meses. El riesgo país se duplicó hasta los 700 puntos. El gobierno está desesperado para detener la corrida contra los títulos argentinos, cotizaciones que colapsaron con pérdidas de 25 a 35 por ciento en dólares, para los bonos de corto y largo plazo, respectivamente. El secretario Bausili, ex ejecutivo de JP Morgan y Deutsche Bank, no ocultó su angustia frente a los financistas. De acuerdo a la crónica publicada en el portal de noticias Infobae, Bausili les dijo que “no les pedimos que compren más bonos argentinos, ni siguiera que reinviertan los cupones que cobran. Nos alcanza que hasta fin de 2019 no salgan a vender”. No deja de ser asombrosa esta solicitud de misericordia a los verdugos de Wall Street por parte de uno de sus miembros, que circunstancialmente es funcionario público.
Tan cerrado está el acceso al financiamiento en el mercado internacional y tan estrecho el de la plaza local, que Cañonero buscó tranquilizar a los financistas revelando que manejan la opción de pedir un adelantamiento de futuros desembolsos trimestrales, de 2916 millones de dólares cada uno, del Fondo Monetario Internacional, para garantizar el pago de la deuda hasta fin de 2019. Es una promesa arriesgada porque el FMI no quiere que sus dólares sean utilizados para cancelar deudas, sino que el objetivo del crédito de 50 mil millones de dólares -al 15 de diciembre de este año ya habrá entregado 20.775 millones, el 42 por ciento del total- era abrir el mercado internacional. Esa misión fracasó y ahora aparece un vacío financiero, desde donde emerge el fantasma del default.
La confianza del gobierno de conseguir el apoyo político del FMI para acelerar el giro de dólares descansa en la idea de que la Argentina de Macri es clave en la estrategia geopolítica de Estados Unidos para enterrar las experiencias populistas en América latina. En realidad, el objetivo estadounidense es frenar la influencia de China en la región, a la que se asocia con gobiernos populistas. Puede ser que esa misión esté bastante avanzada, teniendo en cuenta el repliegue táctico de capitales chinos en Latinoamérica.
El Tío Sam
Las estimaciones de disponibilidad de dólares para cubrir los vencimientos de deuda que realizan en Wall Street muestran que ni con los dólares del FMI alcanza. La Bomba Letes en dólares tiene la mecha encendida y los compromisos alcanzan a 2000 millones por mes hasta fin de año. Pero es una bola de nieve que no disminuye, sino que crece incluso dejando que inversores compren esos papeles con pesos –emitidos por el BCRA– con el compromiso oficial de entregar dólares –billetes que no emite el BCRA y que cada vez son más escasos–. Es una opción ofrecida por el Ministerio de Hacienda y Finanzas inconsistente e irresponsable del manejo de las cuentas públicas (ver nota de Raúl Dellatorre, página 6).
Si el salvavidas adicional del FMI apurando desembolsos no es suficiente, el Gobierno está filtrando a través de voceros oficiosos que contará con el apoyo de Estados Unidos vía una línea contingente de la Reserva Federal (banca central estadounidense) o directamente del Departamento del Tesoro. Un interesante artículo de Sebastián Maril en el newsletter de Research for Traders, “El Tío Sam no ofrecerá asistencia económica a Argentina tan fácilmente”, explica que Estados Unidos rara vez abre la billetera para ayudar a un país necesitado sin que éste sea de interés nacional. Detalla que en 2016 otorgó asistencia financiera a 142 países por un total de 48.400 millones de dólares. Irak, Afganistán e Israel fueron los principales receptores de esos fondos que, en ciertos casos, fue exclusivamente en forma de ayuda militar. ¿Argentina tiene ese lugar tan relevante en América latina para el Estados Unidos de Donald Trump?
El reporte indica que el gobierno de Estados Unidos debe justificar al Congreso la necesidad de ayudar a un país con problemas económicos. Existen excepciones, como el salvataje a México, dispuesto en enero de 1995. El entonces presidente Bill Clinton autorizó al Tesoro a entregar una línea de préstamo contingente por 20.000 millones de dólares, otorgada por el Fondo de Estabilización Monetaria (ESF, en inglés). Fue la primera vez que fue utilizado para estabilizar el valor de una moneda de otro país. Hoy ese fondo suma 105.000 millones de dólares, de los cuales 58.100 millones forman parte de los aportes que realiza Estados Unidos al FMI. El informe concluye que “Argentina podría recibir ayuda financiera del Tesoro de Estados Unidos de la misma manera que México fue asistido durante el Efecto Tequila”. Para advertir que, de llegar a esa instancia, “Trump enfrentará un Congreso muy dividido que cuestionará la necesidad urgente de asistir a una Nación lejana cuando existen otras prioridades económicas más cercanas”.
Ese salvataje es improbable, pero es una ilusión que sirve para estirar un poco más la agonía de la economía macrista. Incluso si se concretara, ese auxilio de emergencia, en el actual contexto de fuga de capitales, déficit comercial que acumula 19 meses de saldos negativos y fuerte desequilibrio de la cuenta corriente de la Balanza de Pagos, sólo serviría para ganar tiempo para un desenlace que se presenta como inevitable.