Sin dudas cuando, desde la boca de los dirigentes, sale una frase lo primero que se espera es que sea refrendada por los hechos.
Muchos títulos y muchos discursos proclaman a Alberto Rodríguez Saá como el único capaz de lograr la unidad que busca el peronismo para enfrentar al macrismo el año que viene. Lo que llama mucho la atención es la forma con la que Alberto está llevando adelante semejante tarea.
Primero plantea una supuesta interna con su hermano Adolfo, luego hace uso de todos los medios posibles para atacar a los que, siendo peronistas, ya no lo acompañan como años atrás, no abre ningún diálogo y en todo caso escuchamos sus monólogos respecto a lo que otros deberían hacer.
Siguen los pregones, pero Alberto no acompaña con los hechos ninguna manifestación popular en contra del gobierno nacional a quien él ha definido como su enemigo político. No tiene ningún reparo en ponerse por encima de cualquier dirigente. Quiere ser consultado a la hora de administrar, pero parece que en su gestión los números no cierran. Desde pequeñas localidades de San Luis le están marcando el estado de abandono del interior y su autoritarismo.
Desde la oposición algunos ya están trabajando para que la carrera de Alberto no llegue a la meta. Salen al cruce cada vez que pueden, abriendo cajas de Pandora tratan de marcar las contradicciones del Gobernador, pero ninguno pareciera estar en condiciones de disputar el poder en San Luis.
Hasta ahora sólo se ve beneficiada la imagen de Adolfo que con una sonrisa instalada en su cara, recorre la provincia y soporta todos los cuestionamientos que le hacen respecto de su hermano.
Así, Alberto no puede asegurar la unidad ni en San Luis, porque de lo dicho a lo hecho claramente hay mucho trecho.