Que haya comprado las elecciones del 22 de octubre, no lo convierte en buena persona y menos en una persona honesta, preocupada por el trajín de la semana y que espera con ansiedad el descanso reparador a partir del viernes.
Una nueva muestra de la hipocresía con que Adolfo Rodríguez Saá y su hermano suplente, subestiman la inteligencia del pueblo de San Luis, volvió a conocerse en días recientes a través de un supuesto espontáneo video, tan ridículo como el del día de la primavera, en el que su penalmente sospechada cónyuge se “sorprendió” por el obsequio del esforzado trabajador, que con el sacrificio de toda la semana logró llevarle una ramo de rosas amarillas y también construirle una casa de 75 millones, al pie del lago Potrero de los Funes.
Por la diosa Venus, el viernes es sinónimo de amor de acuerdo a la mitología griega, pero en nuestros tiempos se asimila al descanso y al escape de las preocupaciones cotidianas. La conducta de Adolfo El Breve también es así, pero sobre todo asimilada al escape. Escapó del escándalo nunca aclarado del `Y…no sé´. Escapó de las grandes crisis provinciales y hasta se dio el lujo de ser el único presidente argentino que escapó de la Casa Rosada para venir a renunciar a la más alta magistratura de la Nación desde la residencia gubernamental que no le pertenecía, porque el cargo de gobernador ya no lo ocupaba.
Su vida es un escape. Y no solo de viernes porque su cuerpo lo sepa. Su vida es típica de quien necesita huir para reencontrarse. Huyó y se escapó en 1985 cuando perdió las elecciones legislativas. Primero en el Puente Blanco y luego en Punta del Este. Huyó y escapó de la Casa Rosada, primero en San Luis y luego en México. Huyó a comer panchos y a alojarse en un hostel en alguna paradisíaca isla griega, con buena compañía en momentos en que necesitaba más de la piratería del amor que de la política. Huyó y escapó a Estados Unidos cuando vio amenazada su permanencia en el poder hace pocos días y ahora huye y escapa hacia la supuesta tranquilidad de un viernes.
Toda una historia de huidas y escapadas que nunca podrá esconder la responsabilidad que le cabe por los miles de comprovincianos que viven en la pobreza, por la telaraña de corrupción que supo construir desde que llegó al poder y que solo maquilla con subsidios temporarios, planes sociales, presiones y amenazas.
Los funcionarios le tienen miedo, sus legisladores esperan órdenes y los intendentes subordinados están siempre atentos a sus llamados de atención, y no precisamente con la tranquilidad de un viernes para una persona normal. Sencillamente porque la patología que le es propia, lo enajena de cualquier estado de normalidad social. Patología en la que domina el poder y solo el poder por el poder en sí mismo. Poder que poco le durará, aunque le dure toda su vida. Solo en su fuero íntimo sabe que nada de lo que hace y tiene es cierto, y menos aún que haya sido ganado legítimamente. De la legalidad, mejor ni hablar. Podrá tener riquezas materiales; podrá seguir teniendo poder sostenido con dineros ajenos que utiliza en beneficio propio, pero jamás tendrá la tranquilidad de un viernes de una persona honesta, porque su cuerpo y su mente sí que lo saben.