Definió como “patoteros” a los Bomberos Voluntarios; descalificó siempre a sus opositores; denigró siempre a sus funcionarios; aseguró que Cristina es una tilinga; hizo insultar a Macri en la apertura de sesiones legislativas; entendió que la Biblia es un libro de ciencia ficción y alguna vez dijo que él nada tiene que ver con el Peronismo. Son algunas, solo algunas, de las expresiones conceptuales que identifican al actual Gobernador de San Luis. Nada normal, por cierto. Del mismo modo que la patología institucional en la que está inmersa San Luis, desde que los hermanos del poder la dominan, nos pretenden hacer creer que es normal y que vivimos en la mejor provincia argentina.
Normal es vivir en tranquilidad y en democracia, pero en San Luis vivimos intranquilos y con un régimen constitucional, no necesariamente democrático. Las diferencias son sustanciales.
Las prácticas de amedrentamiento del régimen saaísta, han llevado a miles de ciudadanos racionales y pensantes a no querer meterse en la cosa pública, es decir a no participar en las discusiones del bien común y de las cosas que hacen al buen vivir.
Sobran las personas que se inhiben de opinar y de hacer público su respaldo a Claudio Poggi, por temor a la pérdida de sus empleos porque se enfrentan a la temeridad que infunde el poder, que impone la autocensura y hasta el silencio más absoluto ante las opiniones que vierten los demás, sólo por el temor que sin limitaciones institucionales irradia el último feudo argentino, que hasta ahora nos toca padecer a los sanluiseños.
Régimen feudal que persiste por las complicidades de algunos sectores opositores que siempre encuentran el argumento para justificar convertirse en puntales de una estructura intrincada que, por naturaleza y por lógico desarrollo biológico tiende a caerse más pronto que tarde. Estructura económica, financiera, política, institucional y familiar que encontrará su límite ante la expresión popular que masivamente se viene.
Hay “opositores” que solo tienen ese mote por conveniencia. Son de aquellos que sostienen que “en política no hay amigos, ni enemigos permanentes y que solo hay intereses permanentes”. El problema es que la coincidencia de esos intereses no es en función de las necesidades populares, sino poniendo la mirada en las ambiciones y voracidades individuales que, lejos están de satisfacer las miles de necesidades sociales insatisfechas que siguen multiplicándose en cada vivienda humilde de la provincia de San Luis.
La pobreza en San Luis no tendrá solución mientras persista en el poder el régimen neoliberal que la genera y mientras subsistan los cómplices de ese perverso supuesto plan económico para el mundo, que se basa solo en el desarrollo individual de acuerdo a las potencialidades personales y que está francamente alejado de las realizaciones colectivas y sociales, donde el Estado debe jugar su principal partido.
El “yo” individualista y abstracto, parece imponerse por sobre el “nosotros” solidario y concreto, porque la superestructura económica seguirá por sobre la superestructura política, mientras los hacedores de la política vernácula se subordinen a aquélla y sigan sosteniendo hipócritamente la “justicia social” peronista que nunca sintieron, pues lo menos que sienten es al Peronismo como filosofía de vía, simple, práctica, popular, profundamente cristiana y humanista que dirige sus acciones en favor de los desposeídos. ¿Sus incalculables fortunas personales hechas desde que están en el poder, reflejan justicia social o avaricia sin límites a partir de los privilegios del poder?