“En un tiempo de hipocresías y post verdades, decir la verdad es un acto revolucionario”.
El otro día estaba en un Starbucks, era un día gris, frio, lluvioso y muy temprano por la mañana… y me encontré a un amigo que no había visto en años. Aunque me dio gusto verlo, me sorprendió encontrarlo trabajando como barista. Después de hacer los honores y compartir la felicidad de vernos…
me dijo:
–Hace cinco meses que conseguí trabajo acá en la cafetería -me contestó mientras tomaba mi orden.
–¿Qué sucedió? –volví a preguntar.
–Bueno, perdí mi empleo después de la asunción del nuevo gobierno.
Encontré otro pero ése también lo perdí un poco más adelante. Finalmente, después de gastar todo el dinero de la indemnización y nuestros ahorros, terminamos perdiendo la casa. Simplemente no pudimos mantenernos a flote -me explicó-. Pero no te preocupes, hemos estado trabajando, no estamos desempleados. Mi esposa y yo tenemos empleo, es sólo que no estamos haciendo mucho dinero, así que, para ganar unos cuantos dólares más, trabajo aquí, en el Starbucks. Me entiendes, ¿no? para subir un poquito el nivel –me dijo riéndose a todo pulmón.
Entonces me hice a un lado para que los clientes que estaban formados detrás de mí pudieran ordenar y le pregunté:
–¿Y entonces qué estás haciendo para tu futuro?
–Volví a la universidad para estudiar otra maestría. Digamos que es divertido volver a estudiar, incluso tomo algunas clases con mi hijo. Él está tratando de conseguir su primer título de maestría. La idea es que ambos consigamos un mejor empleo mejor pagados, tenemos que tener más educación. Tenemos que hacer dinero y ganarnos la vida, y por eso estamos en la Facultad.
Pagué el café y me entregaron un vaso humeante.
Cuando le ofrecí una propina a mi amigo, él se negó a recibirla… y sé bien por qué lo hizo, así que solamente le deseé buena suerte y salí del lugar.
Obviamente la vida no es color de rosas y no tenés la suerte de ser favorecido por un súper premio multimillanario en la lotería y mucho menos, como decía mi amigo Celso, cuando “NO” tenés un papito que te banque dejando una HERENCIA o algo que te permita hacer o dilapidar una fortuna, según se mire.
Me vi reflejado, dado que lo mismo de mi compañero lo viví con apenas 18 años cuando nos golpeó la hiperinflación a principios de los noventa y para qué contarles el resto si ya lo conocemos de memoria…
Pero la más dura es sin lugar a dudas del 2001 en donde 5 millones de personas perdimos todo, laburo, casas y autos. La diferencia es que ahora tenía 31 años, y tres hijos que alimentar, y reitero sólo tenía el piso para poder levantarme…
De Juan Salvador Gaviota, libro que remansadamente leí en los ochentas, aprendí una lección muy importante: que a veces la gente necesita liberarse y permitir que las corrientes de la vida la lleven adonde se supone que debe estar…
Y así, me preparé para liberarme y permitir que las corrientes de la vida me llevaran a calor de mi hogar.
Al usar sólo lo que tenía, que era el piso de las adversidades y los golpes al corazón, nuestra travesía ha sido muy parecida a lo descrito en Juan Salvador Gaviota. Ha sido un proceso que ha puesto a prueba nuestro espíritu y dedicación, y nos hizo cuestionarnos si abandonaríamos la misión cuando el camino se tornara demasiado inhóspito.
