Durante su discurso en el Congreso de Estados Unidos, el primero que un Papa pronuncia en ese lugar, Francisco llamó a «abolir la pena de muerte», pidió «equilibrio para combatir la violencia que se comete en nombre de las religiones, ideologías o pensamiento económico» e instó a «garantizar los plenos derechos civiles y políticos para los afroestadounidenses». Insistió, también, en «no tenerle miedo a los inmigrantes» y proteger el medio ambiente, exigió «ponerle fin a los muchos conflictos armados en el mundo», y consideró que la distribución de la riqueza y la generación de empleos «son un servicio al bien común».
El Papa llegó al Capitolio acompañado por el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el presidente del Congreso, John Boehner, y brindó un discurso de aproximadamente media hora ante el pleno de los legisladores norteamericanos.
Durante su alocución, el jefe de Estado del Vaticano no mencionó explícitamente el tema del reestablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, aunque habló de su «deber de construir puentes» para que «los países reanuden el diálogo y abrir nuevas oportunidades para todos». «Un buen líder político es el que con los intereses de todos aprovecha el momento de apertura y pragmatismo», dijo.
Les recordó también que «el fin primordial de la política» es «preservar la dignidad de los ciudadanos y avanzar hacia el bien común», y les pidió «proteger mediante las leyes, la imagen y semejanza de Dios que tenemos en cada rostro humano», particularmente «a los que están atrapados en un ciclo de pobreza».
Además, reconoció que «ninguna religión es inmune al extremismo ideológico», lo cual implica «estar especialmente atentos a cualquier tipo de fundamentalismo, ya sea religioso u otro». Para «combatir esta violencia», añadió, se requiere «mantener un equilibrio» que «se salvaguarde la libertad religiosa y las libertades individuales».
En otro tramo de su discurso, calificó a Estados Unidos como «tierra de la diversidad» y, en alusión a los conflictos racistas desatados en los últimos meses en Baltimore tras el asesinato a afrodescendientes por parte de policías, el Papá pidió garantizar «los plenos derechos civiles y políticos de los afroestadounidenses».
«No hay que tenerle miedo a los extranjeros porque muchos de nosotros lo fuimos alguna vez. Se los digo esto como un hijo de inmigrantes y sabiendo que tantos de ustedes son descendientes de inmigrantes», puntualizó Jorge Bergoglio, y concitó uno de los aplausos más cerrados de su intervención.
También se refirió a la «crisis de los refugiados» pero no la situó solamente en Europa, sino en los mismos Estados Unidos: «En este continente viajan (muchas personas) hacia el norte en búsqueda de una mejor vida y oportunidades para ellos y sus seres queridos (…) No nos deben sorprender las cifras sino más bien las personas, sus rostros, escuchar sus historias y tratar de responder de manera humana, justa y fraterna a su situación».
Luego ratificó la condena de la Iglesia Católica a la pena de muerte y se hizo eco del pronunciamiento que varios obispos de Estados Unidos le hicieron a los sucesivos gobiernos: «No solo respaldo la abolición de la pena de muerte sino que también ofrezco aliento a todos aquellos que están convencidos de que una condena justa y necesaria nunca debe excluir la dimensión de la esperanza y la meta de la rehabilitación de la persona».
Recordó la protección al medio ambiente, tema sobre el cual se pronunció en su encíclica Laudato Si, y pidió hacer «un esfuerzo valiente y responsable para redireccionar nuestros pasos y detener el deterioro ambiental causado por la actividad humana».
Por último, mencionó la importancia de «ponerle fin a los muchos conflictos armados que hay en el mundo» y detener el tráfico de armas. «¿Por qué se están vendiendo armas letales? Por el dinero que está empapado en sangre, a menudo de inocentes. Ante el silencio es nuestro deber enfrentar el problema y detener» ese tipo de tráfico.
Al finalizar su alocución, Francisco salió al balcón del Capitolio de Washington para saludar a las miles de personas que siguieron desde la calle su histórico discurso: «Agradezco su acogida y su presencia, agradezco a los personajes más importantes que hay aquí, los niños», dijo. «Les pido por favor a ustedes que recen por mí y si hay entre ustedes personas que no creen o no pueden rezar, les pido por favor que me deseen cosas buenas», dijo en castellano y se despidió en inglés: «God bless América».