Triunfar o perder en las elecciones del próximo domingo 13 de agosto, ya significa una derrota para los hermanos Rodríguez Saá. Sobre todo para el sempiterno Adolfo, quien ya transita los difíciles andares del comienzo de su octava década, en este mundo terrenal, que lo colmó de riquezas materiales, aunque las espirituales estén más en el debe que en el haber.
No es cierto que el PJ de los Saá sea invicto, menos aún invencible. Perdió elecciones de la mano de ellos mismos. Y probablemente, este 2017 marque un punto decisivo en la transición del feudo, al menos para los contemporáneos que les tenemos contadas las costillas a los hermanos. Cada agujerito que agregan a sus cintos, es uno menos que tenemos la mayoría de los sanluiseños.
Ya perdieron y es probable que vuelvan a atravesar la misma experiencia, aun cuando las urnas les den más o menos votos que a Poggi. Perdieron las legislativas de 1985 a manos de la UCR que recibió el apoyo de varios miles de sanluiseños que jamás fuimos, ni queremos ser, radicales.
En 2017, el fenómeno es similar, pero con más debilidad para ellos y más fortaleza para la oposición. Menos, porque la coalición encabezada por Avanzar la lidera quien ellos consideraban su delfín. Un delfín, como Claudio Poggi, que se convirtió en tiburón de un estilo patológico de gobierno que tendía a transformarse en estilo de vida aparentemente normal para la provincia de San Luis. Poggi sabe que no podrá retroceder y lo ratifica cada día, cuando dice que Avanzar es lo contrario de retroceder.
Es la primera vez que los Rodríguez Saá, están frente al desafío de volver a seducir a la mayoría popular. De sus propias entrañas surgió le fenómeno que les quita el sueño.
Ya había sucedido, en 1999 con el legendario intendente Dr. Carlos Ponce. Vuelve a ocurrir 18 años después con Claudio Poggi, pero en todo el territorio provincial. Hoy Poggi, es tan o más popular que el septuagenario Adolfo. Ni hablar respecto del avanzando sesentón, Alberto.
El tiburón fue delfín porque Alicia Lemme, Raúl Merlo o el Gato Fernández podían generar sombra a los dueños del poder. Sin embargo, hoy también devoró los sueños de Lemme, Merlo, Fernández y hasta de los propios Rodríguez Saá. El dato relevante es que la decisión no fue personal, sino de una mayoría de sanluiseños, nacidos y venidos, que está dispuesta a ganar y a llevar a la historia más de treinta años de lo mismo.
A una semana de las PASO, una parte planea cómo será su futuro inmediato sin las figuras pretendidamente omnipresentes de los Rodríguez Saá, mientras la gran parte de los ciudadanos de bien de San Luis, imagina la real salida democrática que la provincia reclama con los ruidos del silencio. Silencio por temor a las represalias o a la venganzas de quienes creen que en ellos está San Luis y peor aún, que sin ellos no hay San Luis.
Perdieron elecciones que ocultan en la historia reciente. Jamás podrán ocultar la decisión de una mayoría, que más de una vez creyó en ellos, pero que fue víctima del vuelo pedestre de pretendidos halcones.
Por prepotencia de trabajo, diría Roberto Arlt, San Luis volverá a ser una provincia normal. Aquél tropezón lo sufrieron cuando Adolfo tenía 37 y Alberto 35. Hoy tienen 70 y casi 68 respectivamente. La diferencia se nota en ellos, para soportar la caída y en el pueblo, por su maduración. A los 70 el tropezón es caída.