Científicos y científicas de la Universidad de Oxford (Inglaterra), en colaboración con la farmacéutica británica AstraZeneca, difundieron resultados alentadores acerca de su vacuna contra el coronavirus . Fue probada en más de mil voluntarios sanos de Reino Unido que desarrollaron defensas y no presentaron efectos adversos. Los resultados preliminares de las primeras pruebas fueron difundidos a mediados de julio en The Lancet, una de las publicaciones de mayor prestigio internacional y que más de cerca sigue el equipo asesor de Alberto Fernández.
Ahora bien, ¿cómo funciona la vacuna de Oxford una vez que ingresa al organismo? “Está basada en un adenovirus. Hay un montón de clases, suelen infectar humanos y también a otros animales. Lo que tienen de bueno aquellas vacunas basadas en virus es que estos patógenos saben muy bien cómo entrar a nuestras células, son realmente expertos. En este caso, la propuesta de Oxford es inyectarnos uno que no es capaz de replicarse en nuestro cuerpo”, dice Juan Manuel Carballeda, investigador del Conicet en el Laboratorio de Virus Emergentes de la Universidad Nacional de Quilmes. Y continúa: “De hecho, al no replicarse en otras células, las vacunas suelen ser más seguras (no producen daños colaterales)”. Al mismo tiempo, esta característica conlleva un aspecto negativo: “Como no se replica puede que no sea suficiente con una sola inoculación para repeler al Sars CoV-2. Por el momento, se vio despierta la respuesta inmunológica pero habrá que esperar”, advierte.
Fueron exactamente 1077 las personas (entre 18 y 55 años) que se sometieron al estudio y desarrollaron anticuerpos y linfocitos T suficientes divulgado en The Lancet. Mientras que los primeros neutralizan al patógeno, los segundos se encargan de destruir a las células infectadas.
La vacuna contra el Covid de Oxford fue producida en base a un adenovirus que tradicionalmente causa resfríos en chimpancés. El sistema inmune humano detecta al agente infeccioso y esa respuesta inmunológica puede ser útil para el Sars CoV-2 y así prevenir la enfermedad. La pregunta que se abre, en este sentido, es: ¿por qué un adenovirus podría entrenar nuestras defensas para el coronavirus? “El adenovirus fue modificado genéticamente y expresa la proteína Spike (S). Es la más visible en su estructura y es la que utiliza el Sars CoV-2 siempre que quiere ingresar a nuestras células. Constituye el blanco ideal para aprender a atacar al coronavirus desde el sistema inmunológico”, describe Carballeda. Por intermedio de ingeniería genética, fue diseñada de tal manera que, aunque se asimila lo suficiente al coronavirus, no causa ningún peligro a las personas. Por ello, los responsables del análisis señalan que es “segura”.
En las próximas etapas los expertos deberán analizar por cuánto tiempo las defensas permanecen en el organismo, así como también escalar la prueba. ¿Qué quiere decir ello? Examinar, en efecto, si es factible generar las miles de millones de dosis que son necesarias para vacunar a todo el mundo contra el Sars CoV-2. En el presente, la fase 3 de esta vacuna está siendo evaluada en Brasil (5 mil voluntarios), Reino Unido (15 mil), Sudáfrica (2 mil) y, próximamente, en Estados Unidos. El desafío en estas regiones será que las pruebas incluyan a adultos mayores, pacientes con otras enfermedades e individuos que provengan de otras naciones. Cuanto más aleatoria sea la muestra más robusta será la metodología.
¿Hay expectativa con esta vacuna? “El grupo de vacunología de Oxford es muy importante a nivel internacional, de mucho prestigio. Tienen experiencia en otras vacunas y tratamientos para diversas patologías que utilizan esta estrategia. Por su plasticidad y su capacidad de introducirse en las células humanas, los adenovirus están siendo empleados para abordar enfermedades neurodegenerativas y otros problemas genéticos”, narra el investigador del Conicet.
Boris Johnson se aseguró para sus ciudadanos la producción de 100 millones de dosis. Mientras tanto, la compañía biotecnológica británica ha comunicado que está preparada para fabricar 2 mil millones. En este marco de competencia mundial, los mandatarios que se muestren más rápidos de reflejos y coloquen mejor sus fichas serán finalmente los que saldrán ganando en este contexto de excepción y de tanta incertidumbre. En el Ministerio de Salud argentino apuntan que “depositaban mucha confianza en la solución que pudiera provenir de la Universidad de Oxford”.
Ya son más de 100 las vacunas que compiten en el planeta y más de una docena las que tienen chances de podio. El objetivo es, sencillamente, generar respuesta inmunológica en el cuerpo. Cada compañía ha escogido promover aquella estrategia en la que más confiaba y más experiencia cosechaba. Aunque la meta es la misma, hay múltiples caminos: algunas utilizan al virus inactivado –como la hepatitis A–; otras emplean al virus atenuado –como la Sabin–; unas actúan sobre el ARN viral; están las que solo incorporan una proteína –en este caso la “S”–; o bien, las de proteínas recombinantes, que se usan en hepatitis B y HPV (Virus del Papiloma Humano).
En Argentina, Pfizer y BioNTech empezaron a probar la propia a partir de agosto. El doctor Fernando Polack lidera el proyecto y los voluntarios fueron reclutados desde la Fudación Infant –que Polack dirige– en el Hospital Militar de CABA. Lo más probable es que no sea una sola vacuna la que llegue al objetivo en 2021. Ello implicará un mejor posicionamiento para las naciones periféricas que, como Argentina, buscarán asegurarse las dosis suficientes.