Cuando las riendas se pierden, el destino es impredecible. Y eso les está ocurriendo a los hermanos candidatos Adolfo y Alberto Rodríguez. Han perdido el rumbo, solo porque ya no representan el sentimiento de la mayoría en San Luis.
El San Luis cuyo ciclo está terminando es el San Luis del autoritarismo, del verticalismo, de la sumisión a liderazgos pretendidamente mesiánicos que, de continuar, nos llevarán a la desintegración de lo que ellos mismos han generado.
Hace rato que dejaron de trabajar por San Luis. Hace rato que solo piensan en el bienestar personal y familiar de sus generaciones y de quienes les siguen hereditariamente. El modelo que encarnan ya está agotado, porque ellos están agotados, cansados, con algunas dolencias físicas y varios traspiés espirituales que suelen ser insuperables.
La vocación por el poder los ha llevado a la desesperación por el poder en sí mismo. Si así no ocurriera, no caerían en tantos despropósitos y actos rayanos en la ridiculez, imposibles de revertir. Jamás tuvieron en cuenta la hipótesis de la derrota, precisamente por la soberbia que les es propia y ahora, el costo de esas dos patologías individuales lo han trasladado a la institucionalidad de una provincia que siempre pretendió ser normal, pese a haber votado reiteradamente a los eternos hermanos candidatos.
Porque aunque para algunos opositores empedernidos, siempre padecieron de esa patología, miles de ciudadanos al cabo del tiempo, interpretaron que encarnaban un proyecto superador que, de hecho en varios aspectos así ha sido. Pero en 2017 las cosas cambiaron. En rigor, empezaron a cambiar en 2015, cuando en la misma elección y en la misma boleta electoral, Claudio Poggi obtuvo cincuenta mil votos más que ellos. Cincuenta mil no es poco cuando uno saca cien mil y el otro ciento cincuenta mil. Distinto hubiese sido, si uno sacaba novecientos mil y otro novecientos cincuenta mil. Allí la diferencia porcentual es sustancialmente menor.
Desde el 13 de agosto en adelante, están mostrando sus propias personalidades, con el agregado de la ridiculez, en la que rara vez habían caído, aunque si fueron recurrentes en la mentira y el engaño. Ahora la fórmula de mentira, más engaño, más ridiculez ha generado un hartazgo tan evidente que ni ellos pueden disimular los efectos que les provoca. Demás está decir que la muestra acabada de esa “vergüenza ajena” fue el primaveral video entre el candidato titular y la abanderada de las damas de la beneficencia, Gisela Vartalitis.
Además, desde lo que debería seguir siendo meramente institucional, también cometen yerros de relevancia por la confusión que tienen entre lo público y lo privado, cuyos límites para ellos dejaron de existir. Para ellos es lo mismo el presupuesto provincial que el patrimonio personal. Es igual el gobierno que el partido. Y en un Estado normal, provincial o nacional, el presupuesto es una cosa, el patrimonio es otra y la organización partidaria es diferente a la estatal.
En los últimos días ordenaron levantar puestos oficiales de exposición en la muestra rural de Villa Mercedes, solo porque el único espacio opositor que tienen les había ganado de mano en el alquiler de un stand. Toda una payasada por parte de un gobierno que varias veces pareció serio y que ahora con el rumbo perdido, lentamente se ha transformado en la risa de los argentinos. Siempre hay algún canal o programa televisivo esperando reproducir las excentricidades de los decadentes líderes puntanos.
Mientras, los ciento sesenta mil “cajetillas” nos preparamos para construir un nuevo San Luis, con inteligencia y organización, lejos de la violencia y el revanchismo.