Villa Mercedes siempre tuvo su propia impronta, como cada comunidad en el mundo entero, que hace a su propia identidad y que, como tal, es única, propia e inconfundible. Salvo que quienes tienen el deber de defenderla, porque entre otras cosas fueron elegidos para gobernar la ciudad y defender a su pueblo, dispongan por desidia u obsecuencia, entregarla a quienes tienen más poder, merced a la subordinación vergonzante de los que se sienten más cómodos siendo esclavos que libres. Esto ocurre en los últimos treinta años en Villa Mercedes: sus intendentes nunca tuvieron fuerzas suficientes para ponerle límites a la sinrazón del régimen provincial. Y los aprovechados del feudo, siguen haciendo sus caprichos, aun desconociendo la idiosincrasia mercedina. En definitiva, porque siempre quisieron atenuar, disminuir y debilitar la influencia de la segunda ciudad en el contexto provincial.
La fiesta de la Calle Angosta ahora depende de los delirios de los señores feudales; el tradicional corso pasará a darle contenido a la fastuosidad del cemento de La Pedrera que ya no saben con qué llenarla; el túnel sobre la avenida Mitre conduce a la nada; el mejor hipódromo que tenía la provincia lo desaparecieron; los archivos históricos de los dos diarios más importantes de la ciudad quedaron en manos de los insaciables hermanos, dejándonos sin los registros propios de nuestra propia identidad. En esto último, los principales cómplices del saqueo fueron quienes permitieron la enajenación de semejantes anaqueles, a cambio de tres monedas. La Universidad Nacional de San Luis es tal, por la lucha de los mercedinos en los años sesenta y setenta. Hasta su clase inaugural se hizo en Villa Mercedes. Hoy, es un mero apéndice de la capital provincial. La Universidad Nacional de Villa Mercedes ha estado más tiempo en manos foráneas que bajo la custodia de sus propios creadores. Los clubes dependen de la concesión graciable de los gobernantes provinciales y no tienen el aliento de un gobierno municipal que hace rato olvidó la promoción del deporte.
A cambio, nos llenaron de tragamonedas; se apropiaron de históricos edificios; plagaron los barrios con nombres y denominaciones que hacen a la cultura de la ciudad de San Luis y no a la nuestra; desmantelaron instituciones de gobierno con sede en Villa Mercedes; destruyeron la esencia del Centro Cívico en tanto edificio concentrador de las oficinas públicas provinciales; nos aislaron con un paredón y la autopista nos pasa por arriba sin que sea fácil acceder a la ciudad. Ni los presos pueden estar en nuestra ciudad, porque también desarmaron la penitenciaría local. Quisieron dividir el departamento Pedernera para restarle poder político al único departamento que se asemeja al de la capital de la provincia. Aquella vez en la Convención Constituyente de 1987 no lo consiguieron, por eso ahora quieren volver con esa aventura divisionista.
Nada de esto es casual. Todo responde a una concreta política de desculturización de Villa Mercedes y de pérdida de su identidad para acentuar su dependencia, no solo presupuestaria, sino fundamentalmente cultural y social.
En esto hay responsables con nombres y apellidos y ellos son los intendentes, vice intendentes, concejales, diputados y senadores provinciales del oficialismo provincial y sus aliados que, al cabo del tiempo, les resultó más cómodo y menos traumático cumplir las órdenes de sus faraones jefes antes que defender la identidad del pueblo al que representan, los haya votado o no.
Ahora, habrá fiesta de la Calle Angosta cuando a algún presuntuoso iluminado puntano se le ocurra. Habrá corsos en el millonario predio que solo causa disgusto a los vecinos que se inundan en el barrio La Ribera y no en las tradicionales calles mercedinas. Habrá intendentes como la gente, cuando podamos elegir a personas simples, que defiendan los intereses de Villa Mercedes sin necesidad de pelearse con el gobernador de turno, sino actuando alejados del servilismo partidario y la genuflexión que han caracterizado a todos los que han pasado en las tres últimas décadas por el sillón Simón Mamy, en avenida Mitre 1025.