San Luis (LaNoticia) 09-04-15. Pedro Valentín “el Negrito” Ledesma, fue arrebatado de las manos de su padre a pocas cuadras de la Comisaría Segunda de nuestra capital en septiembre de 1976 y posteriormente desaparecido, aunque se tiene casi la certeza de que fue fusilado. Guillermina Ledesma es su hermana y a través de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de San Luis, le envió una desgarradora carta a los 29 imputados en el segundo juicio por delitos de lesa humanidad.
El motivo de la carta de Guillermina, es para que alguno de esos 29 imputados, tenga el gesto humanitario de decirle dónde enterraron los restos de Pedro el día en que lo asesinaron. Se lo pide para poder darles paz a sus padres Dominga Sanglá y Segundo Ledesma. Por ejemplo, relata que su madre con 86 años le pregunta a diario «¿Qué lo habrán hecho? ¿Dónde lo habrán tirado? Quiero que me lo entreguen y poder morir tranquila», mientras que su padre “espera callado, pensativo, triste y desesperado”, haciéndose la misma pregunta. “¿Dónde está el cadáver de Pedro?”.
Según informó la APDH, “la Carta, en sobre cerrado y con el nombre de cada uno de los 29 imputados, fue entregada esta mañana (por ayer) al Director del Servicio Penitenciario de la provincia de San Luis, por Lilian Videla, copresidenta de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y cerca del mediodía confirmaron que les había sido entregada”.
La carta dice textualmente:
Esta carta es la desesperada esperanza de poder entregarle a mi madre los huesitos de su hijo para que tenga el consuelo de saber que Pedro está muerto pero está. Es lo que mi viejita, de 86 años, espera sentada en su silla de ruedas y me lo dice todos los días: «¿Qué lo habrán hecho? ¿Dónde lo habrán tirado? Quiero que me lo entreguen y poder morir tranquila».
Por eso decidí escribirles a los señores imputados en el juicio por delitos de lesa humanidad que se está realizando en San Luis. A esos 29 hombres que fueron en época de la dictadura cívico-militar policías, militares y/o médicos. Escribirles para pedirles que tengan un instante de reflexión. ¿No les parece que ya no tiene sentido callar? Ya todos sabemos lo que han hecho. La verdad está a la vista, empezaron a aparecer algunos cadáveres de desaparecidos, los nietos recuperados, los testimonios de los ex detenidos, son pruebas verdaderas de lo que hicieron.
Sea cuál sea la causa, ustedes lo hicieron.
La Justicia llegó, los llevó a juicio después de muchos años que Uds. gozaron de libertad.
¿Por qué no decir la verdad?
Ya no me importa saber quién asesinó a mi hermano Pedro Valentín Ledesma, cuando tenía sólo 21 años. Sólo quiero saber dónde lo tiraron. Y eso les pido: que por piedad lo digan de alguna manera, a través de una señal seria, un anónimo certero, algo que nos indique cómo encontrarlo.
Estamos a unos días de que se dicte la sentencia y esto me desespera. ¡Termina el 2° juicio a 29 imputados y nosotros, una vez más, con las manos vacías! Y mi madre sin consuelo llora y me pregunta: ¿Por qué no me lo quieren entregar?
29 son los acusados en este juicio, pero hay muchas personas más que saben qué hicieron con mi hermano Pedro y con los demás desaparecidos de San Luis. A ellos también les escribo.
¿Saben qué? Una madre trae al mundo un hijo, un niño indefenso, sólo un niño sin ideales, sin profesión, eso es un hijo.
Sus madres, señores imputados no parieron genocidas. La mía no parió un desaparecido. Sólo parieron hijos a los que soñaban ver crecer junto a ellas, esperando la vejez junto a sus hijos.
¿Habrán imaginado sus madres verlos entre rejas? Estoy segura que no. Pues mi madre tampoco imaginó jamás que iba a desaparecer su hijo. ¡Cuánto dolor el que tiene mi viejita! Y no existe el analgésico en el mundo que pueda calmarlo, ni doctor que pueda curar su alma.
Ustedes, sólo ustedes…Ustedes que inyectaron el dolor, ustedes tienen el remedio y el consuelo con sólo unas pocas palabras, las palabras de la verdad.
Señores ¡Por piedad! Sean valientes, recuperen su dignidad, demuestren a la vida, a sus hijos, a sus madres, que son verdaderos hombres; hombres que tienen lo que debe tener un verdadero hombre y que el uniforme no les castró.
Ya no me quedan argumentos ni tiempo para calmar a mi madre. Mi viejita no puede esperar más y nosotros tampoco.
Mi padre, espera callado, pensativo, triste y desesperado.
¿Dónde está el cadáver de Pedro?
Por favor, tengan clemencia y díganle a estos viejitos de casi 90 años, que esperan sepultar a su muchachito. Ese muchachito que fuerza policiales y del Ejército, detuvieron el 20 de setiembre de 1976 y que pocos días después se lo entregaron a mi padre y a las dos cuadras de la Comisaría Segunda, se lo quitaron, lo secuestraron, para matarlo, para hacerlo desaparecer.
Ese muchachito que sólo soñaba con una Argentina mejor, que andaba por la vida -su corta vida- con un libro bajo el brazo, que se dolía del que menos tenía ese maestro rural que abrigó los pies de su alumno con sus zapatillas y se puso las alpargatas rotas que calzaba ese niño; ese hijo amoroso, ese hermano ideal; ese joven valiente, ese era el «Negrito», a ese mataron ustedes.
¿Dónde está «el Negrito», se los suplico, dónde está?
Estoy desesperada. Ya no queda llanto, no existe consuelo. No sé qué más decirles, no me salen más palabras. Estas palabras que no son rebuscadas, son las palabras del alma, del alma de una hija que quiere consuelo para sus padres y de una hermana que se desvela por las noches y sueña despierta con el encuentro.
¿Dónde está «el Negrito», se los suplico, dónde está?
Guillermina Ledesma
Hermana del desaparecido Pedro Valentín Ledesma

Carlos Rubén Capella
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