Por:
Johana Gómez.
Referente provincial del PTS/Frente de Izquierda-Unidad.
Frente a la situación de crisis actual se hace más aguda la necesidad de organizar a los sectores de vanguardia, al activismo, a la juventud trabajadora, a las mujeres y a las miles de personas que apoyan y comparten las perspectivas del Frente de Izquierda y de los Trabajadores–Unidad (FIT-U).
Hacia el futuro se avizora una situación muy dura y, por eso, es el momento de juntar fuerzas para poder estar a la altura de lo que se viene. Fuerzas es organizar a miles hoy. No hay cifra que no provoque espanto en este país demolido por una crisis económica y social, agravada severamente por la cuarentena del coronavirus. Al día de hoy se han perdido cerca de 800 mil puestos de trabajo, 150 mil de ellos formales, y se espera que una segunda ola de despidos golpee al empleo registrado cuando llegue la “nueva normalidad”.
La construcción cayó un 75 % y la industria un 33 %. La baja del Producto Bruto Interno (PBI) en 2020 se estima en un 9,5 %. La pobreza supera ampliamente el 40 %. Una de cada tres empresas dice que va a despedir cuando termine el aislamiento obligatorio, y nos tenemos que preparar para esa situación desde ahora, ya que empiezan a haber luchas y procesos de organización o campañas específicas, como es el reclamo de testeos y aislamiento en las empresas. La forma en que podemos hacerlo es llamando a plenarios o asambleas regionales, que se realicen de manera regular, tanto virtual como presencialmente, para que cientos y miles en todo el país puedan participar, y allí debatir y votar medidas de apoyo a las luchas y acciones de coordinación.
Todo ello tiene que ver con un cambio en la situación internacional, tomando en consideración lo que viene pasando en Estados Unidos con las revueltas anti-raciales que se están dando, ocurridas en un momento de crisis económica, que se arrastra desde el 2008.
Evidentemente, se están agotando los mecanismos estatales, con los cuales, los distintos gobiernos lograron capear la crisis y, ahora, se combina con el drama del COVID-19 y sus consecuencias en la economía de todos los países. Solo en EE.UU (la principal potencia del mundo), 42 millones de personas se anotaron para el seguro de desempleo y hay una enorme crisis sanitaria que le ha costado la vida a más de 100.000 personas.
En nuestro país, por ejemplo, pese a la fortaleza relativa del Gobierno nacional, la situación está marcada por una crisis estructural, por lo que, la coyuntura actual no podrá mantenerse en el tiempo. Hoy el gobierno paga el salario de casi 2 millones de trabajadoras y trabajadores del sector privado, llegando a subsidiar a las grandes empresas hasta en el pago de los ingresos de sus gerentes, además de ayudas insuficientes a los sectores más pobres.
Esto no es algo que pueda ser para siempre en ningún país, menos en uno atrasado y dependiente como el nuestro, que tiene una fuerte crisis de deuda. Sin embargo, pese a esta definición general, no podemos saber los ritmos y la dinámica que tendrán las consecuencias económicas, sanitarias y sociales de la pandemia, pero es lo que se viene y no debemos esperar los golpes más duros pasivamente y con los brazos cruzados. Además, estamos viendo múltiples conflictos y luchas que expresan que hay sectores con disposición a luchar contra los despidos, cierres de fábricas y empresas, rebajas salariales, problemas derivados de la crisis sanitaria, etc.
A raíz de todo ello, la perspectiva debe ser lograr una preparación activa para conquistar una fuerza militante, capaz de ser un actor de mayor peso en la clase trabajadora para cuando la situación realmente se haga más crítica. Por eso es necesario apelar a todas las personas que quieren luchar e impedir que la crisis la paguemos las familias trabajadoras y pobres, para coordinarnos, apoyarnos mutuamente y para que este sector de vanguardia también discuta un programa para oponerlo al de los empresarios y políticos capitalistas. No alcanza con organizar solamente a quienes luchan, también es necesario que la izquierda aporte su propuesta, es decir, un programa para que sea tomado realmente por los sectores más activos y organizados de la clase trabajadora.
Que haya un programa político es indispensable porque los dueños del país tienen una salida que consiste en cientos de miles de despidos, rebajas salariales, caída del nivel de vida de las mayorías y aumento de la pobreza. Todo eso para que el Estado salve o ayude a las empresas con subsidios, con flexibilización laboral de hecho para hacer sus negocios más rentables a costa de más desocupación y ritmos de trabajo, y con una rebaja en el valor adquisitivo contra las jubiladas y los jubilados.
Contra todos los ataques contra la clase trabajadora, es fundamental pelear por una real prohibición de despidos, por la ocupación y puesta en producción de toda fábrica o empresa que cierre o despida masivamente, por el no pago soberano de la deuda externa para destinar ese dinero a la salud, la educación y a obras públicas que garanticen trabajo y mejore la calidad de vida de quienes vivimos de nuestro salario. Pero con esto solo no alcanza. Por eso, también es necesario nacionalizar la banca y el comercio exterior para que los “vivos” no fuguen sus capitales, generando crisis o controlando las relaciones comerciales con el resto del mundo, acaparando granos u otros productos para la especulación.
Impulsar la organización y la coordinación de cientos o, si es posible, de miles de trabajadoras y trabajadores junto con las compañeras y los compañeros del resto de la izquierda, el activismo y la militancia en el movimiento estudiantil y de mujeres, es una tarea esencial si lo que se quiere es juntar fuerzas hoy. Sin esa fuerza no podremos ser un factor de peso en los próximos acontecimientos, ni ser un factor real para enfrentar los ataques del empresariado y sus gobiernos.