Los analistas coinciden en que los cantitos reflejan el malhumor social y pueden golpear la imagen del presidente.
Como explicó LPO, se trata de un tema que preocupa mucho al Gobierno y que no parece que vaya a frenarse. El de Racing de este martes fue el séptimo estadio en el que se escucharon insultos contra el Presidente en las últimas dos semanas. A eso se sumaron dos recitales, de Guasones y Dancing Mood, y los insultos en la línea D del subte, además de la viralización de cientos de memes, ringtones e incluso la partitura del cantito contra Macri.
«Los cantitos generan una sensación de debilidad», aseguró Del Franco
En diálogo con LPO, el sociólogo y analista Marcos Novaro señaló que el fenómeno «obviamente» afecta al Gobierno y «va en línea con el malhumor». «No sólo es manipulable, es gente que está con más malhumor», indicó Novaro y aclaró que de todos modos «hay mucha gente dispuesta a disparar el asunto».
El analista aseguró que «la imagen está un poco peor» y que «Macri lo está pagando». No obstante, afirmó que «no se puede quejar» luego de dos años «de gracia», «se acabó la transición», sentenció Novaro. «Hay cierta licencia a hablar mal del Gobierno, porque es poderoso y ya no está Cristina», analizó el sociológo.
Celia Kleiman, dueña de la encuestadora Polldata, dijo a LPO que «hay un efecto derrame» basado en que «estamos atravesando una etapa complicada en lo económico» y que es «evidente que tiene un efecto en el Gobierno si continúa».
«A los estadios va gente de toda extracción social y política, que está expresando malestar», aseguró Kleiman y recordó que según las encuestas de su consultora, este malestar está asociado directamente a la situación económica. «La víscera más sensible es el bolsillo de la gente», señaló.
Por su parte, la consultora Analía del Franco, indicó que «lo más preocupante es que los cantitos prendan de esa manera, por más que sean preparados». Del Franco analizó que los cantitos «no van a revertir la idea de nadie, pero alimentan un humor social que tiende a irritar».
«No son positivos, generan una sensación de debilidad», aseguró Del Franco aunque aclaró que no cree que los cantitos le hagan perder imagen a Macri. En ese sentido, indicó que la imagen de Macri en la provincia de Buenos Aires es la misma que en agosto del año pasado.
«Estas cosas suceden por un malestar, es una manera de llamar la atención», advirtió y vinculó la expansión del fenómeno con la baja de expectativas de la sociedad respecto del rumbo económico.
Respecto de la posible expansión del fenómeno, como ya sucedió en el subte y en los recitales de Guasones y Dancing Mood, Novaro dijo que es algo que puede pasar porque «es un gobierno que controla poco la calle y no sólo con respecto a las movilizaciones».
En tanto que respecto de si el Gobierno puede frenar el fenómeno, el sociólogo fue contundente: «Si alguien lo quiere parar es un estúpido, Macri se lo tiene que tomar con soda».
«Hay cierta licencia a hablar mal del Gobierno, porque es poderoso y ya no está Cristina», analizó Novaro.
Como Novaro, Kleiman advirtió que «no tiene sentido cortar con una medida» este fenómeno, porque «puede haber una válvula de escape por otro lado». En tanto que Del Franco pronosticó que el asunto «va a decantar» por sí solo.
Kleiman aseguró que los cantitos son «manifestaciones muy arraigadas en la idiosincrasia de los argentinos», de allí la viralización del canto contra Macri, y que eso acarrea un peligro para el presidente. La encuestadora recordó que estudió el tema en el apogeo de La Cámpora y señaló que parte del atractivo de la agrupación cristinista eran los cantitos que componían los militantes, en su mayoría con melodías que se cantan en las canchas.