En el resumen de la Segunda Parte de Juan Salvador Gaviota, describe muy bien al tipo de gente que hemos encontrado en el camino y que ha llegado a ser amiga nuestra:
Juan trasciende a una sociedad en donde todas las gaviotas aman volar. Lo ha logrado tan sólo después de practicar sin compañía durante muchísimo tiempo. El proceso de aprendizaje vincula al maestro consumado y al alumno diligente, y alcanza niveles casi sagrados. A pesar de sus enormes diferencias, el maestro y el alumno comparten algo fundamental que los une:
“Tienes que entender que una gaviota es una idea ilimitada de libertad, una imagen de la Gran Gaviota.” La Gran Gaviota comprende que tienes que ser fiel a ti mismo:
“Tienes la libertad de ser tú mismo, tu verdadero yo, aquí y ahora. Y no hay nada que se interponga en tu camino.”
Así mismo querido lector lo invito a ver la siguiente imagen, que luego vamos a reflexionar su contexto y lea sin ansiedad, que juntos al final vamos a analizar y entramar las dos historias…
La foto es de 1904. En ella se ve a un hombre pobre (sabemos que se llamaba Nsala) sentado en la puerta de su precaria vivienda. Ese hombre está mirando algo que al principio no sabemos qué es (en la imagen, además, hay otros dos hombres que lo miran a él). Al fijar nuestra mirada en esos pequeños objetos que Nsala está observando descubrimos que son un pie y una mano. Pertenecían a Balii, la pequeña hija de Nsala (tenía apenas cinco años cuando fue martirizada). Luego de la amputación ella fue asesinada junto a su madre.
Sin embargo esta foto, en la que Nsala mira alelado lo único que quedó de su pequeña hija, sí tiene un sentido. Es un recordatorio de cuán brutal es la pérdida de un ser querido, recordemos que el 50 % de los que pierden la vida en un accidente son pequeños niños, que van mal sentados, y sus padres creen que con sólo remitirlos al asiento trasero ya está.
A tal efecto creo que las palabras son herramientas y una palabra para mí que es virtuosa y espiritual es RESPONSABILIDAD. Y nuestras autoridades deberían tener en su agenda la siguiente expresión: “En lugar de que los políticos hablen de los derechos de los ciudadanos, deberían hablar de sus responsabilidades como funcionarios y servidores públicos”.
Eso fue lo que hizo el presidente Kennedy cuando dijo: “No te preguntes lo que puede hacer tu país por ti, sino lo que puedes hacer tú por él”.
Por desgracia, los líderes políticos actuales hablan más de aquello que surge de las mediciones de los problemas solicitados por hechos sociales que de “responsabilidades”. Nuestra seguridad vial no cambiará hasta que no lo hagan las palabras y la palabra “responsabilidad” reemplace a la palabra “accidente vial”.
Contextualizando los dos relatos, nada se puede comparar, con la pérdida de un ser humano, pero fíjese lo perverso de nuestra conciencia e inteligencia social, los dos están naturalizados como algo normal, es natural y normal morir en un accidente. Y es natural perder el trabajo ante una crisis económica…
Muy pocos conocen estas historias, narrativas que son testigos la crueldad con la que se fundó el mundo moderno. Y cuando se las conoce lo primero que se piensa es una forma de autoexculparse: (al igual que nunca vamos a ser víctimas de una fatalidad vial) “Ahora ya no somos así; ese horror es de otra época”. Es cierto. Hemos avanzado mucho en el respeto, aunque sea jurídico, del otro. Es fácil ver que si hoy hay abusos no son de la magnitud de los que sufrían millones en la época del Congo Libre. Creemos que hemos aprendido la lección. Pero, ¿la hemos aprendido?
Estimo que no, no la hemos aprendido, dado que dentro de muy poco los organismos publicaran en sus paper, “accidentes de tránsito!!! la primera causa mundial por fallecimientos” Mucha gente, estará sentado observando cómo se truncaron sus vidas al igual que Nsala… y nosotros seremos esos dos hombrecitos que están mirando con cara de nada la situación que les toca enfrentar.
Y para cerrar me quedo con una frase de Shakespeare, que no vio jamás escenas como la que registra esta foto y mucho menos muertes truncadas por un incidente vial, escribió que “la vida es cuento narrado por un idiota, lleno de ruido y de furia, y no tiene ningún sentido”.